Miguel Barbachano
Cine guerrillero centroamericano

``¿Quién o quiénes recogerán con sus cámaras de cine los sucesos que estremecen a Chiapas?'', me pregunté en un artículo anterior hace apenas unos años. Hoy con la aparición en las pantallas de nuestra caótica capital de la película de John Sayles, Hombres armados (1997), parece ser que finalmente existe una respuesta a mi añeja preocupación. Pero de qué manera el independiente director estadunidense se aproximó aquella problemática que aún estremece al mundo.

A través de una road movie de intensa vocación documental capaz de recoger en fotogramas las fatigas culturales y existenciales de su principal protagonista, el doctor Fuentes, hombre integro y solidario, que va a la búsqueda de sus discípulos alojados en aquellos caóticos espacios donde se enfrentan en ardiente lucha sin cuartel a militares y guerrilleros. Unos siempre dispuestos a articular la libertad, otros con la consigna de destruirla.

Apartémonos de la descripción de la cinta de Sayles para encuadrar memorísticamente el cine guerrillero nicaragüense y salvadoreño, y encontrar válidos antecedentes del trabajo que ahora nos ocupa. Por ejemplo, en 1976 Baltazar Polio realizó el documental Topilzin que narra el trajín de un papelerito por las calles de las principales ciudades de El Salvador. Trajín que vino a otorgarnos una visión de la miseria que se enseñoreaba en la nación hermana. Al año siguiente, Polio estableció en otro documental una comparación entre las dos razas más explotadas de América Latina, El negro y el indio.

Más tarde otros cineastas cobijados en el grupo Cero a la izquierda realizaron La zona intertidad que muestra en las pantallas los asesinatos cometidos contra maestros y otras personas progresistas en la zona intertidad, que es donde coinciden tierra y agua. La segunda película del grupo fue Morazán, que presenta a los ojos del mundo la vida en la primera tierra liberada del país: el nordeste.

Otro documental se llamó Violento desalojo, acerca del espíritu de lucha del pueblo en armas. En aquel entonces, el mexicano Paul Leduc articuló un amplio análisis sobre la opresión en El Salvador desde la época colonial hasta nuestros días, en Historias prohibidas de pulgarcito.

De igual manera, el Frente Farabundo Martí realizó material fílmico esclarecedor. Un primer trabajo se tituló El Salvador: imágenes de su pueblo, de Rafael Guzmán. Otro fue El Salvador, el pueblo vencerá, de Diego de la Texera. En 1981, Cero a la izquierda dio a conocer un nuevo trabajo, La decisión de vencer, 75 minutos de imágenes en movimiento que de nueva cuenta muestran la vida en los espacios liberados.

Acerquémonos ahora al cine guerrillero nicaragüense para citar en primer término al holandés Frank Diamond, realizador de un documental de 41 minutos de duración sobre la insurrección en cinco ciudades: Nicaragua, septiembre 1978. Por la misma época el frente Sandinista de Liberación Nacional coprodujo con la firma Istofilm, Nicaragua, patria o muerte. También se ocuparon de la revolución de septiembre los mexicanos Adrián Carrasco y Leo Gabriel (Nicaragua, en la montaña enterramos el corazón del enemigo) y Bertha Navarro (Nicaragua, los que harán la libertad).

En marzo de 1979 -cuatro meses antes de obtener la victoria-- el Frente Sandinista organizó su propia red de producción a través de dos comisiones: una que debería captar exclusivamente escenas de la lucha y otra encargada de seleccionar esas secuencias y distribuirlas en el extranjero. Los cinecreadores de la primera comisión lograron imprimir más de 25 mil metros de película que son una vasta crónica visual de la revolución nicaragüense.

Ahora pregunto: ¿conoció John Sayles estos vastos materiales antes de realizar el guión de Hombres armados? Porque a mi entender existen indudables puntos de contacto entre los trabajos anteriormente citados y la película que hoy circula en algunas salas de nuestra ciudad.