Alejandro Nadal
Birmingham: peligroso juego del G-8

La cumbre de Birmingham del Grupo de los Ocho (G-8) se realiza dentro del marco de una restructuración económica sin paralelo desde antes de la Segunda Guerra Mundial. La crisis en Asia, la unión monetaria en Europa e incluso la presencia de la Rusia de Yeltsin en el ahora G-8 son testimonio de la redefinición de las esferas de influencia económica en el mundo.

Pero el G-8, obsesionado por sus intereses de corto plazo, se empeña en un arriesgado juego que ignora los principales desafíos del momento. Los focos de incertidumbre para la economía mundial son demasiado importantes como para que una simple coordinación de las políticas macroeconómicas de los miembros del G-8 pueda hacerles frente.

Para empezar, el dinamismo de la economía mundial está en entredicho. El crecimiento en Estados Unidos amenaza con agotarse, y la conmoción del ajuste de los precios de los activos bursátiles en ese país se dejará sentir en todo el planeta. En Japón persiste una tenaz recesión que el más reciente paquete de reducción de impuestos por 170 mil millones de dólares no podrá superar.

La inauguración de la unión monetaria europea en 1999 también contribuye a la incertidumbre. La moneda única responde al proyecto del Bundesbank y está más ligado a la redefinición de esferas de influencia económica que al simple objetivo de reducir costos de transacción. La tesorería de grandes corporaciones ya ha comenzado a diversificarse para contar con reservas en la moneda única europea, aunque los efectos sobre el dólar todavía no se dejan sentir. El cumplimiento de las metas fiscales y monetarias para ingresar en el régimen de moneda única implicará inicialmente una reducción de la demanda y del crecimiento en la economía europea, lo que agravará el efecto negativo sobre el empleo.

El efecto acumulado de la crisis asiática, en especial sobre la demanda mundial y sobre las principales variables financieras, será de primera magnitud (aunque el gobierno mexicano prefiera imitar al avestruz). Precisamente en esta región convulsionada, el G-8 busca socavar las bases de desarrollo independiente en países que fueron motores de crecimiento en la cuenca del Pacífico durante décadas, abriendo espacios de rentabilidad al capital financiero y especulativo.

La crisis asiática figura en primer plano entre las preocupaciones del G-8, pero no para emprender un auténtico proceso de desarrollo en la región, sino para recoger el botín después de la batalla. Indonesia, Tailandia, Filipinas y Corea pagan hoy el alto costo de la desregulación financiera, el ataque de los especuladores y la imposición de las medidas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ya dedicó 121 mil millones de dólares al rescate de especuladores y acreedores.

El G-8 busca fortalecer al FMI porque responde a su necesidad de abrir nuevos espacios de rentabilidad al capital financiero y especulativo. Incluso ha domesticado el poderío económico y tecnológico de Corea, destruyendo una fuente constante de competencia económica e independencia tecnológica. Para Japón y Estados Unidos el sometimiento económico de Corea fue un objetivo importante que ahora han alcanzado de manera inesperada. Hoy el FMI y el G-8 están rompiendo la capacidad de los bancos centrales de las naciones asiáticas de mantener una política monetaria y de financiamiento independiente.

Para el G-8 el fortalecimiento del FMI es la única consideración importante relacionada con la economía internacional. Afirma que es necesario para darle estabilidad a la economía mundial y combatir la ola de delitos financieros que azota al planeta. Pero en realidad el papel del FMI tiene ya muy poco que ver con los objetivos originales de Bretton Woods.

Los intereses del G-8 no son los del mundo, aunque se crea que su coordinación macroeconómica imprime orden a la economía mundial y permite crecimiento y estabilidad. En lo económico, político y militar, el G-8 ha contribuido a mantener una situación plagada de injusticia y desigualdad. Y la coordinación de las políticas macroeconómicas del G-8 (cuando se ha dado) ha coexistido con el auge de la volatilidad financiera, la injusticia y asimetrías cada vez más profundas.

En el nuevo entramado económico-financiero mundial el G-8 responderá a intereses de corto plazo y sembrará la semilla de futuros conflictos. Birmingham, como otras cumbres, será triste escenario de oportunidades desperdiciadas y de una arriesgada apuesta del G-8.