Preocupante, que pudiera influir en las elecciones del 2000, señalan
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 25 de abril Ť La creciente dependencia del gobierno mexicano de los militares para resolver problemas políticos, de seguridad pública y de narcotráfico que las instituciones civiles del Estado son incapaces de enfrentar, podría llevar a un debilitamiento de las propias fuerzas armadas, concluyeron varios expertos castrenses de Estados Unidos y México esta semana.
Como resultado, afirmaron, el éxito de las políticas del gobierno de Ernesto Zedillo depende en forma creciente de la institución castrense, desde mantener la estabilidad hasta el 2000, o resolver los nuevos retos de insurgencias, crimen internacional e inseguridad pública.
Con la tesis de que la transición a un Estado democrático liberal, con base en una economía de mercado libre, genera una crisis del Estado ``revolucionario'' populista en México, el profesor Raúl Benítez Manaut, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), expresó preocupación por los efectos sobre los militares mexicanos, y señaló que se les asigna un papel crecientemente importante para lograr que se realice dicha transformación.
``Los nuevos retos como Chiapas no pueden ser bien manejados por la propia crisis del Estado populista'', afirmó Benítez en una presentación en el Woodrow Wilson Center, en Washington. Tanto en la situación de contrainsurgencia en Chiapas, como en enfrentar el crimen organizado internacional o su papel de mantener la seguridad pública, ``el Estado civil ha perdido su capacidad de manejar la crisis y por lo tanto tiene que utilizar al Ejército. Eso es muy peligroso para la estabilidad del país'', señaló el experto mexicano.
En el mismo foro, Stephen Wager, coronel retirado del Ejército de Estados Unidos, reafirmó que la rebelión en Chiapas marca el comienzo de un periodo durante el cual el gobierno mexicano ha tenido que depender crecientemente de los militares.
``Zedillo tuvo que evaluar qué recursos tenía a la mano para abordar esos temas (Chiapas, seguridad pública, narcotráfico), y por falta de otras opciones sólo estaba el Ejército'', dijo Wager. ``No tuvo ninguna otra institución a la que pudiera recurrir''. En gran parte, señaló, eso fue porque en términos relativos la institución militar era la más disciplinada y menos corrupta en esa coyuntura.
Mantener la tapadera hasta el 2000
Una preocupación constante de funcionarios gubernamentales y analistas en esta capital, como se expresó en la sesión de preguntas y respuestas, es que el papel de los militares mexicanos en tantos campos a la misma vez -desde Chiapas hasta otras expresiones de ``disidencia'' en el sector rural, la lucha antinarcóticos y sus consecuencias al exponer a las fuerzas armadas aún más a la corrupción, la seguridad pública- podría llevar a una crisis dentro de las mismas fuerzas armadas.
Eso podría ser por falta de recursos, capacitación, consensos políticos y un marco de seguridad nacional todavía no matizado. Al mismo tiempo, existe la preocupación por las implicaciones de las fuerzas armadas, por su mayor perfil como actor en la coyuntura política de fin de siglo, en particular en torno a las elecciones del 2000.
Para el coronel Wager, experto en México, la apuesta de Zedillo es que ``las fuerzas militares están para mantener la tapadera sobre el país hasta el 2000'', mientras se esperan los resultados positivos de las reformas económicas y políticas.
Pero para ambos expertos se profundiza la duda sobre si el propio gobierno tiene una estrategia clara para lograr sus objetivos, y si en ella las fuerzas armadas en verdad tienen la capacidad (y la voluntad) de cumplir con sus nuevas tareas.
``No existe un acuerdo político sobre cómo resolver la situación en Chiapas, y esa situación se está empeorando'', explicó Benítez Manaut. ``Los civiles desean ganar en las urnas, no en la selva. Y el Ejército quiere ganar en la selva, porque su enemigo está allí''. Además, consideró ``sumamente peligrosa'' una vertiente de la estrategia en Chiapas: ``el otorgarle a los finqueros la solución a la guerra mediante la estrategia paramilitar'', algo que es parte de un fortalecimiento del sector más conservador del PRI.
``La crisis de Chiapas es un asunto de seguridad nacional peligroso'', consideró. Por lo tanto, es ``alarmante'' que el gobierno de Zedillo no tenga ``una sola estrategia unificada'', y se encuentra entre elementos que promueven la negociación frente a otros que prefieren la opción de la fuerza para resolver el asunto.
Así, el futuro inmediato dependerá de si las fuerzas armadas podrán mantener suficiente estabilidad para llegar al 2000, y si las reformas económicas y políticas rinden suficientes frutos para poder consolidar la ``transición más lenta de América Latina'', como la definió Benítez, para evitar una profundización de la crisis actual.
Desde ese punto de vista, mucho -tal vez demasiado, advierten ambos expertos- depende de si los militares lograrán cumplir con sus nuevas tareas ante los retos de Chiapas, narcotráfico, y seguridad pública.