Carlos Martínez García
Catolicismo vergonzante

Con el mismo título que encabeza este artículo se refirió el cardenal Norberto Rivera Carrera a los católicos mexicanos que se han dejado seducir por ``una educación liberal'', relegando la ética de su religión al terreno estrictamente privado, o más bien a la participación ritual esporádica, que los lleva a un comportamiento cotidiano alejado de las doctrinas sostenidas por la Iglesia romana.

El prelado tiene razón parcialmente. Es cierto que el catolicismo que dice seguir la mayoría de los ciudadano(as) es muy superficial. El abismo existente entre las enseñanzas del Vaticano y los valores vividos de los millones de feligreses que tiene en nuestro país, continúa profundizándose en detrimento de la confesión católica. Este es un hecho constatable en el ya buen número de estudios de opinión pública que incorporan en sus preguntas la identidad religiosa del encuestado. En Los mexicanos de los noventa (Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 1996, 202 pp.) un amplio sector de quienes se dicen católicos (92 por ciento) responde contrariamente a lo que esperarían en el Episcopado mexicano; 76 por ciento se declara contrario a la participación de los sacerdotes en política; 50 por ciento respondió que no es necesario ir a la iglesia para ser un buen creyente; en la escala de mayor credibilidad, los maestros y escuelas superan a la Iglesia (católica, se infiere) aunque ésta se encuentra por encima del gobierno y los partidos políticos; una tercera parte cree que está bien que las personas tengan relaciones sexuales antes del matrimonio; 44 por ciento consideró que no es necesario casarse para llevar vida de pareja.

Es en la interpretación de porqué los mexicanos son católicos vergonzantes, en donde las ópticas se hacen divergentes. No cabe duda que el contexto sociocultural es un factor que contribuye a moldear cómo las personas evidencian su fe. Pero igualmente es importante calibrar el papel de las mismas instituciones religiosas, en este caso la Iglesia católica, en el alejamiento o acercamiento de los ciudadano(a)s a ellas. Es precisamente en este terreno donde Norberto Rivera deja de ejercer la crítica, y la endereza toda contra los factores exógenos que se conjuran en contra del credo en el que tiene una alta investidura. Para el clérigo la apatía de los creyentes a las líneas éticas del catolicismo romano se explica por la ``educación liberal'' que sustenta el Estado mexicano. ¿Acaso no existe responsabilidad alguna en la eclesiología centrada en el clero como un elemento de distanciamiento de los potenciales feligreses hacia la Iglesia católica?

Como toda institución religiosa, la católica tiene políticas oficiales para conservar y reproducir la doctrina que sustenta y considera parte vital de su identidad. En la medida que esas políticas son apropiadas y diseminadas por sus creyentes, una asociación religiosa verá cómo gana nuevos adeptos gracias a la actividad de los congregantes comunes que en sus relaciones cotidianas en el vecindario, lugar de trabajo, las calles, diseminan con una alta eficacia las convicciones del grupo al que pertenecen. El catolicismo tiene claras estrategias proselitistas formales (las impulsadas por las cúpulas eclesiales), pero sus estrategias proselitistas informales son débiles porque sus laicos están muy lejos del activismo de los de confesiones evangélicas y nuevos movimientos religiosos. Cuando en el seno de la Iglesia católica se da un fuerte énfasis proselitista, como en el caso de los grupos pentecostales católicos, ese esfuerzo guarda estrecha coincidencia con las formas puestas en práctica por credos considerados por cardenales, obispos y arzobispos como sectas perniciosas.

Julieta Arcos Chigo y Raúl Romero (Estrategias proselitistas de testigos de Jehová y católicos de la renovación carismática, agosto, 1995) documentan bien la afinidad de métodos para hacerse de seguidores en los movimientos que estudian. No cabe duda de que los carismáticos representan el sector de la Iglesia católica que más ejerce la propagación de su fe. Por otra parte, son muchos los casos de grupos que habiendo empezado como de la Renovación, en un plazo relativamente corto dan el salto para transformarse en asociaciones de tipo pentecostal y se independizan de la Iglesia católica. En México varios de los grupos neopentecostales, que en un domingo cualquiera juntan multitudes que superan ampliamente a las de la Catedral capitalina y la Basílica de Guadalupe, originalmente fueron carismáticos. ¿En qué medida el catolicismo vergonzante es resultado de una pastoral que relega a los feligreses al papel de meros espectadores de lo que disponen los funcionarios clericales?