La inmensa mayoría de la población tiene que trabajar para obtener el boleto de entrada a la fiesta donde se puede participar en el consumo del pastel. El boleto de entrada lleva impreso el monto del pastel al que tiene derecho cada participante. Cuando la economía crece rápidamente se generan más puestos de trabajo y la población que desea trabajar, que está creciendo, puede encontrar actividad que le reporte ingresos. En cambio, cuando la economía entra en crisis o recesión, las empresas producen y venden menos, despiden trabajadores, la inversión en nuevas actividades se detiene y no se generan nuevos puestos de trabajo. Muchos se quedan sin boleto de entrada a la fiesta. Sin embargo, la gente tiene que seguir comiendo pastel. En el primer mundo los desempleados siguen recibiendo boleto de entrada a través de los seguros de desempleo. Pero en México carecemos de esa institución. Por tanto, las familias implementan las llamadas estrategias de sobrevivencia: disminuir los gastos de consumo, realizar actividades en el sector informal o delinquir.
La pregunta que tenemos que contestar es en qué medida las estrategias microeconómicas de las familias lograron compensar las consecuencias del estancamiento económico de los últimos 16 años en el país. Si fuera correcto el argumento económico arriba apuntado, deberíamos observar un lento crecimiento de la población ocupada y problemas de desempleo. La semana pasada mostré en este mismo espacio que cuando se ahonda en las estadísticas de la ocupación, se hace evidente que alrededor de la cuarta parte de la población portaba en 1996 lo que llamé máscaras del desempleo. Por tanto, que no parecían haber bastado las estrategias de sobrevivencia para hacer desaparecer los problemas del desempleo.
Veamos ahora el comportamiento de la ocupación en el tiempo. Los especialistas en el tema de la ocupación argumentan que los censos de población de 1980 y 1990 no pueden utilizarse para discernir las tendencias del fenómeno, porque el primero sobreestima la ocupación y el segundo la subestima. Por tanto, el análisis de la evolución del empleo a nivel nacional en los ochenta ha de hacerse comparando la Encuesta Continua sobre Ocupación (ECSO) de 1979 con la Encuesta Nacional de Empleo (ENE). Lamentablemente, la ENE de 1988 no presenta todas las tabulaciones a nivel nacional, por lo cual la primera utilizable es la 1991. Si tomamos como punto de comparación las ocupaciones remuneradas del sistema de cuentas nacionales, observamos entre 1979 y 1991 un incremento de éstas de sólo 30.8 por ciento en 12 años, lo que representa una tasa de crecimiento anual de 2.3, muy por abajo de la tasa de crecimiento de la población en edad de trabajar. Al comparar la ocupación total de las dos encuestas, se obtiene un crecimiento entre esos mismos años de 57.8 por ciento y una tasa anual media de 4.1, muy por arriba del incremento en la oferta de trabajo.
Mientras en el primer caso las estadísticas confirman la creencia de que en años de crecimiento económico lento la ocupación debería crecer lentamente, la segunda fuente lo contradice. Desconfío de estadísticas que contradicen mis ideas. Por tanto, busco en qué están mal las estadísticas de ocupación. Encuentro que es necesario reexpresar la ocupación en unidades homogéneas, evitando sumar peras con manzanas. Convirtiendo todas las ocupaciones a tiempo completo (48 horas a la semana) en ambos años (ejemplo: una ocupación de 24 horas a la semana cuenta como media ocupación, y una de 12 horas como un cuarto), obtengo un incremento de las jornadas de 48 horas en el periodo 79-91 de 43.2 por ciento, que equivale a una tasa anual de 3 por ciento, la que está por debajo del crecimiento de la población en edad de trabajar, y más cerca de la cifra de cuentas nacionales que de los datos originales de la encuesta. La notable baja en el crecimiento al llevar a cabo esta homogeneización indica que la proporción de personas que trabaja jornadas reducidas en 1991 es mucho mayor que en 1979, por lo que una parte del crecimiento aparente de la ocupación no es más que un cambio en la forma en que se reparten los boletos de entrada: más boletos con menos horas en cada uno (y por tanto menores montos de pastel). Las ocupaciones homogeneizadas, aún sin analizar sus remuneraciones, crecieron más despacio que la población que podría trabajar. Las estrategias de sobrevivencia no bastaron para compensar los efectos de la crisis.
Correo electrónico: [email protected]