José Steinsleger
Las madres de la maquila

La exportación de capitales de los países ricos a los países pobres ya no representa, como antes, la concesión de créditos o de inversión productiva. Desde hace más de 20 años el capitalismo tiende a la ``internacionalización del proceso productivo'' que en términos poco elegantes equivale a explotación de mano de obra barata en condiciones laborales de semiesclavitud: la maquila.

``Maquila'' es un vocablo de origen árabe que denota medida de capacidad. En el México colonial así se llamaba al precio que se cobraba por trillar o beneficiar los granos ajenos. En el ``libre comercio global'' (cuyo principio consiste en que todo puede ser manufacturado en cualquier parte del mundo a condición de la subdevaluación de las monedas nacionales para que los productos puedan ser vendidos en cualquier otra parte), los modernos esclavos de la maquila compiten entre sí con la fuerza de trabajo de cualquier otro país de la tierra. Sin advertirlo, los pobres luchan y se perjudican entre sí.

Hasta los años ochenta la maquila representaba a la filial de una fábrica. Hoy se ha transformado en un departamento más de la misma fábrica. Los mercados nacionales ya no interesan sino como proveedores de fuerza de trabajo. Se transforman en países maquila, es decir montadoras o fabricantes especiales de piezas que se importan sin costo y se reexportan procesadas al extranjero. La falacia consiste en sostener que los productos de la maquila son más ``competitivos'' cuando ingresan en los mercados occidentales. Pero cuando Nike transfiere su fábrica de calzado deportivo de Estados Unidos a Asia, baja sus costos de producción en lo que hace a la mano de obra. Sin embargo, el precio de los zapatos en el mercado americano no disminuye en igual medida.

En consecuencia, si los sindicatos del país vecino reclaman concesiones se les responde que no presionen ``demasiado'' pues de lo contrario las empresas se irán a ultramar, donde podrán obtener mano de obra mucho más barata, que no busca protección laboral, largas vacaciones y todos los otros ítems. Así, desde 1973 los ingresos de los trabajadores estadunidenses han venido cayendo en 20 por ciento, según cifras del Departamento del Trabajo.

En el país del norte el modelo de cómo se distribuye el producto entre el capital y el trabajo surgió de acuerdos elaborados por sucesivas generaciones que protagonizaron debates políticos, elecciones, huelgas, cierres patronales, represiones y otros elementos de negociación y coacción. Pero en los últimos años estos acuerdos se están destruyendo por el trabajo producido por cientos de millones de personas a miles de kilómetros de distancia.

La maquila es el único tipo de industria que en México se ha multiplicado en los últimos años. En la frontera norte y otras ciudades del país más de 2 mil maquiladoras dan empleo a 800 mil personas, mujeres en su mayoría. En 1993, la Cámara Americana de Comercio aseguraba que en México el ahorro de las maquiladoras representaba 32 mil dólares por trabajador al año. Multiplicado este valor por los 500 mil trabajadores que entonces trabajaban en las maquiladoras, el ahorro anual ascendía a 16 mil millones de dólares para las empresas de Estados Unidos gracias a ventajas tales como estímulos fiscales (sus exportaciones no causan IVA y no se les aplica el impuesto al activo), a más de contar con toda la infraestructura urbana.

Las maquiladoras plantean serios problemas para la calidad de vida de sus trabajadores, cuyas condiciones suelen ser pésimas. El tiempo de trabajo en la maquila puede extenderse hasta 10 horas diarias. La contaminación causada por estas plantas ha originado múltiples casos de enfermedades dermatológicas y gastrointestinales, principalmente entre mujeres por ser éstas las que permanecen más tiempo expuestas a solventes y otros químicos peligrosos sin la más mínima protección. Muchas de ellas dieron a luz niños con deformaciones físicas.

Las mujeres de la industria maquiladora enfrentan la falta de libertad sindical, escaso conocimiento sobre sus derechos laborales, poca seguridad pública y nulos contratos de protección. Para trabajar en la maquila los hombres sólo deben presentar acta de nacimiento. En cambio, las mujeres deben además prestarse a un examen de no gravidez, practicado por un médico de la propia empresa.