Autores, inermes ante multinacionales
Adriana Malvido /I Ť Al año circulan en el mundo 4 mil 500 millones de dólares por concepto de derechos de autor. Para gran parte de los especialistas en la materia quedó clara, después de la Conferencia Mundial de la UNESCO, El poder de la cultura, realizada en Estocolmo, la necesidad de una nueva legislación antes que el proceso de la globalización económica permita que unas cuantas empresas multinacionales concentren en sus manos esta nueva mina de oro denominada copyright.
La música es un ejemplo. Según Jean Loup Tournier, presidente de la BIEM, organización que agrupa internacionalmente a las sociedades autorales, y presidente de GESAC, que aglutina a las de Europa, sólo seis firmas privadas controlan 85 por ciento de la industria musical en el mundo.
El vertiginoso avance de las telecomunicaciones y la irrupción de Internet como nueva vía por la que transitan contenidos culturales, no sólo significan una revolución en la vida cotidiana de la gente, sino en la economía de los países. Sakari Aalto, representante de la Compañía Telecom (de Bruselas), vislumbra que muy pronto 30 por ciento del PIB de los países desarrollados estará en las telecomunicaciones.
No en balde el Banco Mundial anunció en Estocolmo entre 20 y 30 operaciones de crédito y préstamos a proyectos culturales en los próximos dos años. No en balde, países como Brasil planean la creación de un Banco Cultural.
Basta recordar que en Estados Unidos la industria del entretenimiento está identificada como el sector de exportaciones más importante después del aeroespacial, y que su crecimiento se mantendrá en 10 por ciento al año por encima de otros segmentos comerciales.
Lo anterior ha puesto en jaque a las legislaciones, a las sociedades autorales, a la idea del artista como creador y a la concepción latina del derecho de autor como pilar de la identidad y la cultura de un país. La fuerza del mercado las ha rebasado. Según Tournier, seis sociedades autorales de las 10 más representativas en Europa han quebrado por la creciente fuerza de las industrias globales, que ya son ``megaeditoras'' de ``megaproductos''. Se trata, explica, de la concentración de editoras, productoras y grupos de comunicación que restringen las opciones de los autores y que los presionan para vender su copyright a estos conglomerados.
Hay que imaginar la situación en naciones de Africa y Latinoamérica
``Y estoy hablando de países que no son pobres, como Francia; hay que imaginar la situación futura para algunas naciones de Africa o América Latina''. Sin embargo, también espera que la Sociedad de la Información brinde la oportunidad en las redes a pequeños editores para distribuir sus contenidos y contrarrestar el poder de las ``megafirmas''.
Y aporta el dato: 4 mil 500 millones de dólares circulan en el mundo, al año, por concepto de derechos de autor y copyrights. Sin embargo, lamenta, no son los creadores los beneficiarios sino que son ``Gates, Turner y unos cuantos más quienes reciben todas las ganancias''.
Sakari Aalto va al grano en esa dirección: ``Varias compañías de telecomunicación están discutiendo ya la posibilidad de administrar los copyrights''. Y argumenta: ``son los servidores los que fungen como nuevos intermediarios entre los productos culturales y los usuarios. ¿Es necesario que alguien asuma la responsabilidad legal? Si es así, ésta recaerá directamente en los proveedores de servicios técnicos''.
En ese sentido, Jürgen Becker, vicepresidente y asesor legal de GEMA, la Sociedad de Derechos de Autor en Alemania, advierte que el nuevo mundo digital ha hecho sumamente complejo el manejo de los derechos y que, lejos de desaparecer, debe motivarse la creación de nuevas sociedades autorales de acuerdo con los nuevos medios tecnológicos de comunicación.
``Frente a estos conglomerados multinacionales necesitamos del apoyo de los hombres de leyes y de los organismos internacionales, de lo contrario los derechos de autor estarán perdidos en medio de estas nuevas sociedades de telecomunicación y los usuarios. Se habla mucho de la maravilla del libre acceso a la cultura, pero eso sólo beneficia a los que ya detentan las ganancias, ¿y el autor?, ¿de qué viviría?''
Una cosa es el autor y otra el titular de los derechos. Una cosa es hablar de los derechos de autor en la tradición latina que contempla derechos tanto morales como patrimoniales, y otra hablar del copyright, de tradición anglosajona, que sólo contempla los derechos patrimoniales.
