El tema de la participación ciudadana empieza a abrirse paso. La gran dificultad no está en la elaboración de las leyes, sino en la mente de las gentes. Por siglos los capitalinos hemos acostumbrado callar y obedecer, y ``no opinar en los altos asuntos del gobierno'', como dijo el Marqués Croix, al expulsar a los jesuitas a pesar de la resistencia popular en 1767.
El objetivo es transformar a los súbditos en ciudadanos. Tarea de educación en la democracia. ¿Tomará 20 años para dar todos sus frutos? La verdadera pedagogía está en el ejercicio de los derechos para transformar las relaciones de poder, reconocer y superar el autoritarismo enraizado profundamente en nuestra cultura. Debemos entender, además, que participación no es representación y sí es responsabilidad.
La nueva Ley de Participación tendrá que enfrentar: 1) el vehemente y legítimo deseo de miles de ciudadanos y grupos de ser tomados en cuenta en las decisiones gubernamentales; 2) la inmadurez y fragmentación de la llamada sociedad civil; 3) la voluntad (inevitable) de los partidos y de los grupos de interés de manipular en su provecho el proceso; 4) la necesidad de mantener la gobernabilidad.
He adelantado algunas ideas en mi artículo anterior (La Jornada, 26 de abril) donde integré la opinión de Alberto Székely. Pusimos el énfasis en: 1) cómo garantizar la participación; 2) cómo alentarla (sin que se convierta en un estorbo para el gobierno). Hoy presento tres ideas adicionales: 1) Saber exigir. 2) Instaurar formas de democracia semidirecta. 3) Distinguir entre participación y poder político paralelo.
1. Saber exigir. Hasta hoy en México el concepto mismo de rendición de cuentas es de difícil entendimiento. No entendemos cabalmente que los funcionarios públicos son nuestros servidores. La ciudadanía debe estar representada en la función de la exigibilidad y rendición de cuentas por un órgano autónomo semejante al IFE. La asamblea en el DF por mayoría calificada debería designar a quienes la integraran. La ley le daría plena autonomía e imparcialidad. Aprovecharía los avances de la informática y los registros existentes. Sería un órgano compacto y barato. Sería ``prospectivo'', es decir ayudaría a tomar decisiones, haría transparente su procesamiento, constataría su cumplimiento. Sólo perseguiría y castigaría por excepción cuando se produjeran desvíos o fraudes más difíciles por la transparencia previa. El poder judicial local revisaría la legalidad de su comportamiento.
2. Democracia semi-directa. Deben incorporarse figuras clave en una buena ley de participación ciudadana. 1) Plebiscito; 2) referéndum; 3) iniciativa popular de los ciudadanos para iniciar leyes y sus modificaciones; 4) la consulta pública a la ciudadanía respecto a problemas locales. Son figuras muy espectaculares, porque implican una participación auténtica y masiva de la ciudadanía. Pero son instrumentos de excepción. No se puede estar convocando continuamente a plebiscitos, referendos, consultas, etcétera. Son costosos económica y políticamente.
3. Participación y/o poder paralelo. Los partidos intentan incluir otras formas de representación vecinal o ciudadana. Esta idea podría ser buena si no se da lugar a construir una pirámide paralela a la del poder gubernamental constituido democráticamente. Hay que recordar que los ciudadanos ya están representados en el Ejecutivo y en el Legislativo. Ya se demostró con la constitución de los consejos ciudadanos que éstos caen en manos de los partidos.
A muchas ONUS les preocupa que el partido en el poder (aquí y ahora el PRD) tenderá a usar la representación para manipular a los grupos ciudadanos a su favor. La oposición (aquí y ahora el PAN y/o el PRI) podrían servirse de este sistema para bloquear, sabotear y frenar la actividad de gobierno (aquí y ahora el PRD). Muchos especialistas opinan que la representación llega incluso al absurdo de crear poder de trabar la acción de gobierno, y puede enmascarar planteamientos populistas y demagógicos. Según ellos, bajo la piel de oveja de la participación ciudadana podría esconderse el lobo de la ambición política.
¿Usted qué opina?