Cómo no hablar y otros textos, de Jacques Derrida, pone al descubierto todo lo que la cultura y la tradición occidental han silenciado, excluido o satanizado de sus libros, de la historia del pensamiento y la sensibilidad y operar cotidiano: lo no definido, lo que está en suspensión, lo otro. La obra de Derrida está, así, abierta siempre a modificaciones y hay que considerarla como un haz, un tejido, una red de múltiples interconexiones, reflexiones y estilos. Pero sin ninguna centralidad.
Derrida se concreta a una ciencia general de la escritura, una gramatología. La posibilidad de esta ciencia general de la escritura muestra claramente cómo pone Occidente el acento en la voz, frente a la escritura y tiende a considerar a ésta sólo como registro de la voz. Ante esto, se cuestiona el filósofo francés el sentido como significado trascendental, al igual que la expresión logocéntrica, puesto que no hay un significado único y exclusivo, una verdad única.
``Escribir -dice Derrida-- es saber que lo que no se ha producido todavía en la letra, no tiene otra morada, ni nos separa como prescripción, en algún tipo o algún entendimiento divino. El sentido debe esperar a ser dicho o escrito para habitar en sí mismo y llegar a ser lo que es, al diferir de ese sentido. La escritura general del sueño -por ejemplo-- desborda la escritura fonética y pone la palabra en su estilo. La diferencia en la articulación del tiempo y el espacio.
En este libro Cómo no hablar..., Derrida vuelve a insistir en el estudio la huella y las diversas expresiones de la teología negativa. La idea de que el lenguaje nunca está a la altura de lo que quiere expresar, lo que quiere decir. Una lectura que apunta a huellas, escrituras, trazos, nuevas huellas que son huellas de huellas, orígenes sin origen, tachadura del original.
Se pregunta después Derrida en los ``otros textos'' --por ejemplo en el segundo, referido a Mallarmé-- si existió un lugar para él en la historia, con esa su escritura donde el sujeto está en constante construcción y deconstrucción. Una escritura interna que amenaza de continuo con borrarse. Escritura que es siempre nueva escritura, en movimiento constante.
Derrida insiste en este libro en el drama de la escritura interna = grafía, trazo, abrebarreras que se ve crónicamente amenazada de borrarse. En los siguientes capítulos discute sobre el ``Yo, el psicoanálisis'' y aborda la palabra, condición, contexto y función, y termina con el capítulo ¿qué hacer de la universidad? a los que espero referirme en subsiguientes artículos.
En última instancia, para Jacques Derrida el lenguaje convencional es una formulación peligrosa. Con el predominio de la razón productora de ideas y homogeneizadora de lo real, el lenguaje pasa a designar las cosas de manera uniformemente válida, de manera convencional y obligatoria.
Y es que para Jacques Derrida, ``el tiempo de la reflexión es también el otro tiempo de aquello que refleja y se llama pensamiento''.