XCACEL: PARAISO AMENAZADO EN QUINTANA ROO
Blanche Petrich, enviada /II, Xcacel, QR Ť El sólo lleva puestos los lentes que le cuelgan del cuello. Ella, nada. Su melena gris revuelta por la brisa. Adán y Eva de la tercera edad gozan absortos los regalos que el mar riega alrededor de sus pies: ramas de coral, esponjas, uvas marinas, estrellas, caracoles. Entre las dunas, en un pequeño montón, sus toallas, su ropa, sus mochilas. Solos en el paraíso. Y el paraíso a punto de desaparecer.
Un arrecife coralino demarca la bahía. En medio, áreas de pastos acuáticos nutren a peces y tortugas adolescentes. Por el momento, en la arena sólo se imprimen las huellas de esos turistas jubilados. A fines de abril registrará otras: las de la tortuga carey y la lora, o blanca, que por milenios han viajado kilómetros para anidar en Xcacel (``pequeña caleta'', en maya), su último reducto en las costas quintanarroenses.
Cada tortuga marina viva es un homenaje a la sobrevivencia. Cuando las condiciones naturales son óptimas, de 100 neonatas sólo una logra vivir. Tienen todo en contra: el ruido, las gaviotas y muchos otros animales depredadores, incluido el ser humano. Ciegas las primeras horas de su vida, su piel sólo es sensible a la luz, y la tenue fosforescencia de las olas, provocada por ciertas algas, las orienta hacia el mar. Pero cualquier otra luz puede desorientarlas tierra adentro y desviar su carrera. Si eso ocurre, mueren. Un pelícano o un zopilote hambriento, la sandalia de un turista distraído o la luz de un cuarto de hotel reducen sus posibilidades.
Así se acabaron los anidaderos de Cancún, Playa del Carmen, Puerto Morelos. Quedan pocos, pero Xcacel y la mínima caleta gemela, Xcacelito, tienen una importancia no sólo nacional -son los principales anidaderos de tortugas marinas en los 9 mil kilómetros de litoral mexicano- sino mundial, ya que la población de tortugas que nace allí es un considerable porcentaje de esa especie que puebla el Atlántico.
Luis Manuel Ortiz, biólogo del Centro Ecológico Akumal, apunta hacia la abandonada barraca que durante años abrigó el campamento tortuguero. Ahora está desmantelado. Las tinas donde se criaban miles de tortuguitas ya no existen. Cada año Luis Manuel estuvo allí, monitoreando, resguardando y haciendo labores de rescate en el delicado proceso de nacimiento de las tortugas. Este año ya no.
Todo vendido: Fidecaribe
El último día de marzo concluyeron los foros de actualización de los planes de ordenamiento para esta zona. Más de 50 representantes de todos los sectores involucrados -hoteleros e inversionistas, funcionarios de los tres niveles de gobierno, ambientalistas, ejidatarios- debatieron durante 18 meses con Fidecaribe (responsable a nivel estatal), el Instituto Nacional de Ecología y la Semarnap las reglas que debían regir el inevitable desarrollo.
El Grupo Ecologista del Mayab (Gema), el más antiguo de la región, propuso desde 1994 que Xcacel fuera incorporado al Sistema Nacional de Areas Protegidas, y sustentó su petición en todo tipo de estudios y el respaldo de más de 5 mil firmas de quintanarroenses. Se proponía que las autoridades medioambientales prohibieran cualquier construcción en Xcacel y Xcacelito dentro de la franja entre 60 metros playa adentro hasta la carretera. Al menos cinco páginas de la cibercarretera ilustran profusamente la fragilidad de este ecosistema y el peligro de muerte que corre.
Otra propuesta de los especialistas del Colegio de la Frontera Sur Benito Prezas y Julio Zurita, los tortugueros con mayor reconocimiento, sostuvo la viabilidad de un decreto de reserva natural administrada.
El último día de marzo el INE dio su última palabra: no procede el decreto de reserva federal; el ecosistema presente en ese sitio ``está suficientemente representado'' en el resto del estado y existe un decreto estatal, bajo la responsabilidad de Fidecaribe, que establece un plan de bajo impacto en estas costas de vocación turística.
``Eso es parcialmente cierto. Todos los demás ecosistemas de la costa con estas características -arrecife, pastos, la duna y el manglar, que es el sustento de las demás comunidades, íntimamente relacionadas entre sí- existen pero alterados y seccionados por proyectos turísticos. Xacel es el último reducto intacto'', sostiene Ortiz.
Ahora ha sido vendido. Sobre las acciones de venta de los terrenos de Fidecaribe entre Akumal y Xel-há mucho se comenta, pero nada se sabe con certeza. El director de Fidecaribe informa que el grupo cozumeleño GA-Sol, encabezado por Mauro González, compró 48 hectáreas a un precio de 2 millones 280 mil dólares, y otras 45 hectáreas fueron adquiridas por el grupo hotelero mallorquí Meliá; ambos liquidaron el ciento por ciento de la propiedad. Queda un último predio de entre 45 y 50 hectáreas, la caleta de Xcacelito, para el cual hay cinco prospectos de venta: dos grupos italianos, dos españoles y uno estadunidense.
El ecosistema como caja de cristal
En lugar del plan de reserva federal regirá el plan de ordenamiento ``de bajo impacto'' ya vigente, que establece un máximo de 10 cuartos por hectárea pero no limita la no afectación de dunas y manglares. ``Aunque se llame de bajo impacto puede haber hasta 3 mil cuartos de hotel. Mi diagnóstico es que en esas condiciones el último reducto de anidamiento de las tortugas marinas en México va a desaparecer''.
Ortiz no es un conservacionista ortodoxo. Recuerda que otros planes de ecoturismo fueron presentados, incluso por el INE, y rechazados por Fidecaribe y los hoteleros. ``Lo que se vislumbra son megaproyectos, edificios grandes de tres niveles, campos de golf, afluencia masiva''.
Por lo pronto, guía a estas reporteras hasta los restos de lo que fue el campamento tortuguero y que el INE dejó en manos privadas del parque Xcaret.
``Lo del desmantelamiento no es cierto -reclama José Luis Pérez Quintal, director de Fidecaribe, entrevistado en Chetumal-, el campamento tortuguero no sólo se va a reinstalar sino que se va a fortalecer. Sabemos que un ecosistema es una caja de cristal. Tenemos la disyuntiva de no usarla o usarla con cuidado. Para eso están los planes de manejo.''
Y ése es precisamente el problema, apunta a su vez Francisco Rosado May, experto en la materia de la Universidad de Quintana Roo. Coordinador del Proyecto de Ordenamiento Territorial de la Costa Maya, el académico refuta: ``No hay un monitoreo sustentado en la rivera maya que garantice el cumplimiento de los planes''. Agrega que ``los planes de manejo están hechos sobre las rodillas, negociados al vapor y sin garantía alguna''.
Y mientras Adán y Eva de la tercera edad pasan un día más en el paraíso, los nuevos dueños de la caleta mandaron rotular en la entrada del acceso a la playa: ``Prohibido el paso, propiedad privada. Sol-Meliá''. Son los famosos propietarios de la cadena Meliá, dueña de al menos dos monstruosos hoteles en Cancún y uno en Cozumel. Que se sepa, Meliá no se ocupa del turismo de bajo impacto.
``Podrían -opina pragmático el empresario cancunense Carlos Constandse- promover el hotel de Xcacel como el único en el mundo donde usted puede disfrutar igual que las tortugas. Con esa publicidad se van a llenar toda la temporada.''