La Jornada 7 de mayo de 1998

El incendio de la nave mayor hizo aflorar las canonjías y la lucha por el espacio comercial

Elia Baltazar Ť En un cerco de delincuencia e insalubridad y abandonada a su suerte por criterios políticos, La Merced sobrevive a su desastre. Conflictos entre locatarios y ambulantes, abandono en sus instalaciones, intereses encontrados entre organizaciones, pugnas por espacios y renta clandestina de bodegas y locales componen la geografía comercial de uno de los mercados de más tradición en la ciudad.

El delegado en Venustiano Carranza, Ramón Sosamontes, explicó que la remodelación de la nave mayor de La Merced afectaría intereses. ¿Cuáles? Responden los locatarios: ``Los de aquellos que tienen acaparados locales y bodegas, que todos tendríamos derecho de ocupar y que sólo son para unos cuantos. Los demás nos conformamos con tener nuestra mercancía en nuestros propios puestos''. Aseguran que quien fungió como administrador hasta el lunes pasado, Jorge Enrique Fernández Silva, protegía a un grupo de comerciantes encabezados por Víctor Martínez, quienes gozaron de todos los favores, ``porque son del PRI'', asegura Manuel Herrera. El lugar de Fernández Silva lo ocupa ahora Joel Hernández, quien se desempeñó como subdirector jurídico de la Venustiano Carranza.

La opinión no es compartida por Carlos Natate y Máximo Reynoso, trabajadores de la sección 29 del Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal, ahora adscritos al mercado nave mayor de la Merced, quienes aseguran que cada quien hace con su puesto lo que quiere. Advierten, además, que las acusaciones que pesan sobre su ex jefe, a quien el delegado señaló como responsable de no haber llenado los extinguidores, son inexactas. ``Eran muy pocos y sí sirvieron a la hora de apagar el incendio'', dicen. Informan también que las condiciones del mercado responden a su antigüedad, pero no corre peligro. ``Los 17 tanques de gas están en el techo y sí se ven más es porque allí los dejan vacíos''.

Los locatarios explican que después del incendio de 1991, las autoridades colocaron un extinguidor en cada una de las columnas. De los 60 o 70 que había, quedaron 22. ``El resto se lo llevaron los ratas o los quitaron los propios compañeros para acomodar mercancía o poner sus marquesinas'', dice Enrique Reyes.

Aunque los comerciantes aceptan que la existencia de cuatro organizaciones dentro de la nave mayor, y una más de ambulantes, crea divisiones, también aseguran que es exagerado decir que sólo unos cuantos gozan de favores por parte de la administración. ``Las bodegas y refrigeradores de la parte alta del mercado los utilizamos todos''. Sin embargo, la mayoría guarda sus productos en los puestos, pues hay quienes aseguran que la renta a la semana puede ascender a 400 pesos. ``Y eso es mucho para lo que sacamos''.

La situación de los comerciantes del mercado Hilos Cadena no es mejor, pues allí la mayoría de los mil 300 locatarios tuvieron que dejar sus puestos para ocupar las aceras, porque en la plaza ``no se paran ni las moscas''. Otros más dejaron el comercio y rentan su locales a los ambulantes.

Pero es la nave mayor de la Merced la que concentra el mayor número de locatarios --más de 4 mil 300, entre establecidos y ambulantes de los pasillos--, quienes llevan sobre sí el recuerdo del incendio del 91, ``que estuvo menos fuerte que el del domingo''.

La experiencia de entonces los hace reconocer que las autoridades de la delegación acertaron en negociar con todos los afectados y no con sus representantes, porque antes sucedía que ``al compadre o al amigo le tocaban los mejores lugares y a los demás los acomodaban donde se podía'', explica Evangelina Santos.

Si lograron que la delegación los reubicara en el estacionamiento y las calles aledañas al mercado, ahora aseguran que defenderán su espacio de la remodelación total, porque ya corre el rumor de que la intención de las autoridades es desalojar la nave mayor, remodelarla para convertirla en plaza comercial y vender los espacios más caros, porque actualmente pagan sólo lo correspondiente al derecho de piso, es decir, 120 pesos al año.

Dos cosas les preocupan: la inseguridad y la presencia de ambulantes. ``Esta es tierra de chineros y de asaltantes comunes a quienes hemos ahuyentado a puros madrazos, pero afuera es otra cosa''. En la calle impera la ley del más fuerte, de las bandas y los aprovechados que cobran los lugares, venden la luz del mercado y rentan espacios en bodegas clandestinas.

No obstante lo anterior, los comerciantes se niegan a dejar la Merced, porque así aprendieron a sobrevivir y hasta ahora ``no hay incendio que nos corra ni político que nos convenza de salir''.