La Jornada 2 de mayo de 1998

Zedillo: el gobierno, con los obreros y sus demandas

Rosa Elvira Vargas y Elizabeth Velasco Ť El movimiento obrero oficial regresó al Zócalo, luego de tres años de no celebrar allí el Día del Trabajo. Lo hizo sin Fidel Velázquez, pero con sus eternos reclamos y el mismo discurso de adhesión absoluta al gobierno y al presidente: ``¡Viva Ernesto Zedillo!''

Los sindicatos que agrupa el Congreso del Trabajo (CT) volvieron al ``corazón de México'' para una concentración que duró apenas 35 minutos, y que una hora después volvería a ser ocupado por organizaciones laborales independientes.

Llevados y colocados en la formación tradicional y a la medida de su protagonismo y sus bullas, estaban allí, al frente, los petroleros con sus matracas, los ferrocarrileros con sus gorras de identificación inmediata, los electricistas con sus playeras, los burócratas con sus pancartas...

Frente a ellos y de espaldas al palacio nacional fue instalado un largo templete sin sillas, donde líderes sindicales y el gabinete en pleno atestiguaron la ceremonia, y a la espera del arribo presidencial mataron el tiempo entre saludos, charlas y -como fondo- las notas de cumbias como La Chona, para animar al respetable.

Con algunas mínimas ausencias como las del secretario de Comercio, Herminio Blanco, ayer que era día de convocatoria ampliada estuvieron lo mismo el director de Caminos y Puentes, Gustavo Carvajal, que el director Fonatur, Alfredo del Mazo; tampoco acudió el jefe del gobierno capitalino, Cuauhtémoc Cárdenas.

Era inevitable recordar que los actos oficiales por el Día del Trabajo tuvieron como escenario al Zócalo por última vez en 1994, último año de la gestión de Carlos Salinas de Gortari, y que en los tres primeros del actual régimen la celebración tuvo siempre lugar en foros cerrados: el Teatro Ferrocarrilero, el Congreso del Trabajo y el Auditorio Nacional.

Y aunque en 1997 Fidel Velázquez ya no acudió a la ceremonia, se rememoró cuando en sus últimos años como testigo del desfile se le instalaba una silla en uno de los balcones de Palacio Nacional, para que desde allí viera la parada y, al mismo tiempo, su sitio de reposo se convirtiera en un auténtico besamanos por el que tenía que pasar todo mundo.

El presidente Ernesto Zedillo llegó cinco minutos antes de la hora fijada para el comienzo del programa del Día del Trabajo. Izó la bandera, y en su discurso se comprometió a cumplir la exigencia obrera de evitar las crisis sexenales, ``cuyos costos más altos acaban pagando siempre los trabajadores de México''.

En una intervención que jamás aludió a líderes sindicales presentes o ausentes, el mandatario mexicano habló, sin embargo, de situaciones reales: ``Porque sé que lo más triste, lo más frustrante para un trabajador es perder el empleo, es quedarse sin el salario del que vive su familia... porque sé que es una terrible angustia ver que ya no alcanza el dinero para comprar lo que necesita la familia, lo que se necesita en el hogar''.

Frente a una masa compacta que al término del acto ceremonial se desbordó y rompió los límites impuestos por la seguridad presidencial, el titular del Ejecutivo indicó una vez más que ``éste es el momento de la unidad nacional, la unidad que respete la pluralidad y las diferencias, la unidad que nos debemos todos los mexicanos''.

Fue el suyo, además, un mensaje para agradecer el aporte de los trabajadores en la lucha por instituciones ``edificadas o engrandecidas'' en el México de hoy y para ratificar el derecho de los obreros a exigir que la democracia ``sea fuente de estabilidad para la nación, nunca de discordia; que sea la vía para lograr los acuerdos que necesita el país, no para buscar conflictos que siempre saldrán sobrando entre los mexicanos; que sea bandera de unión, nunca de división que nos debilita''.

De principio, el Presidente había ratificado que el gobierno está con y al lado de los trabajadores mexicanos. ``Está con ustedes en su demanda de que se respeten siempre sus derechos y sus conquistas; su derecho a un trabajo digno, a un salario justo y a buenas prestaciones laborales; su derecho de huelga y a organizarse en sindicatos libres y autónomos; su derecho a una jornada laboral máxima de ocho horas y a la participación en las utilidades de las empresas''.

