La Jornada 3 de mayo de 1998

Robos, acoso a niños y ataques a jovencitas, denuncian viudas del poblado

Hermann Bellinghausen, enviado, Amparo Aguatinta, Chis., 2 de mayo Ť Una vez más, la ``aplicación de la ley'' contra las comunidades indígenas, por indicaciones del gobernador Roberto Albores Guillén, deja como resultados robo, dolor, destrucción y rabia entre centenares de campesinos mexicanos... y ahora guatemaltecos también.

-Vinieron parejo contra guatemaltecos y mexicanos -dice una muchacha que controla el llanto y agrega, recordando el amanecer del primero de mayo-: los policías nos están sembrando los rifles en nuestra espalda.

Niños de cinco años torturados por la Seguridad Pública del estado, agresión sexual contra mujeres y adolescentes, brutales golpizas a todos los hombres detenidos y contra decenas de mujeres y ancianos, quienes esta mañana exhiben hematomas, costras de mallugaduras y señalan con la mano la parte de la espalda, el vientre o las piernas que les duele.

Pero más les duelen las humillaciones y las ausencias.

-Todas viudas estamos orita que se llevaron nuestros esposos -dice una mujer rodeada por sus nietos-; y si nos vienen a matar, aquí vamos a estar. No nos vamos a ir.

Aunque desde la noche del ataque les tienen cortada la luz, han logrado escuchar los noticiarios por la radio, y eso tiene consternadas a las mujeres de Amparo Aguatinta, cabecera del municipio autónomo Tierra y Libertad.

-Puro para nosotros la acusación, las noticias no dicen la verdad -se queja otra mujer.

Las orgías de la legalidad

Persiste la voluntad onomástica en quienes ordenan los ataques. Así como la matanza de Acteal fue el regalo de Navidad para los refugiados de Chenalhó, el cerco militar el de Año Nuevo en La Realidad y el ataque el aniversario de Zapata para Taniperlas, el regalo que el gobierno le dio a Ruby este Día del Niño fue la tortura y un cañón de M-1 en la boca del estómago. Ruby tiene cinco años, y se señala bajo el esternón con un dedo mientras cuenta, todo serio, cómo los policías le gritaban: ``¡¿Tu papá es zapatista? ¿Dónde está? Si no dices dónde está, te matamos!''

A su hermano de 10 años lo abofetearon. Y a Martha, su hermana de 13 años, la jalaron de los cabellos y le pusieron el cañón de un rifle en el pecho izquierdo, que ella se cubre con pudor mientras relata como llegó la policía ``abriendo a patadas la puerta'', siendo que a su papá ``ya lo tenían trincado los policías'', agrega una mujer que todavía recuerda las palabras de paz que expresó el presidente Ernesto Zedillo en días pasados, cuando visitó Chiapas.

-Así cumple su palabra siempre el gobierno, y nosotros ya no podemos más. ¿Cómo le vamos a creer?

Esta mañana, las instalaciones del concejo municipal autónomo se encontraban ocupadas por unos 30 hombres, identificados como priístas, y un destacamento de la policía estatal. El mobiliario destruido y los archivos saqueados (lo mismo que la tienda cooperativa, de donde desaparecieron la mercancía y 20 mil pesos en efectivo la noche del operativo policiaco-militar) les resultaban invisibles. Negando que veían la destrucción a su alrededor, también negaban saber qué había pasado. Uno de plano dijo:

-Nosotros no estamos enterados de que hubo problema.

Ni siquiera habían barrido bien el tiradero bajo sus pies, pero ni ellos ni el comandante de policía que los acompañaba y hablaba por ellos vieron nada, y consideraban que la situación ``está tranquila''.

Amenazantes, los priístas dejaron claro que ni siquiera aspiraban a que se les creyera, e impidieron el paso a los periodistas.

Relación coral de los hechos

El ejido Amparo Aguatinta se encuentra en la franja fronteriza, a pocos kilómetros de los lagos de Montebello y de Guatemala. De hecho, es uno de los asentamientos de refugiados más importantes que quedan en territorio mexicano. Aquí conviven tojolobales, mestizos mexicanos e indígenas de Guatemala. Convivían:

-Ya nos habíamos arreglado con los priístas. Ya nos hablábamos. Ahora los aventaron contra nosotros y andan pidiendo que el Ejército los cuide porque tienen miedo de lo que nos hicieron. Ya no quedan en sus casas, y en cambio nosotras, que somos a quienes nos hicieron el daño, aquí estamos con nuestros niños sin que nadie nos cuide, cuidando nuestra casa -relata una señora.

-Los priístas se burlaban de nosotras -agrega-; decían que ora si vamos a pagar. ¿A pagar qué? Nosotras lo que tenemos de delito es que hablamos con la verdad.

Una mañana, hace dos semanas, amanecieron misteriosamente marcadas las 30 casas de priístas de esta comunidad. Las otras 70 pertenecen a los simpatizantes del concejo municipal autónomo de Tierra y Libertad. Con pintura verde, blanca y roja ellos mismos, o alguien más, con su consentimiento, señalaron las casas leales, de manera que, al producirse el ataque policiaco, fuesen respetadas. Así ocurrió.

