La Jornada lunes 27 de abril de 1998

Eulalio Ferrer Rodríguez
Interrogantes publicitarias

Llevo algo más de seis años completamente retirado de la actividad publicitaria. A ella dediqué cerca de medio siglo de ejercicio intenso, de estudio apasionado, de experiencias acuciantes y, muchas veces, insólitas.

Pienso que el tiempo en que estuve activo, con el rigor profesional y autocrítico que lo caracterizaron, podría justificar o evaluar algunas interrogantes actuales, muy precisas, sean como cota de reflexión o de inquerimiento útil.

No ignoro que en nuestros días, según calculan los expertos, bastan dos o tres años de incomunicación con el oficio ejercido o los conocimientos de él derivados, para perder el hilo de continuidad, propiciando la invalidez o el anacronismo.

Sin embargo, afronto el posible riesgo, animado quizá por lo que hay de decantamiento en una memoria activa y acogido a la fórmula protectora del género interrogatorio. Tampoco olvido que son muchos los que opinan que el arte de preguntar es más difícil -o tanto- que el arte de contestar. Acaso la distancia y la libertad personal sean en beneficio de la objetividad y garantía en un juicio aprovechable.

Así, sin más, inicio una serie de interrogantes sucesivas, a partir de la entrega de hoy.

-¿Tienen en cuenta los anunciantes o sus agencias de publicidad que el anuncio exterior -valla o mural- es simplemente un medio de apoyo, esto es, que su valor de referencia es mínimo por sí solo, al margen o sin el apoyo de una campaña general?

-¿Han considerado los usuarios de este medio que es un espacio de exhibición visual, no de lectura obligada, y que el amontonamiento de anuncios y elementos puede ser, para cada uno y para el conjunto, un factor de ineficacia, de bajo índice de recordación o de falta de identidad?

-¿Se tiene en cuenta que en una capital preferentemente vehicular, no de paseantes, el cálculo de la identificación básica de un anuncio requiere más de 50 pasadas o llamadas nemotécnicas?

-Al margen de leyes y reglamentos, quizá en proceso o en necesidad de actualización, ¿se ha pensado seriamente en un conjunto de normas matizadas que afronte el desorden y el crecimiento inevitable de los denominados anuncios exteriores, vallas o murales, dentro de una ciudad tan caótica y compleja como es la capital de la República?

-¿No convendría crear polos urbanos, estratégicamente situados, para la instalación agrupada y diferenciada, a la vez, de tales anuncios?

-¿No sería recomendable que en los nuevos centros comerciales se prevea, como parte estratégica de ellos, quizá como ornamento estético, un espacio adecuado para la exhibición competitiva, de tales anuncios?

-¿No convendría revisar una escala de medidas y tarifas para ese tipo de anuncios, vigilando que uno no interfiera a otro, ni ninguno rompa la unidad estética del entorno?

-¿No sería digno de estudio un plan que zonificara y categorizara las principales avenidas de la ciudad en que pueden situarse, particularmente, los anuncios luminosos, coordinando que su originalidad y diseño formen parte del paisaje urbano de la capital y lo enriquezcan?