El fuerte sonido que salía de los amplificadores envolvía al Zócalo en una mañana que apenas alcanzaba a calentar. Zedillo continuó su discurso de coincidencias con el movimiento obrero en su exigencia de contar con una justicia laboral ``imparcial, oportuna y efectiva''; de tener una economía ``realmente fuerte'' que dé suficientes empleos para todos, estables y con buenos salarios.

Comprometió entonces la responsabilidad del gobierno para aprovechar con honradez y eficiencia el dinero del pueblo, y de ese modo fortalecer las instituciones ``que son resultado de las luchas obreras y que defienden sus derechos y sus prestaciones''. Así, enunció que se reforzará al Seguro Social para que brinde mejor atención y se creen más guarderías infantiles. Se hará lo mismo, ofreció también, con el Infonavit y el Fonacot, y se incrementará el número de becas para capacitación.

``Ustedes saben apreciar y ustedes exigen perseverancia y unidad. Este es el momento de perseverar y de apretar el paso para construir un presente digno y un mejor porvenir'', manifestó en el llamado unitario que ha estado presente en sus últimas intervenciones públicas ante diversos foros.

Por su parte, el líder del CT, Joel López Mayrén habló de la necesidad de que el trabajador se convierta en protagonista del cambio ``y aleje para siempre el insano deseo de quienes pretenden reducirlo al papel de víctima irredenta del progreso''. Lamentó entonces que a la misma plaza, y a otras horas, acudieran otros trabajadores con otras siglas, ``pero seguramente con similares propósitos de fondo'', y por ello se comprometió a buscar la unidad obrera.

Entonces, convocó a todas las organizaciones a un ``gran debate nacional'' que permita construir consensos. ``Se trata de que los trabajadores reforcemos las instancias de diálogo con el gobierno, con los empresarios y la sociedad''. Tocó, además, el tema obligado de la presencia extranjera en México, y señaló que aunque el movimiento obrero es profundamente internacionalista, no se confunde con el ``reconocimiento irrestricto de la soberanía, con la injerencia en asuntos que sólo a los mexicanos compete resolver''.

López Mayrén también ofreció estar ``muy atento'' a las declaraciones de las organizaciones. Y añadió: ``Hacemos votos por que tengan una carácter unitario''. Para terminar, se adhirió a la divisa presidencial de tener una economía ``con rostro humano''.

Pasadas las 9:35, todo había terminado. Zedillo descendió del estrado y se dirigió a las vallas de trabajadores. Por momentos, la gente estuvo a punto de desbordarse. Sin embargo, el Presidente alcanzó a saludar a quienes tuvo a la mano, recibió de regalo una playera de la Semarnap y gorras del INEGI y el SNTE. Pero los maestros, además del obsequio, reclamaron -sobre todo ante la inminencia del 15 de mayo-: ``¡Aumento, aumento, aumento...!''

Estuvieron en el Zócalo de nuevo, pero sólo por un ratito...


María Esther Ibarra Ť Estudiantes, académicos y trabajadores de diversas organizaciones que reúnen a la mayoría de las escuelas y facultades de la UNAM, la UAM, el IPN y el Conalep, así como integrantes del STUNAM y docentes democráticos del SNTE, integraron formalmente el comité promotor del Frente Universitario en Defensa de la Educación Pública.

En asamblea efectuada en el auditorio Ho Chi Min de la Facultad de Economía de la UNAM, en la noche del 30 de abril pasado, los asistentes de las referidas instituciones educativas aprobaron una declaración política y un plan de acción metropolitano en torno de la problemática de la educación superior y, el 21 del mismo mes, una movilización contra el Examen General de Calidad Profesional y el posible aumento de cuotas en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En su declaración política, denominada Por el Fortalecimiento de la Educación Media y Superior, afirmaron que las autoridades educativas han reorientado el contenido de la educación pública ``de acuerdo con la política diseñada por el Banco Mundial y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), creando organismos burocráticos, para decidir fuera de las universidades el desarrollo de la investigación académica y limitar la dimensión del bachillerato universitario''.

También señalaron que las autoridades ``impusieron normas extralegales y unilaterales de estímulos a la docencia y a la investigación, a través del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, del Sistema Nacional de Investigadores y de múltiples comisiones evaluadoras''.

Esta orientación del sistema educativo y de la universidad pública ``ha producido una sensible baja de la matrícula del bachillerato y de la educación superior en el país, a cuyos aspirantes se les somete a una competencia exacerbada -a través del examen único-, que finalmente excluye a estudiantes capaces'', dijeron.