A Sonia
No sólo fue un crítico de arte comprometido, carente de complacencias y capaz de utilizar varios enfoques; era, además, políglota, excelente traductor del español al inglés, dueño de una prosa impecable en ambos idiomas, poeta y sobre todo transparente en sus criterios. Parece que los dioses, celosos que son, recogen pronto a este tipo de seres. Al morir el 19 de mayo Robert, el inglés-oaxaqueño admirado por quienes lo conocimos en persona o por letra, tenía 39 años. Su salud era frágil, proclive a las enfermedades pulmonares, por ello nunca venía a la ciudad de México e hizo de Oaxaca su centro de actividad en cuanto a su vocación escritural como de promoción cultural.
Una súbita alza de presión que desembocó en infarto terminó con sus días en plena etapa productiva. Justo antes de su muerte hablamos del original de su libro Atardecer en la maquiladora de utopías que publicarán el CNCA-Maco de Oaxaca y otras instancias. Me preguntaba si era necesario incluir ilustraciones. Le dije: es un proceso complicado, nada fácil, lento y caro. De pensarse en ilustraciones hay que empezar a recopilarlas desde ya, pero entonces el volumen se demorará hasta el año próximo. Respondió: de ser así habría que añadir nuevos hechos porque el arte actual, su circulación y su mercado en Oaxaca cambia año con año.
Tratándose de un libro de línea, dije, las ilustraciones resultan prescindibles. No sólo me dio la razón: me dijo que el libro debería ver la luz este año si es que había de lograr la eficacia debida. Robert estaba como siempre: lúcido y entusiasta, despojado de toda presunción y esperanzado en recuperarse de lo que parecía ser una infección bronquial. Su postrer trabajo sobre arte está a punto de entrar en prensa. El tema es Rufino Tamayo e incluye además entrevistas a seis artistas oaxaqueños. Lo que más me impresiona de la tónica de Valerio es la carencia total de pretensión, de orgullo de escritor, sumada a una valentía pocas veces vista. Fue mucho lo que le aprendí durante y me queda el orgullo de advertir su valía la primera vez que hablé con él, seguida ésta de los comentarios que me hizo a propósito de unas traducciones que habría de realizar para el libro conmemorativo del Maco sobre nueve pintores oaxaqueños.
Nacido en Inglaterra, de familia paterna italiana proclive a la aventura, Valerio estudió letras inglesas y francesas en la Universidad de Liverpool, vivió en París, estuvo una temporada en Lima, perfeccionó su español al grado de escribir con elegancia y envidiable sintaxis en nuestra lengua. Desde 1984 se estableció en Oaxaca, sin por ello cancelar sus colaboraciones en Inglaterra, donde además de ensayos publicó un poemario: Fifty-Fifty. Está antologado en 100 Major Modern Poets (también en Inglaterra) y es autor de un peculiar librito de narraciones Cuando amanezca otra vez (colección Peras del olmo de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca). Son 14 textos de dimensiones varias, a veces guardan la trama y la concisión de un cuento (Justina Robles) y otras son escenas que tienen desenlace inesperado (El debut). Hay uno casi tan breve como un haikú. Cada capítulo está separado del precedente con fotografías blanco y negro de M. Paillard reproducidas en duotono. En marzo pasado me lo dedicó en Oaxaca mientras tomábamos aguas frescas en una fonda. Lo leí esa misma noche de una tirada: está permeado de humor noir, y de situaciones que lindan entre lo fantástico, lo funambulesco y la metáfora filosófica.
Hay allí un pianista que por su ambición beethoveniana se convierte en su piano en pleno escenario, una tribu que ha tornado a la práctica del degüello sincronizado, una historia de amor cronometrada, un cómodo sofá que representa a la imagen materna (pero la madre ¡amaba más a Dios!, cosa que no complació al hijo, como es natural) o un hombre que sale en búsqueda del reflejo de su imagen, inexistente en el espejo. También está allí, entre líneas, la amenaza de la enfermedad y de la muerte.
Valerio confirió cargas profundas al significado de las palabras, tanto en esas narraciones como en su quehacer de crítico al que confiero un carácter ejemplar, porque si bien sus escritos en este orden de cosas trasminan cultura, se asimilan sin que la erudición pese, privilegio de pocos. Tan transparente era, que su huella quedó más para su posteridad que para su presente. Su último texto publicado introduce al hermoso libro-catálogo del Insectario, de Toledo, auspiciado por el Maco y su Sociedad de Amigos. Puede adquirirse en la sede actual de la exhibición, la Galería Juan Martín.