El 12 de mayo pasado, al quinto día de que la bruma derivada de los incendios forestales opacaba el ambiente tabasqueño, falleció en Cunduacán Armando Rodríguez Ramírez, de 18 años, a causa de un cuadro agudo de asma, debido a ``la exposición por mucho tiempo al humo''. A pesar de ello, las autoridades insistieron en minimizar el problema.
El jueves pasado, la Secretaría de Salud publicó un desplegado en los principales diarios donde señalaba que las poblaciones de Villahermosa y la ciudad de México sólo han padecido dificultades para respirar, tos seca, dolores de garganta y cabeza, lagrimeo y, sobre todo, irritación de ojos. ``Hasta ahora no se han registrado fallecimientos directamente atribuibles a esta contingencia'', agregó.
Con ello pretendía desmentir a su director general de Asuntos Internacionales, Federico Ortiz Quesada, quien el martes declaró en el aeropuerto del DF: ``Todas las personas con enfisema, asma y daños importantes al pulmón, ahorita ya se están muriendo o se tienen que ir de la capital porque aquí es imposible respirar''.
Humo en los ojos
El 14 de mayo, la bruma llegó a la capital. El gobierno del DF decretó alerta ambiental a las 9 de la noche, cuando las PM10 (partículas menores de 10 micras; es la ``fracción respirable'' de las partículas suspendidas en el aire) llegaron a 230 puntos Imeca en el noreste de la ciudad de México. Pero no quiso decretar el Doble Hoy no Circula, lo cual desató una oleada de críticas.
A decir de la maestra en ciencias, Yolanda Falcón, una de las mayores conocedoras del tema, en la capital las PM10 se componen sobre todo de partículas de hierro, cromo, cadmio y otros metales pesados, sulfatos, nitratos y compuestos orgánicos (acetonas, aldehídos y alcoholes), los cuales llegan hasta los alveolos pulmonares, pasan al torrente sanguíneo y van a depositarse en órganos vitales como el hígado o el cerebro. ``Su efecto nocivo se potencia tras combinarse con el ozono'', advierte. Por su tamaño, no hay membrana que contenga su paso (mucho menos un tapaboca). Su ingestión constante deriva en el agravamiento de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, alteraciones de los sistemas de defensa del organismo, daño en los tejidos pulmonares y, en caso extremo, edema y enfisema pulmonar. Esto último porque los sulfatos se transforman en ácido sulfúrico al combinarse con la humedad del tracto respiratorio.
El Instituto Nacional de Ecología estima que la atmósfera de Monterrey recibe al año 813 mil toneladas de partículas, la ciudad de México 450 mil y Guadalajara 303 mil toneladas.
Falcón considera que la planta industrial y los motores de diesel son los principales generadores de PM10. En México no se sabe con precisión a quién responsabilizar por este contaminante, pero el inventario de contaminantes de la costa sur de California da un buen indicio: ahí, las industrias y los servicios generan 90% de las partículas menores de 10 micras, en tanto el 10% restante corresponde al transporte.
De acuerdo con un estudio elaborado por Sergio Margulis para el Banco Mundial en 1992, se estima que las partículas suspendidas provocan en México pérdidas anuales de 360 millones de dólares por su incidencia en los índices de morbilidad y de 480 millones de dólares al incrementar la mortalidad. Es, según el estudio, el contaminante que más lesiona a la población y a la economía nacional, superando por mucho al ozono.
Visión parcial
En rigor, la contingencia ambiental se decreta cuando la contaminación atmosférica rebasa los 250 puntos del Indice Metropolitano de la Calidad del Aire (Imeca). Sin embargo, tal disposición está diseñada para el ozono, el contaminante más común en el DF, en la creencia de que el dióxido de azufre y las PM10 nunca llegarán a tales niveles. De hecho, uno de los mayores cuestionamientos a la estrategia contra la contaminación es que está demasiado ``ozonificada''.
Uno de los responsables del diseño del Programa para Mejorar la Calidad del Aire en el Valle de México fue Gabriel Quadri, como director del Instituto Nacional de Ecología. Desde que fue removido de su puesto, a principios de año, Quadri ha lanzado toda clase de críticas a los funcionarios ambientales. Ahora no desaprovechó la coyuntura y les recriminó por no instrumentar medidas extraordinarias a pesar de que desde abril había indicios de lo que hoy padece la ciudad.
El Movimiento Ecologista Mexicano tampoco desaprovechó la ocasión. Su presidente, Alfonso Ciprés, acusó de negligencia a las autoridades capitalinas al no decretar el Doble Hoy no Circula. Con ello, Ciprés se cobró la balconeada a que lo sometieron las nuevas autoridades, cuando ventilaron los negocios que realizó durante la regencia de Oscar Espinosa, con una supuesta inspección social a los verificentros. Por avalar el funcionamiento de cada una de esas instalaciones, el MEM cobraba 6 mil 600 pesos trimestrales. Igual sucedió con Luis Manuel Guerra, presidente del Instituto Autónomo de Investigaciones Ecológicas y colaborador de Radio Red, también beneficiario de la ``inspección social''.
