Pedro Bosch e Ignacio Félix
Laboñol
La sangre de mi espíritu es mi lengua y mi patria es allí donde resuene soberano su verbo, que no amengua su voz por mucho que ambos mundos llene.
Miguel de Unamuno
Hoy, los resultados científicos de relevancia se publican en inglés. ¡Más vale! En la UAM, por ejemplo, por el mismo artículo se llega a otorgar 3 300 puntos si aparece en una revista internacional, i. e., está escrito en inglés, pero son sólo unos 400 puntos máximo si es en nuestra lengua. Es más, la Revista de la Sociedad Mexicana de Física y la Revista de la Sociedad Química de México publican trabajos en inglés: ¡son internacionales! Hay que reconocer que, como la enseñanza del inglés en nuestras escuelas es -no hace falta insistir en ello- francamente pobre, el inglés de nuestros científicos es prudente. Y con ello queremos decir de vocabulario reducido, sintaxis neutra y supuestamente precisa. Así, el luminoso idioma de Shakespeare se refleja en la pluma de los sabios mexicanos para volverse frío, aunque no siempre preciso.
Sin embargo, en nuestros laboratorios no se habla todavía en inglés. Los estudiantes, los laboratoristas y los investigadores se niegan a que, además de los artículos, los laboratorios sean internacionales, así que no tienen empacho en reinterpretar las sonoridades del nórdico idioma y utilizan un melodioso y tropical espanglish. Emulando a los españoles que inventaron un parquear (de to park que significa ``estacionar''), nuestros compatriotas han inventado vocablos como indentar, en vez de sangrar; escaterin, que significa dispersar (del inglés scattering), o faxear por enviar por facsimil (ojo, no foxear lo cual tendría indeseables connotaciones políticas). Se dice formatear y shakear, también se oye púchale al botón lo cual es equivalente a cliqueale, se dan tips y se asegura que no problem... A los puristas del idioma y a nosotros mismos este laboñol -español de laboratorio- nos subleva y nos repugna tanto como el itañol o el portuñol, pero quizás habría que establecer el siguiente paralelo.
Los libros explican que la Luna absorbe parte de la radiación solar y por eso la luz reflejada en su superficie, de ser originalmente amarillenta, cálida y sabrosa, pasa a ser blanca y fría. Y son justamente esas ondas las que inspiraron a Debussy, cuyo Claro de luna reproduce en nuestro cerebro luminosas sensaciones a partir también de ondas, esta vez, sonoras. El músico supo transmitir por reflejo, tal como la Luna lo hace con la luz del Sol, una nueva versión, esta vez audible, de la luz. El inglés literario se refleja en la ciencia para hacerse seco y conciso, pero no por eso menos bello. En nuestros países ese idioma se recrea para transformarse en un laboñol cuya música invade nuestros centros de trabajo.
Y quien habla de idiomas sabe que las naciones al constituirse establecen una lengua oficial, es decir, un idioma que sirve para comunicar y comunicarse formalmente en un territorio determinado. Sin embargo, la modernidad ha homogeneizado el mundo, ha desviado las fronteras, y sin éstas las lenguas se mezclan. El laboñol sirve para comunicarse, no cabe duda, y por lo mismo se ha convertido en el idioma oficial de los laboratorios, es una jerga que se ramifica y varía de país a país, de laboratorio a laboratorio, tanto como puede diferir el árabe de Egipto del de Túnez o el de Marruecos. Para darle cartas de nobleza podemos comparar al laboñol con lo que pudo ser el latín en otra época, pues la ciencia, como la Iglesia, es un Estado dentro del Estado y su palabra, el laboñol, universal.
Y aquí viene a cuento lo que, según parece, recomendaba Valle Inclán: es un deber patriótico hablar bien el idioma propio y destruir el de los demás. Sin duda, en los laboratorios de México se cumple ampliamente con la segunda parte de la proposición, demostrándose la agresiva fuerza y el vigor de nuestro español. En cuanto a la primera parte ``pos... laboñol''.
Y entonces, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra que es el arca de la memoria.
Rosario Castellanos
croq.xanum.uam.mx