Un nuevo huésped habita, a partir del pasado 14 de mayo, en la galería de villanos favoritos del gobierno federal: las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que, según el Presidente de la República, alientan la presencia de extranjeros en Chiapas, tienen intereses políticos, luchan por el poder y no dan la cara. Su presentación en la nueva sociedad del mal corrió a cargo del mismo Jefe del Ejecutivo, quien, durante una gira por Coahuila, arremetió contra ellas.
La lista de quienes ocupan un lugar en la galería ha crecido rápidamente en los últimos meses. En ella ocupan, según destacados voceros gubernamentales, un lugar destacado los turistas revolucionarios disfrazados de observadores de derechos humanos; algunos medios de comunicación que dan amplia cobertura a lo que pasa en Chiapas; los intelectuales, que no entienden que la lucha que hoy se libra en el país es entre los demócratas y los violentos (y que la militarización y el uso de la fuerza pública contra los municipios autónomos no es violenta sino es una medida para restablecer el Estado de derecho); el PRD, que insiste en actuar como el brazo político del zapatismo; la Conai, que ha desvirtuado su función mediadora por declarar que no es neutral ante la injusticia y el incumplimiento de acuerdos; el EZLN, que ha dejado de ser un grupo de mexicanos inconformes para ser el grupo paramilitar más grande existente en el país; los municipios autónomos, que son la principal amenaza para la democracia nacional; las Iglesias comprometidas con el proceso de paz, que no entienden que su misión no tiene que ver con este mundo; y, ahora, las ONG. El número de los villanos favoritos del gobierno se reproduce con tanta rapidez que muy pronto requerirá de una política de control poblacional.
Que un político profesional acuse a las ONG de tener fines políticos, como antes otros han acusado a fuerzas de querer ``politizar'' el conflicto en Chiapas, suena un poco extraño. ¿Hay algo malévolo en que grupos de ciudadanos organizados hagan política? Como ha señalado Charles Reilly, las ONG son, en las democracias, el equivalente de los vasos capilares en el sistema cardiovascular, esto es, el último punto de distribución de la corriente sanguínea arterial, y el punto de partida en el retorno de la sangre de las venas del corazón. Los vasos capilares hacen posible el intercambio de oxígeno, elementos nutritivos y desechos entre la sangre y los tejidos. Las ONG son un punto privilegiado de intercambio de información, recursos financieros, asistencia técnica y organización de la demanda social.
Su papel, sin embargo, es aún más significativo en sociedades como la nuestra, que mantienen muchos rasgos autoritarios, y en la que el Estado ha abandonado una parte significativa de sus funciones redistributivas y asistenciales, o pretende condicionarlas al mantenimiento de clientelas electorales.
Que las ONG hagan política no significa que busquen el poder. No son partidos ni asociaciones políticas ni organizaciones gremiales. Son instrumentos para articular, agregar y representar intereses en condiciones de bloqueo político. Su actuación no tiene por qué supeditarse a los procedimientos de la participación electoral.
Parte central de sus actividades está relacionada con la lucha por la democratización entendida como ``la extensión progresiva del principio de ciudadanía, de forma que abarque un mayor ámbito de personas con dicho derecho y mayores esferas en las que la decisión colectiva entre personas con igualdad de derechos (o sus representantes) resulte obligatoria para todos'', O'Donell y Schmitter. Para justificar su actuación, las ONG no tienen que inventar ninguna causa supuestamente humanitaria.
Desgraciadamente la política económica en marcha ha sido extraordinariamente eficaz en fabricar cada día más pobres y en atender cada vez con menos eficiencia y cobertura sus necesidades, y los derechos humanos se violan cada vez más, como para que las ONG requieran inventar pretexto alguno para explicar su acción.
El alojamiento de las ONG en la galería de villanos favoritos del gobierno parece darle la razón al coordinador para el Diálogo en Chiapas, Emilio Rabasa, cuando señala como uno de sus logros ``el haber retomado, por parte del gobierno, la iniciativa política'' (Enfoque, 17 de mayo de 1998). Lástima que no sepan qué hacer con ella...