-Llegaron como a las cinco de la mañana, que empezaron los balazos.

-Nosotras ya estábamos levantadas, pero muchos de nuestros esposos todavía no.

-Entonces avisaron que había un ataque contra el concejo municipal. Los hombres se levantaron y corrieron a defender. Nomás se fueron a entregar.

-Estaban los de la guardia, vinieron de otros pueblos a cuidar el municipio. También se los llevaron.

-A nuestros hijos.

-Muchachos de 13, 14, 15 años.

-Mi esposo estaba muy herido (Jesús Aguilar, 47 años). Le habían cuchilleado la frente.

-A mí me llevaron mis dos hijos.

-A garrotazos, iban todos muy golpeados.

Las voces y los testimonios se superponen, diversos, unánimes, dolorosos.

-Venían con ellos los priístas, señalando las casas. Elías Méndez y Víctor Epitacio Fuentes, en medio de los judiciales, venían tapados con capa verde, lentes y sombrero, pero los reconocimos, son de aquí.

-Cuando pasó Abenamar Gómez, que era compañero de nosotros y se pasó con el gobierno, le dijimos: ``Qué bonito que estás entregando a tu propia gente; no volteas a mirar de la vergüenza que tienes''.

-Trajeron mujeres policías para resistir a las mujeres. Un policía les dijo: ``Disparen''.

-Ellas tenían unos frascos, que agitaron, y nos apuntaron. Han de haber sido gases. No teníamos para defendernos, y nos detuvimos. Ya veremos si aguantan mujer contra mujer, a mano limpia.

-Los policías pateaban, los arrojaban lejos a nuestros esposos.

-Y a nosotras, también.

-Al romplón los fueron agarrando, mi hijo de 16 años y mi esposo los llevaron.

-Estuvieron disparado bastante.

-A un jovencito que corrió le dieron un balazo en la pierna. Lo miramos que se tiró al río. No lo conocíamos. No sabemos si lo agarraron. No había cómo salir de aquí.

-Los soldados se pusieron en las huertas, en el río, para que nadie se pudiera ir.

-Dos viejitos muy golpeados los soltaron.

-A mí me llevaron tres hijos, dos yernos y mi marido.

-A esta viejita le aventaban el alma los policías.

-Sí, me aventaron de lado en la pared.

-Por defender nuestros hijos nos rempujaban.

-A mi hijo José Angel lo fueron a sacar de la casa, porque lo señaló el priísta Víctor Epitacio.

-Se llevaron nuestros machetes y las hachas, y con ellos atacaron y rompieron todo, y ora nos echan la culpa de que nosotros los atacamos con machete; ¿cuáles?, si ellos los agarraron...

-Hasta a los guatemaltecos les robaron sus machetes.

-A las mujercitas que estaban de guardia en el concejo las garrotearon con los rifles.

-Me metieron en la casa, jalándome, y buscaban. Todo lo rompieron en mi casa.

-A mi hijo, Marco León Hernández, lo llevaron. Tras que mi hijo lo tenían detenido, lo apuntaban con un arma y le daban de patadas.

-No enseñaron ninguna orden, pero entraron en mi cocina y tiraron el tambo de agua y todo lo mojaron y lo tiraron. Cortaron a machetazos el lazo de mi puerco.

-No nos dejan ir por leña.

-Ni por agua.

-Tenían arma los priístas esa mañana.

-De por sí les tienen dado arma desde antes, los soldados.

-Supimos que les dan entrenamiento los policías.

-Mi comadre Odilia la tienen amenazada. Ya le dijeron que si sale, la agarran con sus dos hijas. La acusaron con la policía los priístas.

-A mí me vinieron a prender la puntería de sus armas aquí atrás.

-A mi esposo, Graciano Erasmo López, también lo llevaron. Me rompieron mi casa.

-Mi esposo Herlindo está detenido, y mi hijo José Alvarez está perdido.

-A mi abuelo, Abelardo León Gómez, de 80 años, lo llevaron.

-Rafael León Hernández, bien golpeado.

-Artemio estaba convaleciente de un accidente, y lo golpearon mucho. Lo obligaran a leer un documento a todos los compañeros detenidos cuando se los iban a llevar, y mientras leía, los policías lo seguían golpeando.

-No se oía. Han de haber sido las acusaciones que tenían lo que lo obligaron a leer.

-Los priístas dijeron que iban a volver con los policías, para acabar con nosotros.

-Lo que queremos es que salga el Ejército. ¿Por qué hace desmadre? No podemos salir.

-A los priístas les dan Minsa y un kilo de arroz, y los obligan a delatar. No entendemos por qué se dejan.

-Somos pobres, tienen arruinada nuestra vida porque queremos municipio libre. El gobierno es puro regatearlo todo.

-Desde ayer están matando ganado para alimentar a los policías, los priístas. Ya están festejando.

(Las voces se superponen, todas quieren ser escuchadas. Sus nombres, sus hombres, sus casas saqueadas. Su diálogo, su reconciliación y su paz así son, en Chiapas, hoy.)