Suelo pensar que entre la literatura y la medicina hay muchas coincidencias, sobrados paralelismos y suficientes interpretaciones comunes. Las palabras de los enfermos, sus gestos, su historia, las narraciones de sus males y dolores --llamémosles su literatura-- suelen contener letras y expresiones similares a las ideas vertidas en algunos artículos de investigación médica. Ni qué decir de aquellas novelas o poemas cuyos párrafos conducen al lector, médico o no, al diagnóstico del mal o de la enfermedad.
La lectura de un artículo médico reciente (The Lancet, enero 1998) dedicado a analizar los factores que predicen el suicidio, la muerte accidental y la muerte natural prematura fueron buen pretexto para leer el Deutsches Requiem de Borges. Sucintamente, la investigación llevada a cabo en Holanda e Inglaterra, conjuntó a tres especialistas, 3 mil 591 enfermos y tomó, al menos, dos años de estudio. El gran esfuerzo valida las conclusiones: en algunas enfermedades, la autodestrucción se asocia con frecuencia a problemas que datan de la infancia o de la adolescencia. Anomalías como enuresis nocturna, mala condición física, ansiedad, alteraciones de la conducta e inestabilidad emocional predisponen al ente a la automutilación y a pobre autoestima.
El estudio asevera que un porcentaje alto de individuos que recurren al suicidio o a la ``muerte accidental'' --drogas, manejar a altas velocidades, practicar deportes de alto riesgo-- para poner fin a sus vidas y así ``ordenar su caos'' han escrito con suficiente antelación su futuro. No en balde el fumador fuma, el obeso come o el diabético no acude al doctor; su patología es su vida. Y los componentes de su existencia, salud y enfermedad, son a la vez la literatura de su historia, de su vida. Freud solía llamar a esas tendencias el instinto de la muerte. Yo las considero el correr de la realidad matizado por demasiados insalvables no modificables: pobreza, salud mental, familia, sociedad. Factores cuya suma son fertilizantes de la autodestrucción. Sociedad y profesión médica deben entender que es vital conocer las causas que conducen a la autodestrucción.
En el texto borgiano, el diagnóstico es similar. La única diferencia es la metodología. El escritor argentino lee la enfermedad a través de los avatares de la vida: ``...releí que todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio''. ¿Cómo conciliar, si es que de algo sirve, la interpretación que hace del destino Borges con las ideas de los investigadores europeos? ¿Cómo conjuntar nociones médicas con diagnósticos literarios? ¿Cómo leer textos separados por cinco décadas?
Quien padezca alguna enfermedad ``crónica'' o quien haya encontrado en la literatura el reflejo de sus propios males o de sus curas, coincidirá en la bidireccionalidad entre literatura y medicina. No en balde, en algunas facultades europeas, parte del currículo de las escuelas de medicina exige que los alumnos actúen o lean poesía. Lo mismo deberían hacer aquellos doctores ``realmente'' preocupados por sus enfermos. El diálogo profundo o la explicación de la enfermedad y su génesis, así como las posibles formas para modificar el destino de su padecimiento haría a los pacientes ``cómplices'' de su tratamiento. Modificar su estilo de vida disminuyendo la autodestrucción podría ser el resultado.
Giles Deleuzze dice que ``...el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo. El mundo es el conjunto de síntomas con los que la enfermedad se confunde con el hombre. La literatura se presenta entonces como una iniciativa de salud... De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados''.
Lo mismo sucede con los enfermos. No entienden su padecer mientras que no amenaza su vida. Y no comprenden la influencia del pasado en su estado de salud hasta que no se les explica que salud y enfermedad es la suma ``de un todo''. Si los seres humanos no valoran su vida, no se esforzarán demasiado en prolongarla. Releerán y releerán a Borges y aportarán suficientes elementos para hacer de su muerte un suicidio. Y mientras tanto, la medicina preventiva seguirá fracasando, la literatura continuará narrando historias médicas.