La Jornada 30 de mayo de 1998

Zedillo: violencia, derecho de nadie en Chiapas

Rosa Elvira Vargas, enviada, y Elio Henríquez, corresponsal, Sabanilla, Chis., 29 de mayo Ť En la región chol, lugar donde la polarización política tiene más de cien nombres inscritos en sepulturas y más de cuatro mil desplazados, cientos de desposeídos, pérdidas totales de cultivos y animales, y donde persisten los enconos y enfrentamientos, el presidente Ernesto Zedillo trajo de nuevo un discurso de rechazo a la violencia e invitación al diálogo. Hoy, empero, lo dirigió no sólo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (``los que se inconformaron'', les dice siempre) y a los que representan a la ``teología de la violencia''. También se remitió a quienes, dijo, han reaccionado ante esas fuerzas.

En ningún caso, afirmó, es legítima la amenaza de la violencia, pues sólo el Estado puede aplicar la justicia. Los que se inconformaron, aseguró, ``no son enemigos del gobierno''. Ojalá que muy pronto se reanude el diálogo pero en tanto, el gobierno ``está esperando y seguirá esperando''.

Zedillo planteó que no hay ideología ni teología que justifique la violencia. Algunos piensan, expuso, que se vale tener una teología en la que la violencia es válida, y ``yo sostengo que eso es falso. A esos que creen así, hay que decirles que están equivocados, que rectifiquen; que si tienen o piensan que tienen una buena misión que cumplir en la tierra, que la cumplan a través de la ley, con la bondad, invitando a la gente a la reconciliación, al reencuentro''.

No se vale que nadie se erija en juez...

Fue también una gira donde mostró otras convicciones, como la que lo llevó a afirmar que en el pasado, el Estado mexicano ha fallado para impartir y otorgar justicia. Pero ello no supone, subrayó, que esa justicia pueda hacerse por propia mano. Cuando haya un conflicto, una diferencia, algún interés encontrado, ahí están las instituciones y la ley para resolverlos. ``No se vale que nadie se erija en juez de ninguna causa'', advirtió.

Zedillo dijo entonces que el gobierno no quiere la violencia, ni la busca él como Presidente. ``Oportunidades, provocaciones, ha habido muchas, Sin embargo, ante ellas, lo único que ha habido es tolerancia, paciencia y la insistencia de que todo mundo debe renunciar al recurso de la violencia''.

Testimonios de dolor y de despojo escuchó el mandatario a su arribo a la comunidad El Paraíso, de este municipio. Sin soslayar su crudeza, la veracidad narrativa de los indígenas, debe apuntarse que todos los relatos ubicaron como responsables a quienes indistintamente llaman aquí los ``zapatistas'' o ``perredistas'', y señalamientos contra el obispo Samuel Ruiz, a quien incluso calificaron como el ``autor intelectual'' de todo lo que aquí ocurre.

Y es que siendo la zona norte asiento importante de comunidades zapatistas, nadie aquí se reivindicó como tal ni se acercó para denunciar al PRI. De hecho, nunca ha ocurrido así en las tres visitas que ha hecho el Presidente a Chiapas en el último mes. Y en esta zona, las víctimas están en ambos lados.

Los simpatizantes zapatistas, ubicados sobre todo en los municipios norteños de Tila, Sabanilla, Tumbalá y Salto de Agua, aseguran que el grupo paramilitar Paz y Justicia les ha matado en los últimos tres años a 45 de sus compañeros y ha provocado el desplazamiento de más de 5 mil personas. A su vez, los contrarios aseguran que suman ya más de 80 asesinatos en sus familias.

Hoy aquí, nadie se ostentó tampoco como priísta ni mucho menos como miembro de ese grupo señalado como paramilitar llamado Paz y Justicia, aunque algunos delataron su filiación política, al reclamar posiciones para los próximos comicios locales.

--Señor Presidente: yo he leído en los periódicos y he oído en muchas partes decir que ya se acabó el dedazo, pero yo quiero decirle que aquí, para las elecciones, se ven cosas... --empezó a articular apenas un hombre que se cruzó al paso del primer mandatario.

--No vengo a esta visita a ver asuntos de partidos --atajó de inmediato Zedillo y dirigió su atención a otro lado.

Antes, en el acto formal, hablaron: el alcalde de Sabanilla, Benedicto Jaime Pérez, para pedir ayuda en el logro de la reconciliación; Diego Martínez López, ``retornado'' de Paraíso, para decir que fue el abandono lo que hizo que los ``compañeros'' empezaran a secuestrar y matar a otros, y clamar porque ``ya no queremos más problemas'', y Ronay Jesús Pérez Martínez, también ``retornado'' de Jesús Carranza, quien afirmó que no quieren que gente extranjera o extraña ``nos venga a lavar el coco''.

En respuesta, Ernesto Zedillo partió de admitir que aquí los enfrentamientos han llevado no sólo a la división de familias, sino tristemente, también han producido muertos. Entonces reiteró su rechazo a la violencia, porque ésta no ha servido para resolver ninguna carencia.

