Las campañas electorales en pos de la gubernatura veracruzana han dado inicio. No hay sorpresas en los estilos y mensajes de los diversos candidatos al puesto. Sin embargo, resalta el hecho de que los dos principales contendientes, Miguel Alemán Velasco e Ignacio Morales Lechuga, buscaron tender puentes hacia el grupo de Dante Delgado, el ex gobernador recientemente excarcelado. Cabe preguntarse hoy qué proyecto representa cada una de estas figuras políticas.
Delgado fue un gobernador políticamente ambicioso e hiperactivo que no reparó en los medios para alcanzar sus fines. Su gestión (1988-1992) se caracterizó por un profundo menosprecio a las leyes. Fue su mérito construir una densa red política en la mayor parte del estado. Patricio Chirinos nunca pudo controlarla y la atacó constantemente, gracias a lo cual la unidad de dicho grupo se mantuvo. Ahora bien, los dantistas conforman un grupo de interés, no una corriente ideológica, por lo cual sus alianzas dependen de los intereses estratégicos de su líder.
Hace un par de semanas Morales Lechuga externó su disposición a retirar su candidatura en caso de que Dante Delgado fuera postulado como candidato a gobernador por el PRD. El acuerdo implicaba que Delgado gobernara sólo dos años (para no romper el principio del periodo de seis años), cediendo el mando en los cuatro años restantes al propio Morales. De esta manera el político pozarricense le daba la vuelta al veto cardenista a su candidatura y Dante obtenía la posibilidad de regresar a un puesto de relevancia nacional en la coyuntura de la sucesión presidencial.
La dirección del PRD no aceptó este juego porque implicaba fortalecer a un par de figuras políticas independientes. El veto a Morales Lechuga dejó en claro que en ese partido se prefiere perder posiciones a permitir la emergencia de figuras políticas no fieles al liderazgo cardenista. Ante esta circunstancia, aún no está claro a quién venderá Dante su lealtad política en las elecciones para gobernador.
El resultado final de este proceso para el PRD ha consistido en la postulación de un candidato interno, Arturo Hervis, quien carece de la más mínima posibilidad de atraer al electorado urbano, de romper el corporativismo rural priísta y de trascender la estrecha base social semicorporativa del perredismo estatal. Si bien al PRD aún le ayuda el relativo prestigio del partido y el carisma de Cárdenas, conforme avancen las campañas la inviabilidad política de su candidato se pondrá de manifiesto.
Morales Lechuga ha construido un frente político formado por los partidos Verde y del Trabajo y por una serie de personalidades y grupos locales que supo atraer en toda la entidad. Su grupo se ha visto fortalecido con la llegada de Mariana Aguilar, lideresa perredista que recién había competido por la candidatura a la gubernatura dentro del PRD. Esta deserción demuestra que el veto a Morales finalmente sí tuvo un costo político. Sin embargo, Morales perdió la posibilidad de cobijarse bajo la sombra del prestigio y presencia del PRD, con lo cual su candidatura no parece poder alcanzar la fuerza decisiva que hace un mes parecía estar a su alcance.
Miguel Alemán, quien tiene poca competencia gracias a los errores del PRD y a la poca penetración del PAN en la sociedad veracruzana, criticó en una entrevista reciente al gobierno de Chirinos y alabó al de Dante. Por otra parte, Alemán ha decidido salirse de la trampa corporativa y controlar las presiones de grupo al realizar elecciones primarias para la selección de los candidatos a las diputaciones locales. Su estrategia consiste en marcar sus diferencias con el grupo chirinista, tender puentes hacia el grupo dantista y demostrar que tiene ideas propias. El proyecto alemanista es usar su fuerza política estatal para constituirse en un factor decisivo en la cercana sucesión presidencial.
En el tablero político veracruzano se posicionan los actores con los ojos puestos en la sucesión presidencial. Los ciudadanos de la entidad son espectadores atrapados en un proceso al que son ajenos. Siendo casi segura la elección de Alemán, las apuestas consisten en ver qué tanta fuerza adquieren los candidatos y los partidos y cómo la usan de cara al cercano y decisivo año 2000.