José Cueli
El sentimiento torero

Como ha demostrado Curro Romero en la recién terminada Feria de Sevilla, el mundo del sentimiento torero está casi inexplorado. Los lances y las faenas de las ``figuras'' apenas si comenzaron el diccionario de lo espiritual. Estas ``figuras'' expresan admirablemente las cosas del exterior --derechazos, chicuelinas, siempre iguales, independientemente de las características del toro--. Pero los estados del alma, la fe íntima que nos calienta la vida, la somnolencia de bajar las manos y mecer la verónica, la ilusión del pase natural en redondo, bien rematado, el miedo, las inspiraciones, lo inesperado, todo lo que corresponde a la riquísima selva de la emoción, está casi inexpresada. Esa que exhibió el viejo Curro Romero al sentir el toreo en la Feria Sevillana. Es decir, en Curro se da en cada faena, en cada serie de verónicas, un toreo nuevo, en la empresa sublime de agrandar el espíritu al morir y vencer la muerte.

Un torero o varios toreros, admirables, del corte de Curro o Rafael de Paula, esperamos los cabales que toreen en las fronteras del mundo del misterio. Sentidores del juego con los toros en la tela, sin más ley que la inspiración, desde la silla de los riñones, que, les proporcione el orden corriente y sea un perpetuo movimiento para decir en su capote, muleta y espada, cosas que jamás se habían dado en el mundo del toreo. Un solitario como Curro que se adentre y que se pierda en los caminos maravillosos de la vida interior.

Un torero que sea en el ruedo vibra en una aparición sobrenatural y rompa con la realidad de los derechazos. Una flecha espiritual que salga muerto a torear fuera del yo y sus fronteras, al que no le importe morir por lo tanto lanzado por los pitones de los toros, fuerza arrolladora de lo sobrenatural o bien recreando la magia, el encantamiento, para gozar con recogimiento el torbellino de la gracia torera.

Un matador que sea magia, siendo realidad; torería y hondura llena de todos los jugos de la vida y sujeta a todas las leyes de la fiesta. Al mismo tiempo visión, sueño, intento de posesión de lo inasible; un espíritu torero que agite nerviosamente los pliegues de su capotillo en peregrinar inalcanzable que vaya tras la forma nueva, para ennoblecer el espíritu y acabar con ese toreo esclerosado, anquilosado, superficial que duerme a los aficionados cada domingo y cada corrida. Unas verónicas como las de Curro Romero que nos enseñaron la verdad de su toreo y lo superficial del de las ``figuras''.

Estando en sus temporadas finales Curro Romero y Rafael de Paula, los cabales esperamos que en la Feria Madrileña de San Isidro, que se inició el sábado pasado, surjan los nuevos Curros y Rafaeles y el burel de verdad, íntegro, encastado que devuelva a la lidia su pasión tornada arte. No, el toro anovillado, manso, que apareció en la México y Sevilla para contento de las figurillas. Los cabales esperamos el semental que está ahí desde siempre y lleva sol y luna entre las astas y matadores con cante verdadero.