DobleJornada, 1 de junio de 1998



Lágrimas en Taniperlas

Concepción Suárez Aguilar*

Diversos puntos de vista se han originado en torno a la visita de la caravana de observadores italianos a Taniperlas, Chiapas. El presente escrito pretende dar testimonio de lo que viven y sienten las cerca de 120 mujeres que se encuentran prácticamente secuestradas en esta comunidad y las miles de desplazadas.

Cabe recordar que después del operativo de desmantelamiento del municipio autónomo Ricardo Flores Magón, con cabecera en la comunidad de Taniperlas, llevado a cabo el 11 de abril, y en el cual fueron detenidos nueve indígenas y doce extranjeros el resto de los hombres -simpatizantes zapatistas-- huyó a las montañas para evitar caer en las constantes provocaciones de los priístas que amenazaron con quemar las casas, por lo que mujeres y niños tuvieron que quedarse a proteger sus pocas pertenencias.

Cada una de estas mujeres está en su casa pero no les permiten ir a la tienda a comprar comestibles y otros productos necesarios para su subsistencia; al salir para traer agua, o por cualquier otro motivo, son hostigadas tanto por los priístas, como por los agentes de Seguridad Pública y los soldados del Ejército Mexicano, que se encuentran en esta población para ``proteger y garantizar el Estado de derecho''. Sí, un Estado de derecho al que no le importa que 120 familias se encuentren desintegradas y en evidente riesgo físico no sólo por la amenaza de muerte que los grupos paramilitares les han lanzado, sino también por la mala alimentación y la nula atención médica para ellas, hecho que repiten las miles de mujeres, niños y desplazadas(os) de los Altos, Norte y Selva de Chiapas.

Durante la visita que realizara la caravana italiana Ya Basta, varias observadoras recogieron testimonios de algunas de las mujeres ``secuestradas''. Un elemento común fue la profunda preocupación y tristeza por tener que defender sus pertenencias y a sus hijos solas, mientras los hombres se esconden en las montañas.

``¿Tiene miedo?'', fue la pregunta repetida de las italianas. Y la respuesta era: ``No, vamos a resistir, estamos dispuestas a aguantar lo que nos quieran hacer'', y frases similares. Sin embargo, en los momentos en que la tensión aumentó hubo lágrimas discretas que algunas rápidamente secaron con sus manos o el mandil; otras, sólo dieron la espalda. Esas lágrimas evidenciaron el temor, la tristeza, la inseguridad que tratan de guardar en lo más profundo de ellas mismas con el mismo esmero que guardan el cordón umbilical de sus hijos bajo los fogones.

Pero también hay odios y resentimientos que afloran con mayor facilidad que las lágrimas, y al ser agredidas por las priístas, algunas zapatistas respondieron con la ley del talión: golpe por golpe, insulto por insulto.

Quienes separaron a las mujeres para que dejaran de golpearse, aseguran que algunas priístas tenían fuerte aliento alcohólico. El pequeño enfrentamiento duro muy poco, quizá por eso no fue noticia.

Después de que una comisión de la caravana hablara con los representantes de los priístas y escuchara su versión de los hechos, las zapatistas regresaron a sus casas y los visitantes partieron.

Los efectos de la guerra de baja intensidad que el gobierno ha desatado en contra de insurgentes, bases de apoyo y simpatizantes zapatistas, con la correspondiente dosis para la Diócesis de San Cristóbal, las ONG y organizaciones sociales, han tenido mayor impacto en las mujeres que se han convertido en el primer blanco y, al parecer, preferido.

Estas mujeres, por su propia condición, viven una triple subordinación de género, clase y etnia. Hacen grandes esfuerzos para ir desatando sus nudos y construyendo poco a poco una nueva forma de ser mujeres indígenas. La misma tensión a la que son sometidas las hace desarrollar esa valentía y creatividad que han venido demostrando a lo largo de estos años de conflicto. Pero también las trastorna, física y emocionalmente.

Están expuestas a toda serie de enfermedades, varias de ellas en estado de embarazo; además, cargan con la diaria preocupación de qué comerán sus hijos y con el temor de ser asesinadas, golpeadas o violadas.

* Integrante del Centro de Investigación y Acción para la Mujer Latinoamericana, A. C. (CIAMA.C)