José Cueli
Un divertido Eloy jugó al torito

Los novillos encantados de la vida correteaban por el ruedo amarillo de Texcoco durante el transcurso de la Feria. En el cerrojo de la misma, en tarde azul plomiza de primavera, se abrillantaban las sedas de los trajes de luces y los broches de fantasía de las mujeres que lucían su palmito en juego multicolor. Los airones nos envolvían a todos y nos llenaban de tierra y algo más, lo mismo al público que a los toreros. Los caballos ricamente enjaeizados se adornaban en blanco y negro en los alrededores del coso, los gallos cacaraqueaban y los vendedores de frituras gritaban sus fritangas. El que escribe soñaba con los toros bravos que no aparecían por toriles y recordaba el versillo de Lope de Vega en que describía la corrida de toros lidiada en la Primavera de 1593 en Madrid:

``Negro era el toro y de color tiznado
erizado becerro y color altivo;
corto de pies, de manos apartado
los ojos grandes con fuego vivo;
de espeso remolino coronado;
de mirar espantoso y negativo;
como erizo levantado el vello;
de cuernos altos y levantado el cuello''.

¿Dónde quedaron esos toros que le daban emoción al toreo? Toros que se cantaron en romances y que los toreros lidiaban con gallardía sin los consabidos trapazos, y amados derechazos. Toros que embestían con casta, tirando cornadas a diestra y siniestra ¿Dónde quedaron?.

Todo hubo en Texcoco, bullicio, alegría y desmadre, rociado con mucho vino y degustado con todas las variedades de tacos. Lo único que faltó fue el toro, lo que fue promotor de mentadas y broncas y alocadas actitudes de los feriantes que se agolpaban de arriba a abajo y de abajo a arriba en coro alaraquiento y terrible que encubría las escenas de lo que fue el toreo, y decir toreo, era decir tragedia. La que desapareció de los ruedos. Por eso Lope de Vega, espíritu sensible y delicado en su época renegó y fustigó la fiesta matizada por la tragedia. En la actualidad estaría encantado en la feria texcocana con mucha tequila, carnitas, barbacoa, cerveza con tequila y su limón, y guapísimas mujeres que tánto lo apasionaron y volvieron loco en su vida. Lope casi vio la muerte llegar paso a paso a la cabecera del lecho de Don Diego, torero de a caballo en la tarde descrita y llevársela embrazada lo que en magnífico verso cantó:

``No menos envidioso de tal vida
porque su intento no saliese en vano
la muerte disfrazó su imagen fiera.
En fiesta y placer vino escondida
y así, le hirió más con su propia mano
que con otra más flaca no pudiera''.

Para evitar esa muerte fiera en Texcoco, no apareció el toro. Sólo novillos y en muchas ocasiones becerros para que las figuras jugaran al torito. Y si de jugar al toro se trata, Eloy Cavazos es el amo del jueguito. ¡Vaya si jugó con su novillo la tarde ayer! para enloquecer a los feriantes y todos tan contentos con una fiesta que dejó atrás la emoción y es actualmente, sólo diversión, barullo y cachondeo.