Iván Restrepo
Algo más que malos augurios

Ahora que las lluvias ayudan a disminuir los graves problemas originados por los incendios, la falta de humedad, El Niño, la sequía y otros desajustes climatológicos, recordamos la crudeza con que la responsable de los asuntos ambientales del país alertó sobre lo que ocurría. Hace tres meses nos dijo que lo peor estaba por venir en cuanto a incendios; la semana pasada, que la sequía nos deparaba ``un horizonte todavía bastante negro'', y que los problemas que hoy se observan en el medio y los recursos naturales tendrán una salida exitosa a largo plazo, gracias al apoyo que brinde la academia con proyectos viables que puedan ser aplicados desde el gobierno; aunque reconoció que esos proyectos se han visto frenados por falta de recursos económicos.

Pero la ciudadanía desea algo más que malos augurios cumplidos con creces. Quiere saber, por ejemplo, qué falló en el aparato gubernamental, si desde el año pasado sabía lo que le esperaba al país. ¿Enteró la maestra Carabias oportunamente a su jefe, el presidente Zedillo, de lo que iba a pasar a fin de que éste diera sin dilación todo el apoyo financiero y político para evitar, o disminuir en lo posible, la tragedia ambiental que hemos vivido? Una forma hubiera sido a través de la Ley de Ingresos y Egresos que el Ejecutivo envió el año anterior al Congreso para su aprobación. No dudamos que los diputados, todos, habrían atendido las justificaciones de Los Pinos, asignando recursos fiscales suficientes para prevenir los incendios. De paso, si los titulares de Agricultura y de Desarrollo Social (que también sabían lo que pasaría en el agro por la falta de lluvias), informaron también con verdad al Presidente, seguro hubieran dispuesto de partidas especiales para acciones que evitaran la quema de áreas para siembra, práctica ancestral de los campesinos, y que se quiso detener muy tardíamente con mensajes en los medios. Sin faltar los programas de emergencia en las áreas temporaleras, donde la falta de lluvia oportuna y la sequía impidieron la siembra exitosa de productos básicos y cientos de cabezas de ganado murieron por sed y falta de forraje.

Lo que pasó, y sigue pasando, hace evidente que el aparato oficial reaccionó muy tarde: los recursos se otorgaron a destiempo y fueron insuficientes. Prueba de ello es la demora en adquirir los equipos y materiales para las brigadas responsables de luchar contra el fuego. Estas, pese a lo dicho por la maestra Carabias, no son suficientes ni capacitadas para controlar las llamas. Por eso, hoy lamentamos la muerte de más de 50 personas. Esa impreparación la expresan crudamente los familiares de los cinco policías que fallecieron quemados a mediados de mayo al pretender apagar el fuego en el cerro Ocotla, del municipio de San Francisco Ixtacamaxtitlán, Puebla: ``estas tragedias se evitarán cuando el gobierno estatal deje de enviar gente sin equipo ni la preparación suficiente a combatir los incendios forestales. Además, nos tuvimos que hacer cargo de los gastos funerarios''. Esta vez, a diferencia de cuando murieron en el mismo municipio 18 campesinos por la misma causa, los altos funcionarios ni siquiera les mandaron un pésame ni asignaron dinero para asegurar el futuro de las familias que quedaron desamparadas. Gabriel Castillo, hijo de unos de los policías fallecidos, sostuvo que su papá ``no sabía nada de sofocar incendios. No me explico por qué se le mandó a una muerte segura''.

También falló la colaboración entre dependencias. Tardíamente, a mediados de mayo, el presidente Zedillo se reunió con su gabinete para fijar la estrategia para combatir los incendios y los efectos de la sequía. Las contradicciones entre funcionarios estuvieron a la orden del día: mientras la maestra Carabias mostraba lo negro de la situación, el titular de Agricultura dibujaba un panorama color rosa. Hasta el apoyo de nuestro vecino del norte, que un funcionario de Semarnap dijo sobraba, nos cuesta: 5 mil dólares la hora de vuelo de los aviones cisterna, cuando el gobierno de Clinton ofreció 5 millones de dólares en ayuda. Los expertos del norte llegaron a Chiapas y Oaxaca, vieron y se fueron. Convendría saber si su presencia valió la pena o sólo evidenció las carencias del sector público en el campo ambiental y en cuanto a marginación rural.

En fin, llegan las lluvias, se apagan lentamente los incendios y se anuncia la reforestación de las áreas afectadas con millones de arbolitos. Cabe preguntar si se trata de las variedades adecuadas y si hay la estrategia para que lo plantado llegue a edad adulta y no sucumba por descuido, pastoreo, falta de agua o nuevos incendios. ¿Habrá el apoyo social, financiero y político que garantice el éxito que merece esa tarea? Además, sabida la pobreza de quienes viven en áreas con bosque y selva: ¿se estudian ya las alternativas productivas y técnicas para impedir que no destruyan, por necesidad, recursos naturales? ¿Se controlará, al fin, a los talamontes que actúan con la complacencia oficial? ¿Se prepara, ahora sí con tiempo, la estrategia para impedir otra tragedia? Y algo básico: ¿qué papel jugará la sociedad para que todo lo anterior no quede en buenas intenciones?