ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Esta columna ha organizado hoy, para sus lectores, una rápida expedición a fin de conocer lo que está sucediendo en los estados donde el PRI elegirá sus candidatos a gobernador mediante votación abierta.

Síntesis ejecutiva:

En Sinaloa se han definido ya los bandos de la batalla verdadera, que se dará entre Juan S. Millán y los labastidistas aglutinados en torno al agricultor Lauro Díaz Castro; en Puebla, el gobernador del estado quiere que el ganador sea Manuel Bartlett, de tal manera que no meterá abiertamente las manos al proceso en favor del diputado José Luis Flores, para así permitir los aires democráticos locales, con los que buscaría impulsar su propio interés por la candidatura presidencial; en Tamaulipas está desbordado el cavacismo en apoyo de Tomás Yarrington, lo que habría hecho dudar a Marco Antonio Bernal en cuanto a participar o no en una contienda inequitativa; y en Tlaxcala, la más pequeña y tranquila de las entidades, hay ¡siete! aspirantes formales y dos que están por decidir si le entran al asunto.

No pierda de vista:

Que por primera vez en su historia, los militantes priístas de entidades bajo el control de un gobernador de su partido están siendo llevados a definirse a rostro descubierto en favor de uno u otro de los precandidatos. En Sinaloa, sobre todo, se está dando una cascada de solicitudes de licencia de funcionarios de gobierno que apoyarán a determinado aspirante en su campaña. Históricamente, los priístas le prendían su veladora particular a cada santo del retablo sucesorio, y con habilidad admirable se mantenían embozados cuanto tiempo les era posible para, así, acomodarse de última hora sin ningún rubor con aquel señalado por el dedo superior. Ahora, quieran o no, los simpatizantes de cada precandidato están teniendo que asumir públicamente su definición. Además, se está en un acelerado proceso de aprendizaje de todo lo referente a alianzas y pactos claros y públicos.

Pancho, Paco o Francisco: el secretario es el mismo

Comencemos por Sinaloa el ilustrativo viaje a la naciente República de la Democracia Priísta. Para empezar, se retiró de la competencia José Angel Pescador Osuna, cónsul mexicano en Los Angeles que cumplía sin ningún problema con los requisitos estatutarios para ser candidato a gobernador, tanto los relacionados con haber ocupado un puesto de elección popular como los de haber sido cuadro o dirigente partidista.

Pescador Osuna se retiró de la arena no por incumplir tales requisitos, sino para dejar el escenario libre a los dos contendientes fundamentales: Lauro Díaz y Juan S. Millán.

Mientras tanto, desde Bucareli se ha desplegado una maniobra depuradora para concentrar todas las huestes labastidistas en la persona de Lauro Díaz Castro, agricultor y ex alcalde de Culiacán, que goza de la amistad y el apoyo de Francisco Labastida Ochoa (por cierto, Rafael Morgan Ríos ha anunciado su disposición a ser candidato a gobernador por el PAN, y para ello ha renunciado a su condición de dirigente estatal del blanquiazul. Morgan fue el adversario del priísta Díaz Castro en la elección de presidente municipal de Culiacán. Las protestas poselectorales por el fraude electoral que le adjudicaron a don Lauro, en los tiempos de don Francisco, llegaron al incendio de la presidencia municipal de la capital sinaloense y a ``un muertito'', según versión generalizada que, por ejemplo, ayer fue publicada en una columna del diario El Debate).

La batalla, pues, será entre las huestes labastidistas, consolidadas en Díaz Castro, y el senador cetemista Juan S. Millán, que sigue encabezando las encuestas públicas relativas a la intención del voto priísta. También se inscribirá José Luis Leyson, senador y ex presidente estatal del PRI, aunque su peso político le coloca desde ahora en un plano inferior, y se espera la definición del también senador José Luis Soberanes, quien al menos durante el zedillismo no parece tener condiciones cupulares como para dejarle llegar a una candidatura.

Tamaulipas: turistas y locales

El gobernador Manuel Cavazos Lerma tiene volcado todo cuanto puede en favor de Tomás Yarrington, quien acaba de dejar la Secretaría de Hacienda del estado. Controlado además por los cavacistas el comité organizador de la elección abierta de candidato a gobernador, hubo reticencia en el equipo de campaña del senador Marco Antonio Bernal para participar en un proceso que se anuncia plenamente influenciado por el gobernador en favor de su candidato Yarrington. En todo caso, la guerra política tamaulipeca se dará entre quienes siendo nativos del estado sólo han hecho turismo político en la entidad a partir de las coyunturas electorales. Bernal es uno de ellos, al igual que el director del Politécnico Nacional, Diódoro Guerra (que por cierto ya decidió registrarse como precandidato, con un enorme sello triunfador en la frente que dice ``Los Pinos''). Frente a ellos se manejan las opciones locales: el ya citado Yarrington, y Oscar Loubbert, alcalde de Reynosa. También se registrará Antonio Sánchez Gochicoa, subsecretario de vivienda a nivel federal, aunque las previsiones no le colocan en los primeros lugares de la batalla.

Puebla: Bartlett apoya a Bartlett

En Puebla avanza la versión de que el gobernador ha decidido mantener las manos fuera del proceso priísta para, de esa manera, con resultados legítimos de un ensayo democrático, lanzarse a pregonar por el país, rumbo a la asamblea nacional tricolor, la necesidad de que el candidato presidencial de ese partido se elija también de manera abierta. Uno de los aspirantes sería (es), desde luego, el propio Bartlett.

En ese tenor, se menciona que el duelo central por la candidatura poblana será entre el popular y populachero senador Melquiades Morales (nada de tecnocracia: político priísta tradicional, con todo y las acusaciones mapacheriles en su contra) y Germán Sierra, actual delegado de la Sedeso en la entidad, acusado a su vez de usar para sus intereses de proselitismo los fondos públicos destinados a la política social. José Luis Flores, diputado federal y secretario de finanzas del comité nacional priísta, aparece en tercer lugar ahora que supuestamente ha sido dejado de la mano de Bartlett, cuando antes de la decisión de abrir la elección se le mencionaba como favorito, presuntamente impulsado por don Manuel en alianza con José Angel Gurría, que es el personaje principal con el que está relacionado Flores.

Pueblo chico, lista grande

En Tlaxcala el problema actual es el elevado número de aspirantes: nueve de cara a la opinión pública y siete que formalmente son considerados por el delegado del comité nacional priísta, el guerrerense Israel Soberanes.

Los siete que han hablado de registrarse son Joaquín Cisneros Fernández, Héctor Ortiz Ortiz, Alfonso Sánchez Anaya, Lucía Carrasco, Serafín Romero, Mariano González Zarur y Federico Barbosa. Otros dos están midiendo sus posibilidades: Rafael Minor y Alvaro Salazar. La mayoría de quienes se dicen enterados de los entretelones de la política tlaxcalteca (en la que sigue teniendo un papel muy importante la senadora Beatriz Paredes Rangel) aseguran que el ganador será Joaquín Cisneros Fernández. También se dice que el actual gobernador, Antonio Alvarez Lima, no tiene ninguna intención de complicarse la vida al final de su mandato y que su mayor deseo es que el PRI elija candidato y éste gane las elecciones constitucionales.

Así andan, a grandes rasgos, las tierras priístas, donde se dice que la nueva democracia habrá de florecer.

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