No predicamos la violencia: obispos de Chiapas
José Antonio Román Ť Los obispos de Chiapas rechazaron la acusación de que alguien de entre ellos sea un teólogo de la violencia. ``Todo lo contrario, nos hemos opuesto de manera sistemática a tal actitud y ninguno de nosotros la predica ni la promueve'', aseguró el prelado de Tapachula, Felipe Arizmendi, ante miles de feligreses que abarrotaron la Basílica de Guadalupe en la peregrinación anual de las tres diócesis chiapanecas al templo del Tepeyac.
En la homilía, preparada por los obispos Felipe Aguirre, de Tuxtla Gutiérrez; Samuel Ruiz y Raúl Vera, de San Cristóbal de las Casas, y Arizmendi -a quien le correspondió leer el mensaje-, la jerarquía eclesiástica chiapaneca afirmó que es precisamente la violencia lo que más le duele, tanto aquella que es fruto de la injusticia y que se ha practicado tanto tiempo por los más poderosos contra los más débiles, como aquella que se manifiesta en el uso de las armas, en el secuestro, en los desplazamientos forzados y en la represión injusta. Lo que promovemos -expresó- es la reconciliación y la búsqueda de la unidad.
Durante la homilía se pidió reiteradamente por la reconciliación en Chiapas. Sin embargo, el obispo recordó que la paz de este mundo muchas veces se basa en el dominio de las armas, la imposición del más fuerte, el cumplimiento de unas leyes que no siempre son las más justas, la represión y la cárcel. ``Esta forma de pacificar genera nuevos odios y rencores, divide, enfrenta y da ocasión a nuevas injusticias y atropellos, que provocan más violencia e inestabilidad.
Este tipo de paz, subrayó, es inestable porque se construye sobre un juego entre contrarios, más que en el aporte generoso de cada una de las partes, cuando la verdadera tranquilidad debe ser fruto de la conversión y del arrepentimiento de los pecados. También sostuvo que la armonía no es posible cuando hay corazones engreídos, incapaces de reconocer lo bueno que tienen los demás.
``Los que se creen dioses, cuya palabra es infalible y que tienen la solución de todos, son un estorbo para la paz. Los que hacen absolutas sus posturas, como si fueran las únicas viables, son un grave obstáculo para dialogar y, por tanto, para construir puentes de comunicación. Piensan que todos están mal, menos ellos. No sienten necesidad de Dios ni de la oración. No se arrepienten de nada, no piden perdón. Mientras no acepten la necesidad de su conversión, no habrá paz'', advirtió Arizmendi.
Dijo que en este momento Chiapas necesita unidad, porque las divisiones desangran y destruyen. En este sentido, expresó en nombre de todos los obispos la preocupación por el próximo proceso electoral que vivirá el estado, pues los intereses económicos y políticos de los grupos impiden ver a los otros como hermanos y se llega a los lamentables asesinatos que ``suceden casi a diario''.
Todo esto se hace más grave por la situación de los desplazados, que sufren hambre y miseria por la intolerancia violenta y armada de grupos contrarios, y que son una señal clara de la descomposición social que existe en varias comunidades. Además, el desprecio persistente de algunos mestizos hacia los indígenas es un obstáculo para organizar celebraciones litúrgicas comunitarias.
En el mensaje leído por Arizmendi se reconocieron las diferencias existentes entre las tres diócesis de Chiapas, respecto a los procesos históricos, opciones pastorales y servicios comunitarios a los que se enfrentan cada una de estas regiones, debido a las circunstancias y necesidades variadas que, como pastores también deben atender los obispos. ``Cada iglesia debe ser autóctona, no autónoma''. Por eso, añadió, los obispos de Chiapas han procurado mantenerse unidos, pero no deben ser uniformes. ``Nuestras legítimas diferencias no afectan a lo esencial de la fe y de la pertenencia a la única Iglesia Católica''.
El mensaje de los obispos hace referencia también a la gran variedad de culturas que existen en esa entidad, no sólo la de los indígenas, pues en Chiapas también hay personas de otra nacionalidad y mexicanos de otras latitudes. Dijo que el ``plan de Dios'' es que los hombres aprendan a apreciar tanto los valores propios como los de otras razas, para construir la unidad, no la uniformidad, dentro de la legítima variedad. ``Todo racismo, por tanto, es contrario al plan de Dios''.
Condenan prácticas contra la natalidad por parte del gobierno
Señaló que en un mundo cada vez más globalizado, sería un grave empobrecimiento que se acabaran las riquezas de las culturas, sobre todo las más débiles e indefensas, como son las indígenas. No es acorde pues, con la voluntad divina, la opinión de algunos mexicanos que desearían que ya no hubiera más indios en todo el país, porque lo consideran un lastre para el progreso. Por eso mismo, los obispos, la Iglesia, condena las prácticas antinatalistas del gobierno de México, que se han incrementado en Chiapas recientemente con nuevos recursos.
Es necesario, insiste el mensaje de los obispos, que se reconozcan los derechos que tienen las diferentes culturas indígenas, que no son un problema, sino una enorme riqueza, pues aportan grandes valores a la cultura nacional, sobre todo en la dimensión comunitaria.
``No es justo que se quiera uniformar al país. Todos los mexicanos somos iguales en dignidad, pero distintos, y nuestras diferencias nos enriquecen. Por eso, las leyes deben reconocer que hay distintas formas de vivir la democracia, de implantar la justicia, de celebrar la fe, de educar para la vida, de relacionarse con los otros. Ojalá que nuestros legisladores descubran, respeten y promuevan esos valores y encuentren caminos adecuados para reconocerlos legalmente, y así México sea ese rico mosaico pluricultural, del que hemos de gloriarnos''.