No quiere decir que ``no entendamos a quienes desesperados porque no llegan las soluciones, porque a veces hemos sufrido malos gobiernos, no sensibles, que no luchan por la justicia y no están del lado de los más desprotegidos, y que eso los ha orillado a creer de una manera desesperada en ciertas soluciones... Pero con todo ello definitivamente no podemos estar de acuerdo en que la violencia es el camino para resolver los problemas''.

Apenas había dejado el templete, cuando el Presidente escuchó a una mujer que le describió con dificultad cómo fue despojada de su parcela y de su casa. Le pidió al mandatario poder volver, aunque sea ella sola a su propiedad, porque su hijo, aseguró, ya no piensa regresar. ``Entraron zapatistas al solar porque la querían matar. Eso fue el año pasado. Entraron encapuchados, huyó y ya no pudo recoger sus pertenencias''', tradujo para el Presidente un hombre de la comunidad.

Otro vino después y dijo que le cortaron 300 kilos de café de sus tierras. ``Lo hicieron los zapatistas en 1996; me tumbaron toda la mata y no he podido recuperar nada'', dijo. Luego llegó Julián Torres, para presentarse como abuelo de dos niños que quedaron huérfanos cuando le mataron a su hija el año pasado. Más adelante, Juan Cruz Torres manifestó ser viudo con siete hijos, porque ``asesinaron a mi esposa''.

Y siguieron así, uno a uno, con sus dramas, con sus clamores por ayuda para sembrar y para que ya no haya violencia.

A cada paso, el presidente Zedillo se interesaba por el asunto que se le planteaba; inquiría y pedía al gobernador Roberto Albores Guillén le diera más datos sobre lo que escuchaba. Este, a su vez, se remitía de inmediato a un auxiliar que lo seguía diligente, a quien ordenaba: ``Hay que ver eso''.

Curioso fue también que cuando este auxiliar del gobernante no ubicaba de inmediato a quien había hecho la denuncia, era a su vez informado sobre la procedencia de aquél por el joven Ronay Jesús Pérez Martínez, el mismo que momentos antes había hablado ante Zedillo y que en todo momento negó ser parte de alguna agrupación.

Y es que justamente esa polarización que registra la zona norte chiapaneca, hace que cada cual sepa de qué lado está.

Dígalo si no el hecho de que aquí surgieron los grupos que todos ubican como paramilitares de Paz y Justicia y Los Chinchulines. Es esta la zona de prédica del sacerdote Heriberto Cruz Vera, uno de los más atacados de la diócesis de San Cristóbal. Es, asimismo, la zona donde fueron emboscados los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera el año pasado, pero también desde donde el nuncio Justo Mullor dio su respaldo a la Conai.

Aquí, pues, la confrontación a balazos y machetazos entre ambos grupos ha dejado además un número indeterminado de heridos de ambos bandos. De acuerdo con versiones oficiales, la primera célula del EZLN funcionó en el municipio de Sabanilla, que es uno de los más marginados en el estado.

Un vuelo mucho más largo que lo programado --una hora con diez minutos-- a través de un cielo chiapaneco donde por la bruma y el humo ya no se sabe si se va o viene, llevó al Presidente a Yalcuc, municipio de Huixtán, cercano media hora a San Cristóbal. Ahí puso en marcha el Progresa, instrumento de esta administración para auxiliar a gente en extrema pobreza y del que se espera que para fines de año cubra a 113 mil familias en Chiapas.

El mandatario se enfrascó entonces en una ``prueba'' con un pequeño escolar que ``resbaló'' para repetir la tabla del dos y que tampoco supo cuántos años tienen sus hermanos. ``No te preocupes, lo consoló Zedillo, cuando estoy con el micrófono se me olvida hasta la tabla del uno... y con las edades de mis hermanos me pasaba lo mismo. Sobre todo con las de mis hermanas, tampoco me las sé, y menos ahora...''.

En su mensaje para los tzeltales, y en general para todos los indígenas, el Ejecutivo hizo nuevos llamados a la reconciliación. Cada vez son más los que la buscan, apuntó, y por ello ``sigo haciendo un llamado a quienes se inconformaron para que rectifiquen, para que cambien de actitud y entiendan que por ese camino no van a lograr nada bueno''.

Cuando llegó a Tuxtla Gutiérrez dijo que si quienes se han inconformado no escuchan cuando habla el Presidente, debieran hacerlo cuando es la gente la que pide la paz. ``Que escuchen la voz de los que supuestamente quieren defender, que reconozcan que con la violencia no vamos a llegar a ningún lado''.

Doce veces ha venido ya el presidente Ernesto Zedillo a Chiapas. Lo dijo una y otra vez: el gobierno no cree en la violencia y no la utilizará. ``Pero eso sí, no permitiremos desviaciones adicionales al estado de derecho, porque eso está en la ley, y es algo que tenemos que garantizarle a todos los mexicanos. El gobierno de la República no utilizará el lenguaje ni la amenaza de la guerra porque, por definición, entre mexicanos no puede haber guerra''.