Alejandro Ordorica Saavedra
Cultura en la ciudad de México

Bajo el enunciado ''Política cultural en época de transición'', el Centro Cultural San Angel convocó con oportunidad a reflexionar y discutir sobre este vital asunto que debiera ser del más alto interés público.

Tuve la distinción, primero, de ser invitado a participar en este encuentro, pero especialmente la oportunidad de exponer conceptos, preocupaciones, juicios y me parece que hasta propuestas sobre este tema crucial, a la vez que escuchar la opinión de otros ponentes y del público asistente.

Aun cuando el interés fundamental del foro se centró en la situación cultural de nuestra ciudad y en la gran expectativa que genera la creación del Instituto de Cultura de la Ciudad de México, mi exposición aludió a consideraciones generales sobre la promoción y difusión de la cultura.

De entrada, mencioné que cuando se hace referencia a la transición democrática se acota indebidamente y alude sólo a cuestiones de orden político, electoral o bien de la división y funcionalidad de los poderes públicos, soslayando de hecho el concepto de la cultura.

Afirmé también, en el intento de aportar elementos y factores que definieran mejor estos procesos de transición vinculados a la actividad cultural, que hay un marcado desfase entre los significativos avances de muchos de nuestros creadores, promotores y divulgadores de la cultura, que han optado por organizarse, comparativamente con diversas instancias e instituciones públicas, carentes de un proyecto, burocratizadas y con tendencias estilistas.

Otro punto fundamental a que hice referencia es la necesidad de enfocar el proyecto cultural con una visión integral como exigencia de una transición democrática en términos de renovar las instituciones, abrir espacios para la consulta, privilegiar consensos, contar con un marco jurídico actualizado, asignación suficiente de recursos y, en fin, con todos los ingredientes que requiere una de nuestras prioridades como es la cultura, para que incida, incluso con una concepción profunda, de manera superior y benigna en el propio ámbito de la política.

Los nuevos tiempos políticos exigen, además, incluir y aplicar criterios que le den coherencia y sustento a un modelo democrático, como pueden ser, entre otros: los proyectos culturales autogestivos, que sólo requieren impulsarse y apoyarse con recursos de origen público o privado; alentar el uso de los espacios públicos en barrios y colonias para ejercer el derecho a la cultura en todas sus diversas fases de enseñanza artística, creación y de una genuina recreación o aprovechamiento inteligente del tiempo libre, o la necesaria equidad que debe haber en infraestructura y oferta cultural democrática de bienes y servicios culturales, en zonas, regiones o delegaciones políticas.

Un factor igualmente estratégico dentro de la transición democrática son los medios de comunicación, para retroalimentar los sistemas culturales, tanto los que ya operan como los que deberán crearse. Pero resultará determinante que no se constriñan a la radio y la televisión comerciales, bajo el regateo de los tiempos oficiales, lo cual puede ser hasta paralizante, sino que se establezcan otros circuitos de comunicación popular, donde se incluyan puntos de concentración pública en barrios y colonias, mercados, Metro, etc.

Finalmente, en esta síntesis tan apretada y compacta de nuestra intervención, expresé mi convicción que bajo estos auspicios y condiciones, las que hay y otras que tendrán que crearse, el Instituto de Cultura de la Ciudad de México nacerá bien y pronto, como una institución de todos y para todos.

Esa es nuestra expectativa, nuestra esperanza y nuestro compromiso, sumado al de su director, Alejandro Aura, para que así funcione.