Antonio Sánchez Ibarra
...Y me llaman Tierra
Con motivo del Día de la Tierra de 1998
Nací hace por lo menos 4 mil 500 millones de años, lo que pudiera parecer mucho, pero es una edad normal en nuestra escala. Soy producto de la unión del gas y el polvo, cuyos orígenes son inciertos aún, aunque probablemente se remontan al origen del universo. Mi lugar de nacimiento es desconocido, pero seguramente es una de las muchas cunas de estrellas que existen en esta gran concentración donde mi familia y yo nos movemos.
Mi familia, al parecer, es muy común. Mis ocho hermanos y yo somos regidos por una estrella más bien ordinaria, la cual desde nuestro nacimiento nos ha dado luz y calor. Tengo un lazo tan fuerte con esa estrella que posiblemente toda mi existencia y, aun mi muerte, depende de ella.
Entre mis hermanos los hay grandes y fuertes, modestos como yo y otros aun menores. Aunque transitamos por el tiempo, en nuestra ruta no dejamos de hacernos sentir. Yo tengo un compañero próximo que posiblemente surgió de mis entrañas, o en su travesía lo influencié a acompañarme. No lo recuerdo. Sin embargo, ilumina con luz tenue gran parte de mi sueño.
Mi evolución ha sido lenta pero consistente. De ser una masa casi incandescente, mi materia se fue haciendo sólida poco a poco, formándose una piel. Gran cantidad de hermanos menores se cruzaron en mi camino dejando cicatrices en ella, pero los fuertes cambios en mi ser han borrado la mayoría. Mi atmósfera tuvo gran cantidad de cambios y eso ayudó mucho para que el suelo se enfriara. De ser un planeta tormentoso y agitado, me transformé, en gran medida, en un mundo tranquilo y reposado.
Gran parte de mi constitución es líquida. La mezcla de dos gases en condiciones ideales, comparándome con mis hermanos, propició que la mayoría de mi superficie se cubriera de esa sustancia, quedando candente sólo mi interior. Así, puedo presumir en esta familia que soy relativamente tranquilo.
Hace aproximadamente 3 mil millones de años, comenzó a ocurrir algo extraordinario, tanto en mi parte líquida como sobre mi piel: algunos elementos que me componen, combinándose, comenzaron a reproducirse, dando lugar a copias de sí mismos y a otras cada vez más complejas.
Ese fenómeno, a diferencia de mis hermanos, donde ha sido limitado y esporádico, no cesó, y aunque muchos de los compuestos no sobrevivieron o fueron efímeros, otros resistieron las condiciones nada fáciles que aún tenía en esa época.
Lo cierto es que, desde entonces, múltiples compuestos, muchos de ellos muy complejos, comenzaron a habitar en la parte líquida de mi ser y, posteriormente, pasaron a mi piel, siendo fundamentales para los cambios que se produjeron principalmente en mi atmósfera.
Todos esos compuestos me han acompañado durante gran parte de mi existencia, y en forma armónica han evolucionado conmigo haciéndome un ser especial dentro de mi familia. Sin embargo, recientemente, hace unos 65 millones de años, uno de esos compuestos comenzó a evolucionar en forma más rápida que los demás, distinguiéndose y reproduciéndose en forma increíble.
Ese compuesto ha tomado de mi materia para modificarla y formar sus espacios y concentraciones. Han creado cosas sorprendentes en comparación con otros compuestos. Han modificado mucha de mi piel y se trasladan sobre ella, sobre mi atmósfera y sobre mi parte líquida. Juegan con el sonido que se produce en mi atmósfera y usan la luz para convivir y crear. Incluso, han salido de mí y se han posado en mi compañera menor. Han enviado parte de mi materia hacia mis hermanos e incluso fuera del espacio. Ha sido tan interesante que me siento distinguida entre mis hermanos por ese fenómeno. Es algo que, se comenta entre nosotros, suele suceder poco en el universo a este nivel y se le conoce como ``inteligencia''.
Sin embargo, en los últimos tiempos he dudado un poco de que sea ese tipo de fenómeno el que ocurre en mi ser. A pesar de que continúan evolucionando, sus formas de organización son tan extrañas que realizan actividades contra sí mismos. Cuando no se aniquilan directamente entre sí, y no por supervivencia como otros de los compuestos, se amenazan constantemente. Están alterando la evolución de mi piel, mi atmósfera y mi ser líquido, a tal grado que se lesionan gravemente.
Es verdad que yo los he lastimado en ocasiones. Mi piel tiembla, por reacomodos naturales, y tengo algunos poros por donde sale el fuego de mi interior. También mi atmósfera se violenta en ocasiones. Pero ellos saben que es parte de su convivencia conmigo.
No sé qué ocurrirá con ese compuesto tan especial. Mi existencia está garantizada por al menos 4 mil 500 millones de años más, hasta que la estrella que me domina muera. Sería estupendo, pero no creo que ese compuesto me acompañe por tanto tiempo. Los cambios que producen en mí no me afectan en lo particular. Yo perduraré el tiempo destinado, pero ellos se aniquilarán e, incluso, podrían exterminar a los restantes compuestos reproducibles que me habitan, como ya lo han hecho con algunos. Será triste terminar como mis hermanos, pero ese compuesto parece seleccionar así su destino.
¡Ah!... y me llaman Tierra.