La Jornada 7 de mayo de 1998

SE REVIVIO LA BATALLA DE PUEBLA

Rosa Elvira Vargas, enviada, Puebla, Pue., 5 de mayo Ť En 1862 un solo hecho ``levantó de golpe a la República del fango, de la degradación y cobardía en que sus enemigos la suponían hundida'', escribió el historiador de la época, José María Vigil.

Hoy, a 136 años de la Batalla de Puebla, el Ejército Mexicano montó una recreación puntual de un enfrentamiento bélico en el que -dice el titular de la Secretaría de la Defensa, general Enrique Cervantes Aguirre, en el folleto editado para la ocasión- la generación que hizo frente al ejército francés ``impuso a sus limitaciones técnicas y materiales el coraje de nuestra estirpe, al no permitir que intereses extraños le impusieran reglas de conducta''.

Instalado en un palco desde el que se dominaba al fondo la reproducción de los fuertes de Loreto y Guadalupe, el presidente Ernesto Zedillo e invitados -entre los que figuraba el gobernador de Texas, George Bush Jr.- siguieron con catalejos la versión de 35 minutos de una batalla en la que el ejército nacional ``en ningún momento volvió la espalda al enemigo'', según escribió entonces el general Ignacio Zaragoza en su parte al ministro de Guerra.

Para dar una imagen puntual de lo ocurrido en aquella fecha, el Ejército eligió una loma en cuya base se encuentra una vaguada, en los terrenos que ocupa la 25 Zona Militar de esta ciudad. Allí, y desde muy temprano, las tropas mexicanas y francesas fueron ubicadas en debida formación para empezar, en el momento oportuno -la llegada del Presidente y sus invitados al palco de honor-, la batalla. También se hicieron réplicas del rancho Oropeza y de la hacienda de Rementería, que las tropas al mando del general Lorencez ocuparon como cuarteles.

Largas semanas se usaron para la preparación de esta batalla. Los especialistas se asesoraron con historiadores y escenógrafos; viajaron hasta donde debían para reproducir los uniformes de los zuavos e infantes de marina franceses; hicieron, en las propias fábricas del Ejército, piezas de artillería iguales a las usadas en 1862. Revisaron los croquis de guerra, rescataron los mosquetones y las morunas de los zacapoaxtlas y los xochiapulcas, y adiestraron a la caballería. Estudiaron la historia.

Más de 3 mil elementos de las escuelas militares de Materiales de Guerra, de Oficiales de Sanidad, de Clases de las Armas y de tres regimientos blindados de Puebla fueron minuciosamente instruidos sobre su lugar en el combate. Academia y estrategia fueron sus ocupaciones fundamentales a lo largo de los días y cada quien marchó, en su momento, con la instrucción precisa de qué pasos dar.

``Tres cargas bruscas efectuaron los franceses y las tres fueron rechazadas con valor y dignidad. La caballería, situada a la izquierda de Loreto, aprovechando la primera oportunidad carga bizarramente, lo que les impidió reorganizarse para una nueva carga'', sintetizó en su parte de guerra el general Zaragoza.

No había pierde, entonces. Desde la perspectiva del público, los de arriba, con uniformes blancos y azules, algunos más con sombreros y huaraches que descen-dían desde el cerro y salían de los fuertes, eran ``los buenos'', los mexicanos. En cambio, los de uniforme azul y rojo eran los zuavos, los franceses. Los que ascendían, ésos eran los invasores, ``los malos''.

El despliegue de tropas de uno y otro lados se producía puntual. Igual se veía en la vanguardia al estafeta que informaría de lo ocurrido en el frente de batalla al comandante de los franceses, que las tropas mexicanas al mando de Porfirio Díaz librando fuertes combates.

Cuando los soldados franceses emprendían la retirada, los invitados a la escenificación aplaudían gozosos. Saludaban un triunfo mexicano. Y de nuevo Zaragoza en su informe al alto mando: ``Ambas fuerzas beligerantes estuvieron a la vista hasta las siete de la noche, cuando emprendieron los contrarios la retirada de su campamento de la hacienda de Los Alamos... la noche se pasó en levantar el campo, del cual se recogieron muchos muertos y heridos del enemigo, y cuya operación duró todo el día siguiente y, aunque no puedo decir el número exacto de pérdidas de aquél, sí aseguro que pasó de mil hombres entre muertos y heridos y ocho o diez prisioneros''.

Concluida la representación, el militar que hacía de Zaragoza llegó acompañado por su Estado Mayor hasta el palco de honor, donde recreación y realidad se confundieron. Se felicitaba a las tropas de antes y a las de ahora. Las armas mexicanas de nuevo se habían ``cubierto de gloria''.

Zedillo y comitiva partieron entonces para presenciar el desfile con el que cada año la ciudad de Puebla recuerda ésa y otras gestas heroicas. Algunos grupos del Ejército y la Escuela Naval Militar abrieron la parada. Siguió, por dos horas, el paso de miles -17 mil- de estudiantes de secundaria, bachillerato y normales públicas de todos los rincones de la entidad que lucieron sus vistosos uniformes, y fueron acompañados por enormes bandas lo mismo con danzones que con canciones de Juan Gabriel.

Ahí seguían el gobernador texano, lo mismo que los de Puebla, Manuel Bartlett Díaz, y Tlaxcala, Antonio Alvarez Lima, que también trajo algunos grupos al desfile.

Al terminar la larga marcha, el presidente Zedillo acudió al tradicional Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec para poner en marcha varios planteles educativos. De allí partió en helicóptero a otra realidad poblana, la de los incendios y la devastación forestales que es aquí tan severa como en otros estados del país.

Jura de bandera

Jesús Aranda Ť En ceremonia que se rea-lizó de manera simultánea en el Zócalo capitalino -ante el comandante supremo de las fuerzas armadas, los secretarios de la Defensa y de Marina, y los miembros del gabinete presidencial- y en todas las plazas del país, los jóvenes de la clase 79, anticipados y remisos juraron fidelidad a la enseña patria en este aniversario de la gesta heroica en la que los soldados mexicanos vencieron al ejército invasor francés.

Después de que el presidente Zedillo, acompañado por los titulares de la Defensa Nacional y de la Armada de México, Enrique Cervantes Aguirre y José Ramón Lorenzo Franco, respectivamente, pasó revista a los soldados en la plancha del Zócalo capitalino, y de que los conscriptos juraron bandera, tomó la palabra el director general del Servicio Militar Nacional (SMN), general Juan Morales Fuentes.

En su discurso, destacó que el 5 de mayo se afirmó la idea de la patria, se arraigó la soberanía y México volvió a ganar con sacrificio ``su independencia intransigente''. La lección, dijo, ``se había aprendido y ha de recordarse una y otra vez''.

Por eso, insistió, converge hoy la memoria histórica ``con la palabra de honor de los jóvenes conscriptos''.

Morales destacó que el SMN incluye elementos de educación castrense y tareas de labor social, preparación física, alfabetización de adultos con educación básica y media para los conscriptos y auxilio en acciones de emergencia.

A su vez, el conscripto Osiris Vázquez Rangel, en nombre de sus compañeros, señaló que en la actualidad ``una de las batallas a librar es contra el analfabetismo y el rezago educativo''.