Hay varias formas de entender la política, pero en todas ellas existe un elemento esencial que es el poder. Y no sólo el poder que se ejerce entre los distintos grupos que forman la sociedad, sino entre aquéllos que constituyen el Estado y los que conducen el gobierno. En muchas de las concepciones de la política hay un elemento utilitario acerca de las funciones que ejerce el gobierno por el bienestar de la población. Esto se asocia con un criterio de eficiencia que surge de las mismas funciones que cumple la administración de los asuntos públicos.
Cuando un grupo ciudadano de Roma protestaba ante el Senado por la mala situación económica, Menenio Agripa buscó convencerlos de la genuina preocupación de los patricios por la situación del pueblo. Explicó la forma en que la sociedad se compara con el cuerpo humano, la manera en que se relacionan las distintas partes y el papel del Estado. Contó que, una vez, todos los miembros del cuerpo se rebelaron contra el estómago; su acusación fue que éste permanecía en medio del cuerpo como un pozo, inactivo, almacenando siempre la comida, sin soportar nunca trabajo alguno como los otros, mientras las demás partes veían, oían, discurrían, caminaban, sentían y, colaborando unos con otros satisfacían las exigencias de todo el cuerpo. El estómago aceptó que era el primero en recibir el alimento que sustentaba al resto y que eso era justo, por ser el depósito y almacén de todo el cuerpo. Pero pidió que recordaran cómo lo despacha por los ríos de la sangre hasta el corazón, al cerebro, los nervios más potentes y las pequeñas venas que reciben, así, lo que necesitan para vivir. Y aunque todas las partes del cuerpo no puedan ver al mismo tiempo lo que el estómago les da a cada una, se puede hacer la cuenta de que ``todos de regreso recibís de mí la fina harina de todo, y que me dejáis solo el salvado'' (Coroliano, de Shakespeare).
El quehacer de la política, más allá de los buenos oficios del estómago, consiste en el permanente reacomodo de las fuerzas y la toma de posiciones para mantener el control sobre las cosas y los acontecimientos. Pero no puede dejar de relacionarse con el elemento de eficacia en la función pública. Después de todo, en el caso de México ése ha sido uno de los argumentos principales de la reforma del Estado y de su componente administrativo. Por eso llama la atención el conjunto de los cambios en los puestos públicos ocurridos recientemente. Y aparte de su evidente contenido político, conviene pensar en su expresión puramente administrativa, es decir, en términos de su eficiencia. Cuando un funcionario es removido de un puesto de gestión de los asuntos públicos, que involucra la administración de servicios y de obras, dicha acción debería explicarse por la incapacidad que esa persona muestre en su trabajo o la imposibilidad de continuarlo, ya que después de todo, hasta en México existen las verdaderas razones de estado de salud de los que trabajan en el gobierno. En ese caso convendría que se dijeran claramente las razones que llevan a la corrección de una decisión que probara no haber sido buena.
Esa no es todavía la situación en México. Muchas de las remociones se hacen por salvar compromisos políticos y en ese sentido pueden contribuir con la ineficiencia administrativa que es tan costosa para esta sociedad. El caso de Caminos y Puentes Federales de Ingresos ilustró hace unos meses el compromiso político que significó lo que apareció como la necesidad de sacar de la jugada a un posible contendiente del PRI por la gubernatura de Veracruz. ¿O es que el entonces director era incapaz?
Lo mismo ocurre ahora en el Infonavit, donde hace apenas unos días se aplaudió al director en su informe de labores. Y en el ISSSTE se llevan ya tres directores en lo que va del sexenio. Esto es sólo una muestra del costo económico que tiene la política, cuando las piezas de responsabilidad de programas que hay que aprender a conducir se mueven como peones que se sacrifican, sin que parezca haber una estrategia clara sobre cómo hacer que las instituciones cumplan con lo que tienen que hacer: caminos y viviendas y hospitales y otras mil cosas que en este país tienen un rezago enorme.