Horacio Labastida
El presidencialismo y el Presidente

En términos más dúctiles que los exigidos por las ciencias políticas, puede decirse que un Estado democrático es la institución creada por la sociedad para ejercer en su beneficio el poder político; en cambio, el Estado presidencialista es una institución edificada por círculos minoritarios locales o extranjeros, para ejercer el poder político en favor de sus intereses y no del bien de la nación.

Características de un Estado democrático son la legalidad y la legitimidad en que sustenta su validez: legalidad connota un Estado fundado en la ley; legitimidad significa un Estado fundado en la ley y en la ética sustanciada en los sentimientos de la nación. El Estado presidencialista, por otra parte, en su carácter faccional implica necesariamente un dominio sobre los sectores extrafaccionales; y esta situación puede generar tres formas del Estado presidencialista.

La primera es generalmente transitoria y no sujeta a una ley, como fue la etapa preconstitucional del carrancismo. La segunda supone una investidura jurídica en el Estado presidencialista; ejemplos, los Estados nazi y fascista anteriores a 1945, o bien el Estado franquista español, asumiéndose entonces como Estados legales. La tercera es aquella en que se toma de la ley constitucional lo que conviene a sus operaciones faccionales, derogando, reformando o desconociendo lo que le es opuesto, sin perjuicio de ocultarse con un disfraz de respeto a la norma constitucional. Ejemplo típico de esta tercera forma es el actual presidencialismo mexicano; pretende ampararse en la Constitución de 1917, que sistemáticamente viola al llevar adelante sus planes contrarrevolucionarios. Su personalidad es, en verdad, un Estado de facto que se pretende legal a pesar de ser ostentosamente antilegítimo. Esta es la contradicción que muestra su congénita debilidad.

El Estado democrático y el presidencialismo son instituciones que funcionan conforme a una lógica objetiva y no subjetiva. La puesta en marcha del poder político hacia el cumplimiento de las demandas del pueblo, es la lógica del Estado democrático. Subsumir la acción política al mandato de minorías, es la lógica del Estado presidencialista; romperla implicaría el aniquilamiento del propio Estado presidencialista y de la estructura clasista que lo sustenta. El Estado presidencialista es, por tanto, la negación del Estado democrático.

¿Cuál es el papel que cumple el Presidente del Estado presidencialista? La respuesta es muy sencilla: es el encargado de ejecutar concretamente programas que reflejan los intereses elitistas que el presidencialismo representa, sin que de ninguna manera esta conducta pueda verse sujeta a inclinaciones personales del Presidente, cuya única posibilidad de cambiar esos programas depende de que la envergadura de la oposición obligue al cambio en el nivel de las clases que gobiernan al Estado presidencialista.

Aquí se plantea un punto clave de nuestro tiempo, al ponerse en los platillos de la balanza histórica la voluntad de liberación democrática del pueblo y el peso del presidencialismo autoritario. Si la primera inclina a su favor el fiel de la balanza, el pueblo cantará victoria; si esto no sucede, el autoritarismo terminará por oprimirlo al imponerle su carga antidemocrática. Ahora bien, en este movimiento pendular, ¿cuál es el significado político de la visita del presidente Zedillo al estado de Chiapas? Sabemos bien que en México el discurso oficial carece de importancia. Sólo los actos mostrarán en el futuro inmediato hacia dónde se inclina definitivamente ese enorme fiel de la balanza.

Cierto es que los zapatistas chiapanecos desataron los impulsos innovadores de la Patria; sin embargo, cuatro años después de aquel 1o. de enero de 1994, hoy la renovación salvadora es sin duda un quehacer moral de todos los que aspiramos a establecer en México una convivencia social justa y libre.

Ahora un último agregado, ¿habrá reflexionado la ilustre premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, en las profundas luchas que hoy está iniciando el pueblo mexicano, incluidos naturalmente los zapatistas de Chiapas, en las trincheras de la democracia y contra el secular dominio oligárquico que ha hundido a la imensa mayoría de las familias en la pobreza material y espiritual que sufren desde hace muchos años? Hacemos esta pregunta con motivo de sus desafortunadas declaraciones a La Jornada (nos. 4903 y 4904).