La Jornada 13 de mayo de 1998

Sin precedente, la proliferación de incendios en la zona de conflicto

Hermann Bellinghausen, enviado, Altamirano, Chis., 12 de mayo Ť ``Fuegooo, fuegooo'', se oyen voces de los hombres en las comunidades, llamándose a llevar machetes, palas y cubetas, pues arde el monte. Una epidemia de incendios fuera de todo precedente arrasa, además de bosques, las hortalizas, cafetales, milpas y animales de los pueblos.

El fuego parece provocado las más de las veces. Comienza en parajes que nadie quema para uso agrícola. Acaba con bosques que nadie osaba talar, que eran parte del patrimonio de los propios pueblos. No respeta zanjas ni protecciones porque la mano que lo enciende no descansa, es ubicua, invisible, impune, y ha desnudado la superficie. Para verse la cara todos, para que nadie se esconda.

Nunca antes una capa de humo había cubierto tal extensión del territorio chiapaneco.

Los campesinos están sorprendidos, indignados, tristes y preocupados. Aunque los funcionarios intentan algunas maromas para culpar de los siniestros a los propios campesinos (véase el caso de los cafetales incendiados en Taniperlas), se trata de acusaciones que nadie cree.

En la cañada de Altamirano hay lugares donde a dos metros ya no se distingue otra persona a mediodía, como las comunidades 10 de Abril y San Miguel Chiptic.

Pero algo más grave: arde la sierra de Corralchén, de Morelia a La Garrucha, en la cañada de Patihuitz. De todas partes se dispara el humo.

Oficialmente, son 46 mil hectáreas las incendiadas hasta ahora en Chiapas. También oficialmente, en estos momentos se combaten 35 incendios. Los mayores, en la selva y la frontera. En la región de los lagos de Montebello, entre La Trinitaria y La Independencia, arden 3 mil hectáreas. En el ejido Taniperla, mil 200. Entre Pueblo Nuevo y Sitalá, en Tila, en la zona norte, arde el cerro Capalná. Los siniestros dañaron el parque nacional de Palenque, y grandes extensiones boscosas de Las Margaritas, Chanal y Comitán. En la región de El Bosque y Bochil, entre los Altos y el norte, el fuego salta donde menos se le espera. Y en Chenalhó.

No son las quemas tradicionales del ciclo agrícola. Ni es que los indígenas se hayan vuelto más descuidados, o abriguen malas intenciones.

Para los pueblos, los incendios son el anuncio del hambre.

Si se exceptúan los grandes incendios de Copainalá y Cintalapa, y los que pueden asociarse a la especulación urbana, como en Ocozocuautla, la mayor concentración de fuego coincide con la llamada ``zona de conflicto'', o sea, donde habita la población indígena, donde hay municipios autónomos, donde se mueven el EZLN y sus bases de apoyo, centenares de comunidades en resistencia.

Sin que existan pruebas al respecto (lo cual es típico), esta proliferación incendiaria en zonas de conflicto es ``normal'' durante las campañas de contrainsurgencia. Se vio en Centroamérica, Vietnam y Camboya, se ve en Colombia e Indonesia. ¿Por qué no iba a verse en Chiapas, si los manuales son los mismos? Y además existen tantos incendios en la República, que unos cuantos más no tienen por qué notarse.

Los páramos de mañana

Los caminos que conducen a Morelia, a Belisario Domínguez, a las montañas, lucen desolados. Los habitantes de Morelia hablan con tristeza del paisaje perdido. Toses, conjuntivas inyectadas, moqueo de los niños, dolor de pulmones, escupidera, narices lastimadas. La ropa huele a fogón todo el tiempo.

``La lumbre aparece como repartida'', señala un campesino. ``Abajo de los árboles, y en fogatas cerca de los cafetales. Todo está seco, y tan luego sopla aire, prende parejo''.

``Gente de aquí no es'', dice, ``cómo va a ser. Pero quién lo hace, no lo sabemos''.

En los alrededores de La Laguna, cerca de Altamirano, ya casi no hay bosques. En La Laguna se instala una nueva pista aérea de las fuerzas armadas, que los campesinos temen que podría convertirse en una base aérea.

En el municipio autónomo 17 de Noviembre, numerosos pueblos de reciente fundación (``Nuevos Centros de Población'') se ven afectados por la absurda quemazón. Cuando el humo se disipe, quedarán los páramos. Y si las lluvias, como se teme, se retrasan, los páramos durarán.