Abundan las interrogantes en torno a las grandes compraventas de consorcios comerciales e industriales que comenzaron a mediados de nuestro siglo y han venido incrementándose en las postrimerías de él. ¿Se trata, acaso, de operaciones especulativas alentadas por el alto beneficio que produce a un vendedor fatigado competitivamente, que ha visto reducidas sus utilidades históricas, que desea un retiro bien remunerado o que ha decidido invertir en otros giros más productivos o de riesgos menores?
--¿Se trata, quizá, de una operación típica para lograr una mayor participación en el mercado, con obvias intenciones monopólicas?
--¿A tal fin podría equivaler el llamado proceso de globalización para extender y concentrar mercados, que controlen precios de productos elaborados o semielaborados, como antes lo hicieron --o lo hacen-- con las materias primas?
--¿Es la OPA la figura legal o condicionante que se ha inventado en nuestro tiempo para que una empresa obligue a vender a otra, quiéralo o no?
--¿Se trata de un proceso económico para regular y abaratar a corto plazo los precios internacionales, regidos por bloques de naciones o consorcios, o quizá para lo contrario?
--¿Debe entenderse semejante realidad como uno de los tradicionales fenómenos del imperialismo económico en su expresión más abierta, la lucha monopólica por el dominio de los mercados?
--¿O se trata, finalmente, de que nos acercamos a ese periodo histórico, anticipado por el análisis marxista, en el que la suprema concentración capitalista cumple la última etapa de su desarrollo?
Hasta aquí nuestras interrogantes, pensadas todas hacia una respuesta posible, buscando ese ángulo objetivo que descartaría la pregunta acusadora de Mark Twain: ``¿contra quién es usted neutral?'' Cerca, más bien, de la idea alguna vez reiterada por Heidegger de que ``preguntar es una devoción del pensamiento''.