Cortina de humo del gobierno de QR en torno de la venta de la Riviera Maya
Blanche Petrich, enviada /I, Cancún, Q.R. Ť La costa quintanarroense que corre entre Cancún y Tulum, la Riviera Maya, fue sentenciada en los años setenta a expandir el modelo turístico de lo que fue ``el sueño de los banqueros'' -el modelo Cancún-: masivo, hospitalario para los portadores de dólares, depredador y mayoritariamente en manos de corporaciones extranjeras. A ese destino le llegó su hora.
Recientemente, en una reunión privada entre los principales actores de lo que será este desarrollo -hoteleros, gestores inmobiliarios y autoridades de los tres niveles de gobierno- se habló de lo que se espera para dentro de máximo una década: 240 mil cuartos de hotel, generación de 300 mil empleos directos y un millón 200 mil personas dependiendo indirectamente.
En este corredor, de Playa del Carmen hacia el sur, operan ya seis mil cuartos de hotel y ocho mil más están en construcción. Es apenas el inicio.
El fideicomiso depositario de la parte más jugosa del corredor desde el sexenio echeverrista, Fidecaribe, bajo jurisdicción estatal desde 1993, ya vendió sus 323 hectáreas (con 26 kilómetros de frente de playa, entre Playa Aventura y Chemuyil) a dos corporaciones mexicanas y otras dos españolas. Esta operación le ha aportado hasta la fecha un ingreso de 20 millones de dólares al gobierno de Mario Villanueva, según informa a La Jornada José Luis Pérez Quintal, director de Fidecaribe.
Sin embargo, no aclara cuál será el total por las cuatro operaciones de venta de Xcacel y Xcacelito.
Interrogado sobre el valor de esos terrenos, muestra un estudio de Banca Serfin y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores que ubican en 8 dólares el precio del metro cuadrado de playa en esos lugares. ``Es una locura -dice Dachary, de la Universidad de Quintana Roo-, esos terrenos debe estar en más de 100 dólares el metro cuadrado, la hectárea más barata cuesta un millón de dólares''.
Si esto fuera así el ingreso real por esas megaventas sería de más de 300 millones de dólares.
Aun sin que lo admitan públicamente, los planificadores involucrados en este boom por estallar ya calculan que la costa quintanarroense será un polo de atracción para la migración de al menos 7 millones de nuevos pobladores. Actualmente el estado tiene 703 mil habitantes. Lo que le esperaría es una explosión demográfica brutal.
Un ecocidio, un sueño, una pesadilla
Las previsiones sobre el futuro de este corredor son tan diversas y opuestas como el papel que le ha tocado jugar a cada quien en este episodio de la vida del Caribe mexicano que está a punto de arrancar:
``Es una bomba de tiempo'', según la premonición de Alfredo César Dachary, director del Centro Caribeño de Desarrollo Sostenible . ``Se quiera o no, el turismo del corredor va a ser masivo''.
``Es una sentencia de muerte lenta para las especies de tortuga verde (Chelonia mydas) y carey (Caretta caretta), que dependen de la soledad de esa franja de playa para su reproducción y crecimiento'', dijo el biólogo Luis Manuel Ortiz, del programa tortuguero del Centro Ecológico de Akumal.
Es una ``amenaza de despojo irremediable'' para los integrantes del ejido Pino Suárez, frágil dueño de los hermosos ocho kilómetros de playa de Tulum a la reserva de Sian Kaan, según el comisario ejidal Jorge de la Rosa, El Gato, a quien seis órdenes de aprehensión, según denuncia, promovidas por el gobernador lo mantienen como ``gato sin uñas''.
Según el periodista Fernando Martí, cronista de la ciudad de Cancún y autor del libro Sueño de banqueros, hay una fuerte probabilidad de que el sueño se convierta en pesadilla y que al famoso corredor turístico ``le den en la torre por la probada incapacidad, falta de seriedad y corrupción'' del gobierno del estado para hacer cumplir los planes de ordenamiento. Pero en un país que necesita divisas, ``el efecto Cancún se va a multiplicar''.
Para Carlos Constandse Madrazo, exitoso hotelero y ahora parquero, dueño de los disneylandias Xel-há, X-caret y el próximo parque acuático de El Garrafón en Isla Mujeres, es ``un momento maravilloso para la región como destino turístico, el más importante y más riesgoso de su existencia''. Su pronóstico: ``Podemos ser la Venecia del siglo 21''.
Creyente del ecoturismo, pequeña hotelera (apenas tres cabañas perfectamente integradas al paisaje), escrupulosa cumplidora del plan de ordenamiento de turismo de baja intensidad para el pasaje Tulum-Sian Kaan, Esther Elordui lamenta: ``Esto va a crecer disparatadamente. Cada quien construye como se le da la gana. Violan el plan de ordenamiento, los paran un ratito y al cabo de poco tiempo siguen. Van a matar a la gallina de los huevos de oro''.
El segundo aire de Cancún
Cancún arranca su temporada alta del año con la famosa avalancha de los spring-breakers. Miles de adolescentes all american vacían vasos de una yarda de largo con explosivos cocteles embriagantes. Hasta los hoteles más lujosos despliegan en sus lobbies advertencias a los juveniles depredadores, habituados a destrozar cuartos, saltar por las ventanas, encuerarse en los centros nocturnos y protagonizar todo tipo de desmanes según la biblia del have fun.
Entre el mar y la laguna de Nichupté -verde esmeralda y vaho nauseabundo-, al cubierto de una arquitectura que hace honor a ``lo ecléctico'' o llanamente al mal gusto, los hoteles, villas y condominios descomunales alternan con discotecas, restoranes, bares, plazas comerciales y todas las ramas de los prestadores de servicios al turismo imaginables.
Con un lleno de 75 por ciento promedio al año, pasan por estas playas 2 millones 800 mil turistas anualmente, con una estancia de cinco días. Dejan una derrama de un millón 400 mil dólares. En Cancún aterriza un avión cada tres minutos. Enfrente tiene a la isla de Cozumel, punta del triángulo que forman junto con Caimán y Santo Domingo, la zona más explosiva -turísticamente hablando- de la cuenca caribeña. Allí anclaron, en 1997, 700 cruceros. En 1998 serán 800. La tendencia ascendente es aún impredecible.
La mancha de este turismo ``tipo Hard Rock Café'' llegará -``qué duda cabe''- hasta Tulum, sostiene César Dachary. Y ése no sería el peligro mayor, sino la expansión del modelo Playa Car, el gran fraccionamiento de Playa del Carmen, ``el peor, el más depredador, el más desordenado y contaminante''.
Si en Cancún, que se presume haber sido ``perfectamente planeada'' antes de su construcción, 75 por ciento de la población vive sin drenaje, ¿qué será del resto de Rivera, donde la planificación es nula?
Atareado en el Centro Caribeño de Desarrollo Sostenible de Chetumal, el especialista pone seriamente en duda los objetivos del ``turismo de bajo impacto'', contenidos en las leyes y actuales planes de ordenamiento para la expansión del corredor Cancún-Tulum.
``No se construye una carretera de cuatro carriles para un turismo de baja intensidad. Ni un inversionista se gasta 10 mil dólares en metro lineal sobre la playa para poner 10 cabañas. La gran pregunta por el momento es ver cuánto soportará el actual plan de ordenamiento la presión que está sintiendo. Y mi pronóstico es que no soportará mucho.''