En el Día Internacional del Trabajo hay tres cuestiones que motivan la reflexión: en primer lugar el surgimiento de la Unión Nacional de Trabajadores, nuevo organismo capaz de remplazar al Congreso del Trabajo; en segundo la redefinición de las relaciones entre el Estado y el movimiento obrero organizado en el contexto de la transición a un régimen político pluripartidista en México; y en tercer lugar la restructuración del movimiento obrero internacional en el contexto de la globalización.
Es necesario empezar por la globalización, porque la extrema debilidad del movimiento obrero mexicano no se debe únicamente a la falta de perspectiva de su liderazgo o a la perversa relación con un corporativismo obsoleto y corrupto, sino que hay que entenderla además como un problema estructural, donde la internacionalización del capital, la extraordinaria volatilidad que han adquirido las inversiones especulativas y su gran peso frente a las inversiones productivas, han modificado en lo fundamental las relaciones entre el capital y el trabajo y consecuentemente el papel que podrían jugar las organizaciones sindicales tanto a nivel nacional como mundial. Por un lado, la torpeza de la izquierda internacional para asimilar los cambios tecnológicos y sus repercusiones en el campo económico y laboral, y por otro el hecho de que por muchos años numerosas organizaciones laborales permanecieran ancladas en definiciones primordialmente ideológicas, como marxismo contra capitalismo, que obstaculizaron un desarrollo teórico y político autónomo de las organizaciones obreras. En este contexto el movimiento obrero internacional llega a la discusión de la globalización muy tarde y con pocas herramientas, por lo que es muy urgente pensar en esquemas teóricos, de organización y de lucha totalmente novedosos que pasen por la incorporación de nuevos actores sociales y que incidan con eficacia en los procesos de acumulación del capital internacional; son esquemas que tendrían que ver con la reorganización del orden económico mundial.
Hoy la Cumbre de los Pueblos de América plantea siete puntos para una estrategia alternativa que se opone a la reunión oficial de los gobiernos comprometidos con los intereses del gran capital trasnacional. Entre otras cosas se propone privilegiar el ámbito de la producción y regular la actividad del capital especulativo, el compromiso de mejorar los niveles de vida de la población de todos los países, el desarrollo de economías sustentables que privilegien la producción de alimentos, acuerdos comerciales que tomen en cuenta el medio ambiente y los objetivos sociales del crecimiento económico de cada país y sobre todo reducir las desigualdades entre los diversos grupos sociales a nivel nacional y entre los países ricos y pobres; asimismo se planteó la solidaridad con las demandas de los pueblos indios, Chiapas en particular. (Berta E. Luján, La Jornada, 29 de abril de 1998, pág. 21).
¿Será necesario abandonar el lenguaje de clase para incorporar la noción de ``pueblo'', de grupo social o de género, en la lucha de los trabajadores a nivel global? De una u otra forma, parece inevitable la decadencia de las viejas corporaciones obreras y la urgencia a nivel munidla y nacional de nuevas perspectivas. En este contexto, este primero de mayo es bienvenida la presencia de una nueva organización nacional que promete ser capaz de remplazar a las organizaciones obreras nacidas a la sombra de un sistema político unipartidista que hoy agoniza. La crisis de diciembre de 1994 demostró la improcedencia de los ``pactos económicos'' que comprometieron la independencia del movimiento obrero oficial a una política económica de un pretendido control de precios, que se decidió en los Pinos (Entrevista con Gerardo Peláez investigador del CEMOS).
Pero la Unión Nacional de Trabajadores se presenta ahora como una nueva opción para los trabajadores organizados en México, en la medida en que sea capaz de renovar su discurso y sus prácticas. Un cambio de membretes y de alianzas con partidos políticos no va a resolver el problema, porque lo más grave es el desempleo, no sólo aquí sino aun en los países ricos, como los de la Comunidad Europea. El reto para los grandes sindicatos que hoy convocan a la Unión Nacional de Trabajadores está no sólo en desprenderse del PRI, sino en renovarse internamente, con prácticas democráticas que les han sido ajenas, para ser capaces de convocar a otros sectores sociales y de imaginar nuevas estrategias tanto a nivel nacional, como internacional.