La Jornada viernes 15 de mayo de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

El ruido político derivado de los cambios en el gabinete y en el PRI, y de la indefinición en el caso Carrillo Olea, ha impedido apreciar en toda su magnitud el tropiezo (acaso definitivo) cometido por Vicente Fox en recientes declaraciones hechas a The New York Times.

Beneficiado, durante un lapso ya bastante amplio, por la avidez periodística y ciudadana de personajes y actitudes discordantes, Fox ha ido avanzando sin freno en una creciente espiral de excesos declarativos que, al tiempo de redituarle aparentes bonos en materia de opinión pública, le han ido desnudando (muy a tiempo) en materia política e ideológica.

Son varias las incongruencias que de manera persistente ha venido cometiendo Fox en su tempranísima campaña por una candidatura a la Presidencia de la República.

Una de ellas se refiere a la condición de gobernador de Guanajuato, cuyas responsabilidades con desparpajo ha procurado conciliar con las de activista de partido.

Con el mejor de los estilos priístas, que durante décadas se valieron de legalismos y cinismo para acomodar la realidad a sus discursos, el gobernador de Guanajuato ha pretendido convencer a todo mundo de que le es posible combinar el cumplimiento de la gravísima función constitucional de gobernar con los apasionados revoloteos en busca de una candidatura presidencial.

Proveniente de una formación política que históricamente censuró los abusos cometidos desde el poder para favorecer intereses partidistas, y que se esmeró en denunciar la inmoralidad de quienes estando en ejercicio de un mandato lo descuidaban por andar buscando proyecciones a cargos superiores, Fox cree que puede ser gobernador y, al mismo tiempo, desbordado buscador de candidaturas, arguyendo simplemente que sus pretensiones partidistas las realiza ``fuera de su horario oficial''.

Jurídicamente es válida la coartada de quien desee reducir la responsabilidad de gobernar al tamaño de un reloj checador, pero política y éticamente no es posible suponer que la complejidad de los problemas de una entidad pueda ser desatendida a partir del caer de las manecillas en determinada posición. Sin embargo, Fox sube y baja, por el país y el extranjero, en un desenfrenado activismo, para ser presidente de México.

En ese torbellino futurista, Fox ha ido acumulando puntos para obtener un título de charlatanería política. Según él, por ejemplo, le bastarían quince o diez minutos para arreglar el problema de Chiapas. Con fanfarronería premiable en espacios periodísticos, Fox supone también que los problemas nacionales pueden resolverse con muchos pantalones o muchas faldas.

Con tan peculiar estilo cargado de tonos broncos, el empresario guanajuatense había transitado con relativo éxito hasta que declaró lo que el lunes 11 publicó The New York Times: si Cuauhtémoc Cárdenas le llevase cinco puntos porcentuales de ventaja, faltando un mes para las elecciones presidenciales, él declinaría en favor del michoacano.

Tan generosa declaración periodística está plenamente relacionada con la cruzada que Fox encabeza para sacar al PRI de Palacio Nacional. El razonamiento de Fox podría partir del hecho de que sería mejor declinar en favor de un opositor si, llegado el momento, la dispersión de votos entre PAN y PRD se pudiese traducir en el triunfo del PRI.

Pero tal declaración alborotó el hormiguero panista que, por lo demás, no le es favorable en términos de cúpula decisoria. Felipe Calderón consideró las palabras del guanajuatense como ``un error y una imprudencia que debe rectificar''.

Y, efectivamente, Fox rectificó, pero parcialmente. En 24 horas pasó de estar dispuesto a declinar para que un ciudadano fuese presidente de la República, a considerar que ese mismo ciudadano (a quien llama peluchescamente Cuatemochas) es ``un hombre totalmente vacío, que no tiene nada que ofrecerle al país, más que lo que aprendió allá en 1930, y que ya no es el camino para el país''.

