BALANCE INTERNACIONAL Ť Gerardo Fujii
Acuerdo de Libre Comercio de las Américas

En la actualidad son considerados como nostálgicos del pasado quienes plantean dudas acerca de los beneficios que puede traer consigo la globalización de la economía. Una de las formas a través de la cual se da este proceso es la integración económica en pactos regionales. En la II Conferencia de las Américas, celebran en Santiago a fines de la semana pasada, se formuló la aspiración de constituir la Asociación de Libre Comercio de las Américas para el año 2005, la que estaría integrada por todos los países del hemisferio occidental, incluyendo a Cuba si, para entonces, Fidel Castro ha desaparecido de la escena política.

Este pacto comercial se caracterizará por la heterogeneidad en cuanto a nivel de desarrollo y de tamaño de las economías de los países que la conformarían en un grado aún mayor al que se observa entre los integrantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Significará reunir en un bloque comercial a dos países de elevado ingreso por habitante --Canadá y Estados Unidos-- con otros de nivel medio, tales como Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay, incluyendo, en el otro extremo, a países que se encuentran entre los pobres del mundo. En cuanto a tamaño, reuniría a economías grandes, las de América del Norte, Argentina y Brasil, junto a otras extremadamente pequeñas, como los países de América Central.

Los dirigentes políticos de la región no han puesto en duda que este acuerdo comercial será beneficioso para todos los países que pasen a integrarlo, quizá con la única excepción de algunos cuestionamientos hechos por el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso. Todos han estado de acuerdo con la afirmación de Clinton de que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas será positivo tanto para Estados Unidos como para la parte pobre de América. En último término, los dirigentes políticos latinoamericanos están considerando que la palanca maestra para superar los problemas económicos y sociales es la integración más estrecha con Estados Unidos lo que, en último término, conduciría a cerrar las brechas entre las partes desarrolladas y menos desarrolladas de las Américas.

El sustento teórico de este planteamiento optimista es aportado por la economía convencional; sostiene que, como tendencia, los niveles de ingreso de todos los países del mundo tienden a converger en el largo plazo. El libre comercio entre países tan dispares y con dotaciones relativas de factores productivos tan diferentes significará, según este planteamiento, que los países de América Latina se irán especializando en la producción y exportación de aquellos productos que usan más intensamente, los recursos de los que disponen en abundancia, o sea, trabajo relativamente poco calificado y recursos naturales. Esto repercutiría en la generación dinámica de empleos, lo que contribuirá a generar empleos y, por ende, a aliviar el problema de la pobreza. En el largo plazo, el excedente de trabajo iría desapareciendo, con lo cual los salarios tenderían al ascenso y a equipararse con los de los países desarrollados del continente.

Sin embargo, esta visión optimista sobre los resultados de la integración entre economías de muy diferente nivel de desarrollo ha sido puesta en duda seriamente, tanto por economistas como por dirigentes políticos de otras regiones. En particular, el enfoque dado a este problema en la Unión Europea es diferente. Aquí no se confía en que los mecanismos puros del libre comercio tenderán, por sí mismos, a reducir las disparidades entre los diversos países y regiones que conforman la Unión, lo que ha conducido a la generación de diversos tipos de fondos financiados por los países ricos de la Unión en apoyo a los países relativamente menos desarrollados. Los tres grandes beneficiarios de estos fondos son España, Portugal y Grecia. Como se sabe, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte no incluye ningún tipo de asistencia específica en apoyo de la economía mexicana. El único tratamiento particular que ha recibido el país dentro del marco del acuerdo se refiere al calendario de la desgravación arancelaria. Según los antecedentes disponibles hasta ahora, el mismo enfoque se repetiría en el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. O sea, nuevamente se supondrá que el intercambio comercial más intenso, por sí mismo, irá cerrando la brecha entre las dos Américas.