En México hay dos casos recientes que ilustran la problemática: la adquisición por parte de Estados Unidos del copyright de más de 3 mil 500 películas mexicanas y la compra, por parte de una compañía suiza, de los derechos de autor del arquitecto Luis Barragán.
Lo que pasa, advierte Milagros del Corral, directora de la UNESCO para la División de Creatividad, Industrias Culturales y Derechos de Autor, es que en lugar de unirse, ambos conceptos -DDA y copyright- se alejan cada vez más. Hoy día, agrega, se olvida que junto al derecho a la privacía, la resistencia a la opresión o la libertad de expresión, los derechos de autor conforman un capítulo, el 27, de la Declaración de los Derechos Humanos, que son la base de la democracia y hoy, que se habla tanto de ellos, nadie menciona a los derechos de autor, porque se ha exacerbado su valor económico.
``Las industrias culturales globales tienden cada vez más al copyright y los derechos morales son puestos a un lado''. Para Del Corral, ``es tiempo de revisar a fondo el significado de los derechos de autor y su origen humanista. Hay que buscar el equilibrio entre los derechos del autor, el copyright de las industrias y el acceso del público a la cultura.''
El trabajo creativo puede tener cero valor comercial
Todo aquello, advierte, ``para que creatividad y comunicación no sean sustituidos por tecnología y comercio''.
¿Quién velará en el futuro próximo por los derechos de autor? En oposición a la idea de que sean las empresas de telecomunicaciones, Jean-Loup Tournier afirma: ``El trabajo creativo puede tener cero valor comercial pero, protegido por los derechos de autor, puede tener 100 por ciento, y es por eso que deben protegerse''. Su propuesta es que la UNESCO y los gobiernos formulen una eficiente legislación para las nuevas tecnologías, mayor información al público sobre la importancia de los derechos de autor y el reconocimiento de que la administración colectiva de esos derechos ``es la mejor manera de que los titulares sean remunerados''.
En Francia, informa, la materia de derechos de autor se ha incorporado, como obligatoria, al programa educativo en todas las escuelas. Porque, dice, ``hoy más que nunca requerimos de gente prepa- rada en esta materia y de una mayor comprensión al derecho de los autores a ser remunerados''.
Para Claude Brulé, escritor francés y vicepresidente de CISAC, la organización internacional de sociedades de administración colectiva, es necesario que los autores retengan la paternidad de sus obras y preserven su identidad en el nuevo mundo digital. Y advierte: ``La mayor amenaza a los derechos de autor que encuentro está en las negociaciones del Acuerdo Multinacional de Inversiones (MAI), que concibe a los productos de la cultura como una mercancía más''.
Una preocupación compartida por los especialistas es la calidad de vida de los autores. No todos los países les ofrecen lo que Suecia, por ejemplo, donde pueden retirarse a los 44 años con un salario asegurado de por vida. O en Holanda, donde el autor retirado cuenta con 2 mil 200 dólares al mes para financiar estudios en una nueva dirección. Se menciona también el programa del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México, que presentó en Estocolmo su titular, José Luis Martínez.
Otra preocupación reiterada en el análisis del autor en el nuevo panorama del mercado global es ``la trivialización de la cultura'', el predominio de contenidos light y el cada vez más reducido espacio para las expresiones culturales contemporáneas y para los contenidos de mayor complejidad, ``que deben contar con un derecho a la audiencia'', en palabras del ministro de Educación de Suecia, Carl Tham.
Roman Vlad, compositor, director artístico de la Opera de Roma, del Festival de Florencia y del teatro La Scala, es tajante: ``Para vivir, la cultura debe ser nutrida por los verdaderos autores; para sobrevivir, el derecho de autor es un prerrequisito''.
Explica: ``Una de las razones de que el público no reconozca los derechos de autor es que piensa que el artista es un ser inspirado por Dios. Sí, la labor creativa parte de la inspiración, pero requiere 90 por ciento de transpiración, de trabajo''. Recuerda a Van Gogh: ``El pintor sufrió para vender un solo cuadro, ahora sus obras se venden en millones de dólares. Es la sociedad la que debe proteger a sus autores vivos''.
Si bien la mayoría de los expertos en materia de los derechos de autor insiste en una nueva legislación en armonía con las nuevas tecnologías de la comunicación, hay otros sectores de la cultura que miran en otra dirección. Sus argumentos, mañana.