En su descargo, intentó una salida falsa, al aducir que nunca había pensado realmente declinar, sino que todo era ``una hipótesis''. Ciertamente, todo lo que se hable en relación con el 2000 es hoy ``una hipótesis'', como hipotéticas son su propia presunta candidatura panista y la de Cárdenas por el PRD. Lo único que no fue hipótesis fue que él declaró ante The New York Times en el sentido de que, en caso de ir abajo por cinco puntos de diferencia frente a Cárdenas, declinaría en favor de él.

Pero, además, pretendiendo fugarse hacia adelante, el hombre de las botas arremetió contra los panistas que consideraron sus declaraciones como erróneas, entre ellos el presidente del blanquiazul, Felipe Calderón, y el coordinador de la diputación federal, Carlos Medina. Que se lancen como precandidatos, les dijo a ambos. También expresó que no tiene por qué rendirle cuentas a nadie, ni a Felipe ni a ningún otro panista, y que, cuando gane la Presidencia, hará un gabinete plural, con priístas, perredistas, panistas y ciudadanos sin partido.

Es muy probable, sin embargo, que en esta ocasión Fox se haya equivocado de ring. Con sus declaraciones ante el NYT, y con la respuesta rijosa que envió al dirigente nacional panista y al coordinador de los diputados, Fox ha sembrado la semilla de la desconfianza en las cúpulas decisorias de su partido. Esa semilla será abonada, regada y cuidada con especial esmero por Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón, Luis H. Alvarez y el fantasma de Carlos Castillo Peraza, para impedir que gane siquiera la candidatura.

Y entonces habrá aprendido don Vicente, al fin, que el Fox por su boca muere.

Tres ex gobernadores distintos y una sola debilidad verdadera

Esta semana se hablaba aquí de la debilidad política del gobernador potosino, Fernando Silva Nieto. Pues bien, la madrugada de hoy debe estar terminando en la ciudad de San Luis Potosí la gran fiesta con que el ex gobernador Horacio Sánchez Unzueta se despidió de sus amigos y seguidores políticos antes de irse a El Vaticano como embajador. La celebración sirvió para reiterar que el poder en la entidad lo sigue teniendo Sánchez Unzueta y, además, fue un oportuno marco, a cuatro días del aniversario luctuoso del doctor Salvador Nava, para festejar el aniquilamiento que del navismo hicieron tanto el citado ex gobernador como su esposa, Concepción Guadalupe Nava Calvillo.

Pero, apenas con unas horas de diferencia, otro ex gobernador hará demostraciones de fuerza en la misma capital potosina. Carlos Jonguitud Barrios será homenajeado, en el Día del Maestro, por profesores potosinos, en una comida en la que los residuos políticos de Vanguardia Revolucionaria del Magisterio tratarán de recuperar presencia como fuerza política.

Ya semanas atrás se había asomado por San Luis Potosí el ex gobernador Gonzalo Martínez Corbalá quien, valido de un cargo que ocupa en la Sedeso, visitó la entidad a la que no había podido regresar de esa manera durante los cuatro años de gobierno de Sánchez Unzueta. Además, dos personajes del corbalismo, Juan Manuel Carreras y Miguel Angel Cuadra Palafox, que fueron clave en el criticado endeudamiento público de aquella entidad, han recibido sendos cargos oficiales.

Y el piloto, ¿dónde está?

Astillas: La movilidad política de Jesús Silva Herzog genera especulaciones varias, todas relacionadas con la postura que asumirá en los comicios del año 2000, en los cuales hay quienes quisieran verlo como candidato presidencial y no necesariamente por parte del PRI. En ese contexto, fue llamativa la incorporación del ex embajador mexicano en Estados Unidos a la comisión de honor y justicia de una agrupación política denominada Cruzada Democrática Nacional, por cuanto pudiese significar un distanciamiento con el PRI y la toma de un camino alternativo. No hay tal. La Cruzada en mención es un organismo pluripartidista, y el ex secretario de Hacienda sigue manejándose en un marco intencional de imprecisión en el que, en el fondo, sigue estando el escudo del PRI...

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