Gonzalo Gutiérrez Trujillo
La nutrición de los niños

Es éste uno más de los innumerables artículos que sobre el tema han aparecido en diarios y revistas. A pesar de ello decidí escribirlo para confesar los daños que, en nombre de la pediatría y de la nutrición, hemos causado. No pretendo hacer una análisis exhaustivo del problema. Me referiré únicamente a lo relacionado con tres acciones básicas que para mejorar la nutrición propone el actual Programa de Atención a la Salud del Niño: la vigilancia del crecimiento y desarrollo, la promoción de la lactancia materna, y la información y capacitación de la población.

La primer falta es por omisión. Se sabe que en México la desnutrición afecta con frecuencia el desarrollo de los niños, y que las formas graves son causa directa de numerosas muertes: 2 mil 124 en 1996 según el INEGI, pero muchas más están asociadas a defunciones por enfermedades infecciosas y no aparecen en los registros estadísticos. Se sabe que las formas graves de desnutrición limitan el desarrollo físico e intelectual de los niños; pero también las formas leves limitan la adquisición de conocimientos y habilidades, pues interfieren con el aprendizaje. Aunque hay diferentes criterios para diagnosticar los grados de desnutrición, se estima que incluyendo las formas leves, cerca del 40 por ciento de los menores de cinco años pueden estar afectados. Es, desde mi punto de vista, el problema de salud más grave; es el principal problema de México.

En este enorme contexto, cuál es la falta por omisión de pediatras y nutriólogos? Que en las instituciones públicas no hemos logrado que se vigile en forma sistemática la nutrición de los niños, tanto a nivel individual como poblacional, tal como se hace, por ejemplo, en el Programa de Vacunación Universal. Por otra parte, las encuestas que han realizado diversos organismos e instituciones no han aportado información completa y oportuna, ni mucho menos comparable a través del tiempo, de tal forma que nos permita conocer con precisión la magnitud del problema a nivel nacional, sus variaciones regionales y estatales, y sobre todo, sus tendencias. La falta de información ha originado pesimismo infundado y demagogia.

La segunda falta, y no por eso menos grave, está relacionada con la disminución de la práctica de la lactancia materna y su repercusión en la sobrevivencia y desarrollo de los niños. Pediatras y nutriólogos hemos sido cómplices de la Industria de los Sustitutos de la Leche Materna, la que ha desalentado la práctica de la alimentación al seno materno. La complicidad ha sido por ignorancia. Hasta hace algunos años, poco o nada se enseñaba en relación con la importancia y la técnica de la lactancia materna. El pediatra era, sobre todo, un ``experto en alimentación artificial''. El abandono de la lactancia materna está aumentando, y para revertir esta tendencia se requiere de una verdadera cruzada nacional. Hasta ahora las acciones han sido tibias; el nuevo programa pretende cambiarlas.

En los programas de ayuda alimentaria se ha optado por el apoyo directo alimentario a familias mediante ``canastas básicas de alimentos'', y a los escolares, a través de desayunos. Sin negar la importancia que como asistencia social estos programas pueden tener, cuando no son objeto de manipulación política, la experiencia ha demostrado que no sirven para mejorar la nutrición de los niños. También se han utilizado los ``suplementos alimenticios'' que bajo diveras formas han aparecido. Con diferente éxito comercial, ninguno ha demostrado la eficacia y el impacto que justifiquen su uso masivo en poblaciones con carencias. A pesar de ello se han incorporado a programas oficiales. Seguramente y como ya sucedió en otros países, fracasarán por rechazo de la población y porque no son sostenibles. Pero además distraen la atención de lo que debe ser el propósito central en programas de salud: mejorar la alimentación familiar y en especial la del niño, con base en los alimentos disponibles en casa. A pesar de las carencias, es mucho lo que se podría avanzar mejorando el uso y la distribución intrafamiliar de los alimentos, tan injusta y discriminatoria para los niños. Cambiar hábitos y costumbres, sobre todo cuando hay carencias, no es tarea fácil. Son necesarios programas de mediano y largo plazo, con técnicas modernas de comunicación y de capacitación.

Lo anterior, sin olvidar que ningún programa de salud podrá resolver todos los problemas que interfieren con la buena nutrición. Verdad de Perogrullo.