En la reunión cumbre de presidentes de ``las Américas'' que acaba de finalizar en Chile, el presidente William Clinton se desplazó en limusina y el resto de los gobernantes en camión. Tengo una duda. ¿Quedará algún presidente, algún ministro, algún político de peso capaz de suicidarse? Si el recurso ayuda a enaltecer la dignidad personal no veo por qué debemos negar su carga positiva y energizadora. De lo contrario, ¿cómo mantener viva la brasa de la esperanza democrática que, cada vez con menos ganas, nos convoca a las urnas? ¿Serán los pueblos responsables de la creciente y peligrosa decepción política de este continente? En 1809, año antes de que Hidalgo invocase la ``nación americana'', los indepentistas de La Paz aseguraban haber ``...guardado un silencio bastante parecido a la estupidez''.
A los más jóvenes interesados en política puede sonarles ridículo. Pero creánlo o no, muchos hombres con responsabilidades públicas tenían el valor de suicidarse por sus ideas. No los que defendían la codicia y el despotismo (¡vaya casualidad!). En Chile, sede de la cumbre ``agendada'' por Washington, figuran José Manuel Balmaceda (1842-91) y Salvador Allende (1908-73), quien se mató para no entregarse. En Perú, Guillermo Billinghurst (1851-1915); en Brasil, Getulio Vargas (1883-1954); en Argentina, Leandro N. Alem (1842-96) y Lisandro de la Torre (1868-1939). Pero si evocamos a los que murieron en la pobreza, como el argentino Hipólito Yrigoyen (1852-1933) o el ecuatoriano José María Velasco Ibarra (1883-1979), o a los que fueron asesinados o murieron por decir lo que hay que decir, este periódico tendría que lanzar una edición extra con los nombres en letra muy chiquita para que entraran todos. Con ellos se jugó nuestra identidad política, palabras hoy subastadas en cualquier mall o universidad ``desideologizada'' del continente.
¿Qué más añadir a las sesudas conclusiones sobre nacionalismo y populismo, lucha violenta o pacífica, sobre terrorismo de Estado o democracias obedientes si la mera existencia de nuestra América está cuestionada? ¿Qué más cabe hacer si en nuestros gobernantes la sinceridad, otro vocablo tan degradado como el anterior, es inexistente? Los pragmáticos sin ética critican a Cuba su ética sin pragmatismo. Que Cuba debe abrirse al comercio, portador de democracia. Incuestionable. ¿Pero cuál comercio, cuál democracia, si 81.2 por ciento del intercambio mundial de bienes se localiza en los países que concentran al quinto más rico de la población mundial?
El intercambio comercial requiere créditos. Pero salvo que la lógica del dinero haya inventado cómo prestar plata a quien no tiene fondos para pagar, 94 por ciento de los préstamos comerciales seguirán concentrados en el quinto de los países ricos en tanto el exiguo restante, destinado al mundo pobre, seguirá pagando tasas de interés cuatro veces más altas. Veamos qué pasa en España y Portugal, las ``madres patrias''. España figura entre los países ``atrasados'' de Europa y Portugal es uno de los más pobres. España cabe 48 veces en América Latina y el Caribe, y Portugal 315 veces. La población total de España es diez veces menor a la de América Latina y el Caribe, y la de Portugal 40 veces menor.
Sin embargo, con 40 millones de habitantes, España tiene un producto interno bruto (PIB) equivalente a casi 50 por ciento de toda América Latina, superando al de Brasil y México que juntos tienen 256 millones de habitantes. ¿El problema del ``crecimiento'' será la ``educación''? ¿Y entonces por qué Portugal, con una tasa de alfabetización similar a la de México y por debajo de la de Brasil y Argentina, tiene un PIB equivalente al cuarto lugar, por debajo de los países más ``ricos'' y superando en 26 por ciento a Venezuela, ``potencia'' petrolera?
Lejos de obedecer a exigencias objetivas, nuestros países están presos de un esquema político impuesto y de una estrategia de subordinación económica. Esto nada tiene que ver con la aburrida discusión sobre los supuestos beneficios de la ``globalización''. El problema es si seguiremos aceptando diagnósticos de nuestra realidad que son falsificados de antemano para justificar una política de tributo.
El problema es si en 2005, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), es decir, la ``segunda etapa de reformas'' anunciada en Chile por el presidente Clinton, no incluirá de paso la celebración del centenario en que el Departamento de Estado ordenó a sus misiones diplomáticas añadir a Estados Unidos el nombre ``de América'', porque a su juicio había ``dignidad y sencillez en el término''. Es decir, aquel año en que Fernando Gamboa, embajador de México en Washington, escribió en su diario ``...¡es el principio del fin! ¡Ahora es el despojo de un nombre que a todos pertenece! ¡Mañana será el despojo de la tierra!'' (17 de junio de 1904).