Fernando Benítez
Octavio Paz
Yo intimé con Octavio Paz en San Francisco. Mi periódico me envió a cubrir el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aun antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Octavio, que trabajaba en el consulado mexicano, me decía: ``Déjame escribir un poco. Yo tengo mis ideas sobre este evento''. De modo que mis reportajes están enriquecidos con la intervención de Octavio.
¿Qué puedo decir de su poesía? Ha sido estudiada y premiada en Estados Unidos, Bélgica, Alemania, España, Francia y, por supuesto, en Noruega, donde fue merecedor del Premio Nobel de Literatura.
Lamento que la muerte haya evitado la reconciliación entre Paz y Fuentes, que fueron los más íntimos amigos. En una ocasión se celebró una reunión en la casa de José Luis Cuevas a la que acudió Paz. Yo estaba sentado muy lejos de su grupo y me mandó llamar. Me dijo casi en secreto: Me pesa mucho el distanciamiento con Carlos Fentes y esta pena la llevaré hasta mi muerte. Fuentes, por su lado, también estaba dispuesto a reconciliarse, pero por desgracia ha muerto Octavio sin que se realizaran los deseos de ambos.
Octavio murió a tiempo porque le era ya imposible soportar los agudos dolores que lo acosaban. Padeció cáncer desde hace 20 años y todavía en un homenaje que le brindaron en la Casa de Alvarado apartó los papeles que había escrito y con gran lucidez improvisó las siguientes palabras: ``Estoy seguro que se preparan nuevos días para México y que esos días serán de luz, con sol y amor. Creo que en estos años no termina un periodo de México, como se piensa comúnmente, sino que se da una vuelta a la esquina para continuar''.
Todo gran poeta es un gran pensador. Todo eso fue Paz. Teminó su vida, pero su memoria perdurará, no sólo por su obra extraordinaria sino por el ejemplo imperecedero que nos deja.