Horacio Labastida
Los municipios autónomos

La autonomía municipal nos pone abierta y francamente de cara a la democracia, porque autonomía significa libertad, y libertad en nuestro régimen constitucional es precisamente la soberanía declarada en el artículo 39 de la Ley Suprema, y tal puesta nítida y sin ropajes de la autonomía municipal, ante la democracia, es lo que sin duda escuece y enfurece al presidencialismo autoritario que nos gobierna. Pero continuemos dentro de los cauces de las ciencias políticas. ¿Qué es en su esencia la soberanía? Ni más ni menos que el poder político inervado primeramente en el pueblo para beneficiarse de acuerdo con las libres decisiones que adopte, o sea en armonía con la autodeterminación de su propia soberanía.

Ahora bien, a fin de ejercer la soberanía o poder político, el pueblo se hace instituir en Estado al crear un órgano específico, el poder constituyente, personero inmediato del pueblo en todo lo relativo a su organización pública. En este momento supremo, al organizarse el pueblo en Estado, es cuando el poder político adquiere forma jurídica; en otras palabras, cuando la soberanía se asume en máximo mandamiento político-jurídico con obligatoriedad legal y legítima. La legalidad manifiesta la jurisidad del mandamiento, y la legitimidad la vinculación entre esta jurisidad y el bien general, pues a nivel de deber ser el Estado democrático denota un orden siempre favorable al pueblo y nunca adverso a su creador. En estos términos es como el Estado explicita la configuración jurídica de la soberanía del pueblo substanciada, siguiendo al Caudillo Morelos, en los Sentimientos de la nación. Los paradigmas de soberanía, libre democracia y autonomía, que son recíprocos entre sí, son los que modelan los artículos 39 y 40 constitucionales; en la inteligencia de que al tenor del diverso 41, el pueblo pone en marcha su soberanía o poder político por medio de los poderes de la república representativa, democrática, compuesta de Estados libres y soberanos, o sea autónomos, y de municipios también libres, soberanos y autónomos, de acuerdo con el otro diverso artículo 115. Importa dejar asentado aquí que ninguna de las tres constituciones federativas anteriores a la de 1917, habla del municipio libre, cuya enorme importancia política se percibe desde el momento en que la Asamblea queretana lo ubicó expresamente en el texto constitucional.

¿Por qué es trascendental ese reconocimiento que otorgó el Constituyente al municipio libre? Lo dejó bien claro Heriberto Jara en sus comentarios al mencionado artículo 115, en la 59 sesión ordinaria del Constituyente; en esta ocasión acentuó que en el espíritu del cuerpo colegiado existía la unánime voluntad de proteger cabalmente al municipio en sus libertades política y económica, advirtiendo el distinguido diputado que sin esta última no existe la primera, palabras claves para entender que los representantes revolucionarios de 1916-17 consideraban al municipio como la base sine qua non de la república democrática mexicana. El municipio se convierte de este modo en expresión directa, sin intermediación alguna, de las demandas ciudadanas y de la vida del pueblo, simbolizando una institución creada por el pueblo para encauzar el ejercicio de su libertad; en consecuencia, al organizar el pueblo los municipios, la Federación y los Estados tendrán que respetarlos por ser expresión prima de la soberanía popular. Si en el caso de Chiapas y los municipios autónomos que se han creado a partir de 1994, la Constitución local establece alguna facultad legislativa para interferir o negar la existencia de esas instituciones, tal aptitud resulta violatoria de la Ley Suprema y por tanto tan inconstitucional como nula de pleno derecho por derivar de autoridad incompetente para restringir los derechos soberanos del pueblo.

La conclusión está a la vista. Si el ya cincuentón presidencialismo autoritario quiere y puede acercarse a la democracia, podrá hacerlo al reconocer sin tapujos el poder soberano del pueblo para crear en su beneficio los municipios autónomos. Ahora una pregunta, ¿será en verdad posible que el presidencialismo respire al fin en la atmósfera libertaria que cada día alimenta más y mejor nuestro camino a una esperada vida autónoma y no heterónoma?