La Jornada viernes 22 de mayo de 1998

José del Val
La guerra contra los pueblos:ya se perdió

¿Cómo haremos comprender a nuestro gobierno el descomunal error histórico que día a día se comete en Chiapas?

¿Quién podrá hacer ver al Presidente de la República que sus operadores políticos, con sus desquiciadas estrategias, cavan día a día la tumba histórica de su administración mientras tejen un sudario impregnado de sangre india?

¿No son conscientes tales funcionarios de las indelebles páginas de Historia Patria que se escriben con cada desatino para los futuros libros de texto?

¿No se han percatado del malestar que crece, día a día, en todos los niveles en las fuerzas armadas, al verse obligatoriamente involucrados en una irresponsable aventura militar que los ubica ya como una fuerza de ocupación en su propio territorio?

Decenas de miles de soldados han sido desplazados dizque para combatir a un millar de insurgentes mal armados que no aparecen por ninguna parte y que no han tirado un tiro en más de cuatro años. Y hoy, con irresponsable torpeza, los operadores políticos, quieren enfrentar a los soldados a ¡un puñado de pueblos desarmados que reclaman su legítimo derecho a convertirse en municipios!

¿Qué esperan para comprender que el zapatismo ofreció al Estado mexicano una generosa salida política al conflicto, al desplazar las negociación, de la vía de las armas y los ``Desacuerdos de Larráinzar'', hacia la reconstrucción del tejido social por la vía municipalista.

La obvia tarea de los miopes operadores era y, sin duda lo es, la de construir las alternativas jurídicas adecuadas y los consensos necesarios para que los legítimos municipios autónomos alcancen su natural estatus constitucional.

¿Y cómo les han respondido?: negándolos, acosándolos, atacándolos, encarcelando a sus representantes y dando el bochornoso espectáculo de manosear el artículo 33 de nuestra Carta Magna para expulsar a inocuos observadores, y lanzando torpes y ridículas campañas de comunicación, que confunden los foros mundiales con un table dance y exhiben impúdicamente en cueros al gobierno mexicano.

En Chiapas, un oscuro y enloquecido empleado de confianza, que ocupa las funciones de gobernador amenaza a los pueblos, expande y engorda la cultura paramilitar y mediante vitriólicas y enardecidas acusaciones, incita a una cacería de brujas, que día con día cobra nuevas víctimas y está a punto de producir una nueva gran tragedia.

Esta inconcebible ausencia de oficio político, de incapacidad para la negociación social, de miedo a la ciudadanía y de falta de vigor democrático, se oculta mediante argucias legaloides, flagrantes violaciones constitucionales y en el abuso creciente de la institucionalidad de nuestro ejército.

Y uno se pregunta ¿cómo y cuándo van a salir esas decenas de miles de soldados y equipos involucrados?

Los pueblos ya manifestaron su voluntad municipal. Con dignidad ejemplar, con sus mujeres, con cuerdas y carteles defienden su legítimo derecho a ser municipios: al derecho irrenunciable a su autonomía.

Ellos ya decidieron republicana y patrióticamente convertirse en municipios y resistirán dignamente hasta que alguna soberanía entienda y se digne a escuchar y empiece a trabajar con ellos para alcanzar su formalización constitucional.

Mientras, una desconsolada legión de funcionarios, negociadores, legisladores y otros, desesperan porque Marcos no les dirige su salvífica palabra. Y con descarado racismo ¡ni ven, ni escuchan, a decenas de miles de indios que todos los días exigen y los invitan a reconstruir el tejido social, a construir el futuro de México!, a ellos se les combate.

Racismo y también machismo: gobernadores, secretarios de Gobernación y los varios grupos de negociadores, han creído que la solución al problema de Chiapas radica en ganarle la partida a Marcos. Todos han caído en el intento. Al margen de que es una tesis políticamente errónea, deberían reconocer que aunque así no lo fuera: estaría durito.

La negociación debe ser, es y será con los pueblos indios, están ahí, son millones, están desarmados, dispuestos a dialogar y negociar, para empezar: quieren ser y hacer municipios.

¿Qué más nos hace falta para comprender el silencio del Ejército Zapatista de Liberación Nacional?

Paren ya esta estúpida guerra, tengan el valor civil de reconocer que se equivocaron, desarmen a las bestias paramilitares, regresemos con honor y sin humillación nuestro ejército a sus cuarteles, empecemos a negociar y cerrar de una vez por todas este oprobioso episodio de nuestra historia nacional.

Es momento de rectificar, de asumir con patriotismo y sinceridad, que al igual que en aquel diciembre, se cometió otro terrible y este más costoso error.

La injusta guerra contra los pueblos estaba perdida antes de iniciarse.