Viejos argumentos
El secretario de Medio Ambiente del DF, Alejandro Encinas, justificó la decisión oficial de no poner en marcha el programa de contingencias ambientales. En su opinión, tal medida no ayudaría porque la bruma que invadió al DF provenía de los incendios forestales y no de la quema de gasolina.
El problema, sin embargo, era el efecto conjunto de todos los contaminantes, sobre todo cuando el más agresivo alcanzaba concentraciones extraordinarias. Su argumentación fue muy parecida a la de otros funcionarios que han ocupado el mismo cargo en pasadas administraciones.
Los partidos Acción Nacional y Verde Ecologista cuestionaron: ``Al gobierno capitalino parece haberle temblado la mano para aplicar el plan de contingencia, a fin de no ver afectada su imagen política ante los industriales y ciudadanos'', dijo José Luis Benítez, presidente de la Comisión de la Preservación del Medio Ambiente de la Asamblea Legislativa del DF.
Para colmo, el doctor Humberto Bravo, autoridad internacional en problemas de contaminación, ha criticado la metodología para el reporte de la polución por partículas menores a diez micras. Y con sustento.
La norma indica que, en promedio, la concentración de este contaminante no debe rebasar los 150 microgramos por metro cúbico durante 24 horas. Es decir, que deben sumarse los registros de un día y dividirse entre 24 horas. Eso es lo que debería mantenerse debajo de 150 microgramos por metro cúbico, el equivalente a 100 puntos Imeca. Pero en el DF se lleva la medición hora por hora y se suspende entre las 9 de la noche y las 7 de la mañana, de manera que, a decir del doctor Bravo, no hay forma de saber cuál es la situación real de este contaminante en la ciudad de México, el más lesivo de cuantos flotan sobre la cabeza de los capitalinos.
Otra crítica es la del organismo ambientalista internacional Greenpeace, por la elevación de las estaciones de monitoreo (hasta nueve metros de altura, donde algunas sustancias ya comienzan a diluirse). Esto, dicen los ecologistas, impide saber con certeza qué respira en realidad la población.
El pasado jueves, Cuauhtémoc Cárdenas dijo que la Secretaría de Educación Pública ``procedió irresponsablemente'' cuando un día antes ordenó de manera unilateral levantar las restricciones en el turno vespertino de las escuelas, lo que permitía realizar actividades al aire libre pese a que la situación de precontingencia ambiental no había terminado.
Benjamín González Roaro, el antiguo ayudante de Elba Esther Gordillo que ocupa la subsecretaría de Servicios Educativos del DF, argumentó que todo se debía a un malentendido.
El que se mueve no sale
Lo dicho y hecho ante la bruma que nubla el panorama nacional difiere sustancialmente entre antes y después del 13 de mayo, el día de los ajustes en el gabinete presidencial.
A ciencia y paciencia, la secretaria de Medio Ambiente, Julia Carabias, esperó dos meses a que la Comisión Intersecretarial de Gasto y Financiamiento autorizara un incremento de emergencia de 43 millones de pesos para el combate a los incendios forestales. El 26 de marzo, entregó un programa especial al presidente Ernesto Zedillo. Ese mismo día, el mandatario anunció medidas extraordinarias para contrarrestar el fuego en las zonas rurales. Se antojaba tardía la reacción, pues para entonces las llamas habían quemado casi la misma extensión que durante todo 1997. Aun así, no se tomó ninguna acción inmediata. Apenas el miércoles pasado se aprobó la partida adicional.
Sólo un pequeño giro se percibió en la postura de la Secretaría de Medio Ambiente, cuando la espesa nube traspasó la frontera norte y diversas poblaciones de esa región, en Estados Unidos, decretaron estado de emergencia y se quejaron en forma estruendosa de lo que ocurría en nuestro país. Fue entonces que México anunció medidas más drásticas en el combate al fuego y pidió ayuda al extranjero. Sin embargo, se mantuvo en su postura de negar que el problema de los incendios forestales haya alcanzado proporciones alarmantes, a pesar del medio centenar de brigadistas muertos.
Por lo anterior, algunas regiones fueron abandonadas a su suerte. Desde hace meses, las poblaciones oaxaqueñas de Los Chimalapas demandaban ayuda y denunciaban que se les estaba dejando solas en el combate al fuego. Ahora las autoridades admiten que ni siquiera es posible sobrevolar la zona por la cantidad de humo; en compensación, anuncian que los 43 millones de pesos irán íntegros a esa región.
La Secretaría de Medio Ambiente se jacta de que todas sus decisiones se basan en criterios científicos, sin embargo, la política parece estar más presente que nunca. También enrarece el aire y provoca víctimas.