``Billete mata carita''
La selección sexual
Marco Antonio Sánchez Ramos
Nuestro comportamiento en ocasiones nos parece extraño, más aún cuando tratamos de conseguir pareja. Pero por más rara o compleja que nos parezca, la conducta sexual no es sino una información que queremos transmitirle a miembros de nuestra misma especie respecto de nuestras potencialidades, sean éstas reales o ficticias.
Recuerdo a un amigo de mi cuadra llamado Rupilo, El Muñeco (ya se imaginarán cómo estaba). Casi todas las muchachas querían andar con él y, por supuesto, Rupilo se daba el lujo de escoger entre una larga fila. Eso sí, muy caritativo y amigable, nos permitía probar suerte con aquellas que todavía estaban a la espera de que les tocara su turno, pero que no se nos ocurriera voltear a ver siquiera a sus novias oficiales porque nos iba mal.
En éste y en muchos otros aspectos no somos tan diferentes a los macacos, entre los que existe un macho que le llaman alfa, el cual presenta unas características conductuales y físicas que lo hacen irresistible para las hembras de su harem. Los demás machos tienen conductas de sumisión que se van acentuando conforme se encuentran en niveles cada vez más bajos dentro de la jerarquía. Las hembras también tienen lo suyo, y las que están más arriba en la jerarquía tienen el privilegio de estar junto al macho alfa y apa- rearse con él. Las otras hembras les tocan a los changos con menos jerarquía.
Competencia y oportunidad
Aunque a algunos de nosotros nos parezca injusto ese tipo de jerarquización, lo cierto es que la naturaleza favorece a aquellos individuos que están mejor adaptados a su ambiente.
En el caso de los monos a los que me he referido, el macho alfa comunica a las hembras y a los otros machos que él tiene la capacidad de defender un territorio, proteger a las hembras de un depredador potencial, conseguir buen alimento y aportar genes adecuados para tener descendencia en condiciones óptimas para acoplarse a su ambiente.
La hembra, por su parte, también comunica a los miembros de su propia especie que ella está en condiciones físicas adecuadas para procrear sin dificultad, amamantar y cuidar a sus críos durante su desarrollo.
Como en la biología de cualquier individuo, el fin último es la adecuación, es decir, el dejar el mayor número de descendencia posible. Es natural que entre nosotros, los monos y las demás especies deba haber una competencia para tener la oportunidad de dejar representados los respectivos genes en la población. Por supuesto, eso no es tan fácil ya que tenemos a un Rupilo y a un macho alfa -por poner dos ejemplos- que nos recuerdan que ``para tener hay que merecer''.
Las características que poseen algunos individuos no necesariamente los hacen más eficientes en todos los aspectos. Por ejemplo, los animales más vistosos pueden ser presas fáciles de los depredadores; sin embargo, esas características se pueden mantener debido a que están sujetas a la selección sexual.
Aprovechar la ocasión
Un buen día llegó a vivir a la cuadra un cuate, al que le apodamos El Bulldog. Inmediatamente empezó a imponer su propia jerarquía cuando bajó de su convertible rojo y azotó la puerta con tal fuerza que todos tuvimos que voltear a verlo, incluyendo Rupilo.
Desde ese día empezó un pleito velado entre esos dos personajes que querían establecer, por los medios que fueran necesarios, su dominio sobre los demás, en especial de las chavas.
Cada quien mostró lo mejor de sí mismo: Rupilo su cara, sus grandes ojos verdes y su cuerpo atlético, mientras que El Bulldog se abanicaba con su billetera. El pleito duró meses, tiempo durante el cual nuestro amigo El Muñeco empezó a ver cómo perdía paulatinamente su popularidad.
Ese tipo de competencia me recuerda al comportamiento de algunas especies de peces pertenecientes a la familia de los cíclidos. En esos individuos, los machos con mejores características físicas despliegan una serie de conductas de cortejo para atraer a las hembras más dotadas.
Esos peces se lucen, literalmente, mostrando sus adornos con tanto fervor que las hembras pueden lanzar sus óvulos al exterior para que sean fecundados externamente. El macho puede entretenerse tanto en el cortejo o en defender su territorio del ataque de otro macho atractivo, que llega a descuidar la intromisión de algún otro individuo con menos potencialidad física.
Ese hecho puede afectar su adecuación, ya que un tercer macho que se aproveche de las circunstancias puede fecundar los óvulos que ha expulsado la hembra. Así, sin mucho esfuerzo, ese oportunista puede incrementar su adecuación a costa de los demás.
Mientras El Muñeco y El Bulldog medían sus respectivas fuerzas, llegó a vivir un tipo misterioso al que, según algunos, le gustaba la filosofía, y según otros, sólo engatusaba a las chavas con sus disertaciones sobre la dialéctica en la biología.
Era un tipo flaco, con lentes redondos, que caminaba meditabundo y siempre viendo al infinito, con un libro bajo el brazo y un cigarro sin filtro entre los dedos. El dinero sólo lo conocía de ``oídas'', pero manejaba con maestría el arte del rollo filosófico.
El misterioso personaje se escabulló entre nosotros y le bastó una semana para atraer la mirada, enamorar y dejar embarazada a la mejor chava de la cuadra.
Con la mirada perdida, le conté todos los detalles de esta anécdota a la sabia de mi abuela. Sólo alcancé a oír que me dijo: ``Así es la vida mijo: rollo mata billete y carita; pero no te preocupes, siempre habrá un roto para un descosido''.