La Jornada Semanal, 26 de abril de 1998
Tres escritores mexicanos nacieron en 1914: Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. El primero nació el 31 de marzo en la ciudad de México; el segundo, en el guanajuatense pueblo de Silao el 18 de junio; el tercero, en Santiago Papasquiaro, en la sierra de Durango, el 20 de noviembre, cuarto aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. José Revueltas murió el 14 de abril de 1976; Efraín Huerta, el 2 de febrero de 1982; Octavio Paz falleció el pasado domingo 19 de abril de 1998 a las diez y media de la noche, en Coyoacán.
Con la muerte de Octavio Paz se cierra el círculo vital, artístico, literario, político e ideológico de esa brillante generación de escritores del año 1914, nacidos en plena guerra civil, durante la contienda sangrienta que labraría los cimientos del México moderno. Son ellos los escritores que, por las fechas y por las obras, más cabalmente podemos llamar autores del siglo XX mexicano, en las dos acepciones de la expresión: son autores pertenecientes a esta centuria, a la que, por otra parte, pusieron por escrito en las páginas de sus libros, con lucidez y fervor. Pertenecieron al siglo XX mexicano -o Siglo V, como lo ha descrito Christopher Domínguez Michael- y éste les perteneció con plenitud. Fueron sus protagonistas literarios más destacados y enérgicos. Las semejanzas entre sus obras -acaso poco evidentes para una lectura superficial o distraída- no borran sino que acentúan las diferencias. Éstas, a su vez, les dan valor a aquéllas en el juego de los contrastes.
Los tres fueron marcados imborrablemente por la experiencia del cardenismo y de los frentes populares en los años treinta. Se separaron físicamente por todo tipo de razones, buenas y malas: encarcelamientos, exilios diplomáticos, extenuantes tareas periodísticas; pero mantuvieron una comunicación constante y fraternal, y más aún: sus obras dialogan, siguen dialogando sin cesar, ante los ojos de los lectores.
El grupo que hizo la revista Taller, a fines de los años treinta y principios de la siguiente década, veía en Octavio Paz a su jefe indiscutido, como lo reconoció el propio Efraín Huerta. Éste defendió a Paz cuando desde algunas trincheras literario-periodísticas se acusó al poeta de Mixcoac de difamar al chileno Pablo Neruda para allanarse el camino en la sedicente ``carrera por el Nobel''. Paz le agradeció efusivamente a Huerta su defensa y, de paso, lo felicitó por haber escrito ``El Tajín'', que por esos tiempos (corría el año de 1963) apareció en un folleto con el sello editorial de Pájaro Cascabel. Sólo un poco más tarde, Efraín Huerta le dedicó a Paz el sobrecogedor ``Borrador para un testamento'', en el que pueden leerse estas líneas inolvidables, con esa clara alusión, al final de la cita, a un libro paciano de 1937:
Éramos como estrellas iracundas:
llenos
de libros, manifiestos, amores desolados,
desoladamente tristes
a la orilla del mundo...
Octavio Paz leyó cuidadosamente el manuscrito -extraviado, por desgracia- de una de las primeras novelas de José Revueltas titulada El quebranto. Reconoció en él, siempre, a uno de los espíritus más puros y encendidos de su generación y aun estableció una audaz comparación entre el marxismo revueltiano y el cristianismo que discernía en la conducta y en la escritura del escritor duranguense.
Huerta y Paz son reconocidos como poetas. Revueltas escribió también versos: uno de sus poemas, el ``Nocturno de la noche'', está dedicado a Efraín Huerta y puede leerse en el tomo 11 de Las cenizas, en la serie en la que Ediciones Era ha recogido la obra revueltiana. Efraín Huerta publicó en 1977 (en el libro Circuito interior) el poema ``Revueltas: sus mitologías'', en donde personaje central es, naturalmente, ``mi joven hermano'' José Revueltas, aquel ``que todo lo señalaba con sus ojos de diamante'':
...ese joven hermano a quien una extraña tarde
de
ardientes y vociferantes, enterramos
en la misma fosa donde
su hermano Silvestre
había reposado larguísimos
años...
Huerta alude en esas líneas al entierro fragoroso de Revueltas en el Panteón Francés, cuando los antiguos compañeros de cárcel de Revueltas le impidieron hablar al entonces secretario de Educación. Se escuchó entonces La Internacional, himno comunista, como pocas veces se ha escuchado en el Valle de México...
Ese mismo Valle de México que ahora tiene a los escritores de 1914 como sus prisioneros lopezvelardeanos.
Con la muerte de Octavio Paz (1914-1998), el ``más viejo'' -apenas por meses, desde luego- de los escritores nacidos el año en que se libró la Batalla de Celaya, concluye el siglo XX de nuestras letras o bien, para refrendarlo con Domínguez Michael, el siglo V de la literatura mexicana.