Se sabía que el rescate del sistema bancario que tuvo que ser aplicado después de la crisis de 1994 sería muy costoso. Pero todo el asunto está resultando más oneroso de lo esperado, sin que con ello se consiga eliminar la enorme fragilidad de las instituciones y la inefectividad del sistema financiero en su conjunto. La enorme cantidad de recursos involucrados (552 mil millones de dólares, equivalentes a 65 mil millones de dólares), es la expresión de la profundidad del problema de las carteras vencidas y del boquete económico que tienen los bancos, pero son, igualmente, una manifestación de las opciones políticas y no sólo técnicas que se tomaron para enfrentar la crisis. Es por ello, también, que el affaire Fobaproa se está convirtiendo en un conflicto entre el gobierno y la sociedad que lleva más de 15 años sin poder mejorar de modo efectivo su nivel de vida.
Las iniciativas de ley sobre el sector financiero que están en el Congreso son un paso más en el intento por reordenar a las instituciones y los circuitos financieros. El problema que esas iniciativas enfrentan es que no convencen sobre su capacidad para lograrlo y, además, ponen en evidencia las cantidades involucradas y la falta de información pública sobre el contenido de las operaciones que ha realizado el Fobaproa. Las iniciativas padecen de una enorme debilidad en el terreno institucional. Este es un espacio de la organización social de este país en el que persiste un gran atraso, y se debe a que las instituciones no se consolidan y por ello no cumplen de manera eficaz sus funciones y, así, la sociedad no desarrolla un apego y una confianza hacia ellas. En el ámbito que nos ocupa, es notoria esa falta de institucionalidad sustentada en la confianza, y es más, en la medida en que se abre el debate sobre la situación financiera se sabe más sobre la incapacidad de las instituciones responsables y se amplía el rechazo a seguir cargando con el costo de la crisis.
El formalismo legal desplegado por el director del Fobaproa es una forma más en que se manifiesta la distancia entre la sociedad y sus instituciones. Argumenta Arrigunaga que se avisó con oportunidad al Congreso de las acciones del Fobaproa, y se muestra sorprendido de la postura que han adoptado los diputados de la oposición. Formalista es la declaración del director, puesto que lo que se quiere saber es el tipo de operaciones realizadas, los montos de cada una de ellas, los contratos que se establecieron y quiénes fueron los beneficiarios. La demanda que hoy se hace a los diputados es que esta situación tiene que ser clara, antes de que se vote una ley que hará de los activos de Fobaproa (los 552 mil millones de pesos) parte de la deuda interna del Estado, mientras que el valor de sus activos sólo podrá recuperarse en 30 centavos por cada peso. La sociedad mexicana no está para tan malos negocios.
Decir que ha habido transparencia en las acciones del Fobaproa, como lo ha hecho el director es, cuando menos, una media verdad, puesto que inmediatamente se refugia en la existencia del secreto bancario para guardar la información sobre las transacciones del fondo a su cargo. No se le puede exigir a la sociedad que acepte las modificaciones legales que se proponen y hacerla al mismo tiempo rehén del secreto bancario. Un funcionario del sector señalaba que no había problema con la iniciativa de convertir la deuda de Fobaproa en deuda pública, puesto que esto era un asunto meramente de registro, dado que ya se había incurrido en el gasto. La miopía de los administradores puede ser bastante sorprendente. Pero hay leyes y éstas norman la función del Congreso para permitir la contratación de deuda por parte del gobierno.
Desde el momento en que los pasivos de un fideicomiso como Fobaproa podrían ser parte de la deuda pública, es decir, de una deuda a cargo de toda la población, el secreto bancario no puede seguir operando. De hacerlo es como un chantaje, puesto que pagaremos una deuda sobre la que no conocemos cómo fue creada. Si hay que modificar para este caso concreto la ley con respecto al sagrado secreto bancario, que se haga. De otra manera seguirá siendo secreto para los funcionarios lo que para todos los demás se está convirtiendo en un secreto a voces.