-A sabiendas de que el éxito de una película, de un libro, de una revista o de un periódico depende fundamentalmente de su circulación, medida en cantidad de dinero producido, ¿hasta qué punto es comprensible que esta ley de mercado se niegue o discuta a las producciones de radio y televisión?
--¿Sólo porque el radio y la televisión son medios concesionados por los gobiernos? Si tal fuera la razón mayor, ¿cuenta la sospecha o el riesgo de que tales concesiones puedan estar neutralizadas o sujetas por intereses políticos?
--¿Es una ley invariable que el éxito de circulación depende en lo general de la cantidad de entretenimiento que proporciona al público, bajo el antiguo lema de que lo que más divierte es lo que mejor se vende?
--¿En qué situación quedan los anunciantes a quienes sólo interesa un segmento selectivo o cualitativo de la audiencia del medio?
--¿Quedan en el espacio de la excepción aquellas producciones de éxito, además de entretenimiento, que proporcionan aprendizajes educativos o divulgaciones culturales?
--¿En tal caso, la definición del éxito quedaría circunscrita a la naturaleza del entretenimiento como una ley suprema?
--¿Entonces se acepta la idea de que los ingredientes de la violencia y los del sexualismo son alimento inevitable del entretenimiento, sea en las notas rojas o eróticas de la letra impresa, sea en los muertos o encuentros sexuales que se proyectan en las imágenes, como un ameno juego de los nuevos efectos tecnológicos?
--Si son el cine y el video los que se han convertido, principalmente, en los tesoreros e innovadores del concepto del entretenimiento en la realidad mediática de hoy, ¿no sería plausible una revisión que evitara lo absoluto, estimulando con el mismo espíritu de creatividad lo que hay de entretenimiento en las fuentes caudalosas de la instrucción informativa y del recreo cultural en sus más amplios dominios?