Carlos Salinas de Gortari nombró a Luis Donaldo Colosio secretario de Desarrollo Social el 12 de mayo de 1992. El propósito era convertirlo en su sucesor. Con un día de diferencia, seis años después, Ernesto Zedillo Ponce de León realiza el mismo movimiento y pone al frente de esa secretaría a Esteban Moctezuma Barragán. Hay suficientes indicios como para pensar que con igual propósito.
La anunciada línea sin línea de Zedillo respecto al PRI jamás abandonó su palacio verbal. Y la orden que diera al actual presidente de ese partido de que le-cortara-el- dedo no se ve que haya tenido sentido de mutilación, sino de poda.
Entre los muchos errores cometidos por Zedillo está el de pretender reasumir, a toro pasado, el mismo papel de monarca que jugaron sus antecesores. Casi cronómetro en mano mueve las piezas de su tablero político como ellos las movieron y él mismo actúa como si la realidad correspondiera a la de 1968 y no a la de 1998.
Cuando fue nombrado secretario técnico del Consejo Político Nacional del PRI en octubre de 1996, era claro que a Moctezuma se le intentaba dar la misma trayectoria que siguió Luis Donaldo Colosio. Su posterior elección a senador de la República y su reciente nombramiento como secretario de Desarrollo Social han refrendado el paralelismo. En octubre de 1996 se le veía ya perfil de delfín; ahora ese perfil es más aún. Entonces yo opinaba que el último delfín había sido Colosio. Hoy me parece más evidente ese hecho. Esteban Moctezuma, contrario a lo que pudo ser, dejó que las aguas dinásticas corrieran e hizo suyo el principio de la clase jurásica priísta: ``el que se mueve no sale en la foto''. Y no se movió. Dos condiciones pensaba yo que debía reunir el individuo que aspirase a la candidatura del PRI a la Presidencia de la República: a) aportar a la renovación del propio PRI, lo cual se articularía a la reforma del Estado, y b) buscar el liderazgo de este partido. A Moctezuma le sobraba juventud, pero le faltó decisión. No se propuso ni una cosa ni buscó la otra. Simplemente se acogió a la protección y voluntad de Zedillo, así como Colosio se había acogido a las de Salinas.
En la decadencia proliferan las paradojas. Son los políticos considerados como dinosaurios, y no los que se ostentan como renovadores, quienes asumen una actitud más moderna y acorde con los tiempos de competencia que corren. Es el caso de Manuel Bartlett. No sin tropiezos ha aceptado las reglas del juego democrático en Puebla, estado que gobierna, y se ha lanzado sin ambages a buscar el liderazgo de su partido y la postulación a la presidencia de la República. A La Jornada declaró hace poco que veía ``muy probable'' resultar electo candidato por su partido si la 18 asamblea se conduce ``libre, democrática y, efectivamente, no hay línea''.
La oposición que cuenta con líderes reales aventajaría, de entrada, a un candidato producto del dedazo presidencial (previsible), trátese de Moctezuma, de Gurría o cualquier otro. Con otras ventajas adicionales contará la oposición. Sean quitados o no los candidatos en la 18 asamblea del PRI, de la lucha interna que en su interior ya se produce y que está potenciada por ese acto resultará más debilitado de lo que se halla después de varias fisuras, defenestramientos e incapacidades para impulsar la reforma política del Estado y sentar las bases de una posible salida a la crisis económica.