Al joven director independiente Kevin Smith se le conoce en México por su primer largometraje, Clerks (Detrás del mostrador, 1994), una cinta de presupuesto muy reducido (24 mil dólares), filmada en blanco y negro, con escenas delirantes relacionadas con el sexo, la necrofilia involuntaria y la pasión por el video. Un año después, Smith realizó una cinta muy fallida (Mallrats), en la que con recursos más sustanciosos cedió a la tentación de experimentar con efectos especiales y un lenguaje visual muy elaborado, para el cual no revelaba grandes aptitudes. Lo verdaderamente notable en Kevin Smith, tanto en su primera cinta, como en el propio fiasco crítico y comercial que fue la segunda, ha sido la frescura y audacia de sus diálogos, su innegable destreza de escritor. Ese talento aparece hoy más afinado y sugerente en Mi pareja equivocada (Chasing Amy), última parte de lo que el realizador llama su ``Trilogía de Nueva Jersey''.
A la manera de otro cineasta independiente, Hal Hartley (Trust), Kevin Smith elabora, en un sitio urbano predilecto, la comedia romántica desencantada que es parábola del desencuentro amoroso, Holden McNeil (Ben Affleck), caricaturista underground, autor, con su compañero Banky (Jason Lee), de la tira cómica Bluntman & Chronic, conoce en un salón de la caricatura a Alyssa (Joey Lauren Adams), compañera de oficio, de la que se enamora inmediatamente. Lo delicado del asunto es que la joven se asume como lesbiana. A partir de esta anécdota, Kevin Smith recrea situaciones cómicas, en ocasiones un tanto patéticas, que son viñetas de las confusiones anímicas y desasosiegos de jóvenes de la llamada generación X. En principio, la cinta presenta el tema de la pareja y sus conflictos, pero pronto surge un cuestionamiento más original y más específico. Lo que para Holden significa una aventura un poco más original que las demás y una rara gratificación para su ego masculino (conquistar a una mujer homosexual), para Alyssa representa un fuerte conflicto de identidad, un dilema entre conservar su estilo de vida, la validez de su orientación sexual, o ensayar con Holden una relación sentimental en el terreno heterosexual. Este conflicto se complica todavía más cuando se revelan los celos (¿profesionales, afectivos?) de Banky, el compañero del muchacho, quien intenta disimular sus deseos reales tras la fachada de una actitud homófoba.
Mi pareja equivocada (Chasing Amy) rompe con los esquemas de la comedia romántica hollywoodense. Aquí, los obstáculos que encuentra la pareja no se derribarán para el final feliz por todos tan deseado; por el contrario, de una escena a otra crecerán la incertidumbre, la desconfianza de Banky, el malestar emocional de Holden, el recelo de las amigas lesbianas de Alyssa (para quienes ella es una traidora), las maledicencias en torno al supuesto pasado promiscuo y bisexual de la joven y, finalmente, la saludable actitud que la heroína opone a todo esto.
A los ojos de muchos, las cualidades de Alyssa son evidentes: es ingeniosa, provocadora, mal hablada -y sabe apreciar a las mujeres. Es todo lo contrario de lo que Holden ha conocido hasta la fecha, pues se le atribuye una fama de galán irresistible rodeado de chicas superficiales. La joven irrumpe en este mundo adolescente para acelerar, con su actitud de rebeldía y desenfado, la madurez sentimental del amante atribulado. Ben Affleck tiene un desempeño notable en este papel, ofreciendo una variedad de matices en su actuación, no del todo explotados en Mente indomable (Good Will Hunting, Gus Van Sant, 1996), al lado de Matt Damon. Por su parte, Joey Lauren Adams está estupenda en su escena de confrontación con los dos amigos, con su mezcla de vulnerabilidad y orgullo, que de alguna manera la aproxima a otro personaje de la cinta, Hopper (Dwight Ewell), un joven negro gay, irónico y entrometido, confidente de Holden, con posturas radicales frente al sexismo y la homofobia.
Mi pareja equivocada aborda, en tono de comedia, las combinaciones de la amistad, el amor y la confusión sexual, presentes en cintas como Sólo una noche, de Mike Figgis, o Nadie me quiere, de la alemana Doris Dorrie. Política sexual en tiempos de la generación X, con un falso tono ligero y un catálogo de clichés de la cultura popular, desde las discusiones sobre el carácter imperialista de la trilogía La guerra de las galaxias, hasta el lenguaje procaz que diserta sobre el sexo oral en su variante cunnilingus. Más que una supuesta superficialidad, lo que la cinta de Kevin Smith exhibe es una tendencia a verbalizar excesivamente lo que debiera ser evidente en una sola escena de sensualidad explícita. Se filosofa a lo Tarantino, pero la acción queda en suspenso, de allí una apariencia de frialdad y desapego, de rechazo al desbordamiento emocional. Pero, ¿no son éstas las características que algunos le atribuyen hoy a la generación X -jóvenes entre los 18 y 30 años? Si la radiografía social de Smith no siempre parece justa, a finales de esta década resulta por lo menos bastante oportuna.