ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Tres mil trabajadores ferrocarrileros de la terminal Valle de México, y mil del edificio administrativo de Buenavista, en el Distrito Federal, han comenzado a recibir un peculiar empujoncito para que renuncien a sus derechos laborales y acepten ser liquidados: un bono por 20 mil pesos a cambio de firmar sus renuncias rápidamente y sin problemas.

La ganga patronal sólo tendrá vigencia durante el presente abril, pues comenzando mayo la parte metropolitana de lo que actualmente son los Ferrocarriles Nacionales de México deberá quedar limpia de pasivos laborales para los nuevos concesionarios. Todo en ceros: cero antigüedades, cero compromisos legales, cero protección sindical, cero respeto a las leyes.

Como una ofertaaa, como una novedaaadÉ

La generosidad patronal para con los trabajadores de la terminal del Valle de México y de Buenavista tiene una explicación simple, pues en ambos sitios se ha producido la resistencia más consciente al increíble avasallamiento de las leyes laborales con el que la dirección de los Ferrocarriles Nacionales de México (a cargo de Luis de Pablo) y del sindicato de trabajadores ferroviarios (regenteado por Víctor Flores) han entregado el estratégico patrimonio nacional a empresas de capital privado nativo y extranjero.

Vencida la efímera insurrección que en Sonora llegó a cerrar el paso a los trenes y a detener embarques de múltiples empresas (como la planta Ford asentada en Hermosillo), el último foco de preocupación para la triple alianza pro patronal (los Ferrocarriles Nacionales de México, el sindicato charro, y la empresa particular concesionaria) sería el de la zona metropolitana de la capital del país, donde se despliega el maduro activismo de un grupo de trabajadores encabezados por Salvador Zarco, que a cambio del reducido número de sus participantes (diezmados por los problemas económicos derivados de sus despidos ejemplarmente pioneros, acosados por el porrismo de Flores) han podido difundir exitosamente su problema en espacios periodísticos, legislativos y del sindicalismo independiente, y concitar apoyos diversos.

Pero justamente para desactivar la resistencia ferroviaria metropolitana, se ha ofrecido a los trabajadores en vías de obligada liquidación el peculiar bono de 20 mil pesos, con la advertencia oral que se hace a los presuntos beneficiados de que aquél que no acepte hoy este regalito de la empresa habrá de ser visto con tan malos ojos terminado el presente mes de abril, que por principio, es seguro que no se le recontratará y, por otra parte, se le obstaculizará al máximo posible la entrega de su liquidación ordinaria.

Mitad para los líderes, mitad para el trabajador

Sin embargo, hay una pequeña sorpresa para los trabajadores que emocionados cambian derechos y antigüedades por el citado bono. Si acaso desean (como sucede con la inmensa mayoría) ser considerados para las posteriores recontrataciones de personal que harán los nuevos empresarios, los rieleros deben inscribirse en oficinas de bolsa de trabajo que el sindicato charro ha puesto a un lado de las ventanillas de pago del multimencionado bono: la inscripción en las listas de futuras recontrataciones cuesta (obviamente sin recibo de por medio, todo bajita la mano)É diez mil pesos.

El desamparo de los trabajadores ante el despojo de sus derechos es absoluto. No hay defensa sindical ni autoridades laborales rectas y dignas, pero ni siquiera los mismísimos diputados de la transición, enredados en sus pleitos cupulares (ocupados algunos de ellos en viajes y ceremonias) han podido ayudar a los rieleros en desgracia. Bueno, ni siquiera han podido sentar frente a ellos con calma al director de los Ferrocarriles Nacionales de México, Luis de Pablo, para que responda dudas y aclare sospechas.

Como se recordará, el director De Pablo fue citado a mitad del pasado mes de enero para que explicara en un salón de San Lázaro lo que sucede con los derechos de los trabajadores, pero tal comparecencia fue interrumpida con violencia (en una maniobra claramente concertada) por el también diputado Víctor Flores, quien al frente de decenas de sus seguidores cebados con francachelas y corruptelas interrumpieron la sesión que a la fecha, tres meses después, no ha podido reanudarse.

Mientras tanto, Víctor Flores asalta el Congreso del Trabajo

Pero mientras los ferrocarrileros sufren tan graves infortunios, su líder formal, el diputado Flores, se entretiene junto con El difunto de los periodistas (ya no el cuñado, sino el difunto que ha muerto como declarante de ruedas de prensa semanales), Leonardo Rodríguez Alcaine, en deponer a Héctor Valdés Romo, el líder del Congreso del Trabajo al que las huestes cetemistas y ferrocarrileras intentarán derrocar hoy con base en argumentos estatutarios (carece ya de representatividad, pues el nuevo líder de la federación nacional de burócratas es Joel Almeyda) que en realidad esconden simplemente ajustes internos de cuentas de las mafias de la explotación sindical.

La embestida cetemista contra Valdés Romo (usando como siempre a Flores en el papel de provocador) tiene como origen las diversas acciones tomadas por este burócrata duranguense a partir de agosto del año pasado, cuando fue electo el entonces dirigente de la FSTSE para presidir el Congreso del Trabajo, a sabiendas entonces de que su periodo de gestión terminaría meses después y quedaría ciertamente como un dirigente sin dirigidos.

En este breve lapso se dieron hechos que irritaron a los cetemistas. Conocido que el CT no tiene registro legal, se intentó regularizar tal falla pero, para ello, se hubiese requerido que cada sindicato, federación o central entregara listados reales de su membresía, los cuales sin duda mostrarían una fuerza numérica muy inferior a la declarativa. Otro punto de conflicto fue el despido de quien durante larguísimos años fue oficial mayor del CT, Ramiro Ruiz Madero, a cuya salida mucho se habló en los pasillos de dicho congreso de los negocios y privilegios que le habrían permitido amasar una fortuna a tal personaje cetemista que había sido de todas las confianzas de Fidel Velázquez.

Los jaloneos internos en el CT no provenían, en realidad, de una visión democratizadora o de una lucha depuradora genuina, sino de reacomodos signados por los apetitos del poder. Valdés Romo ha sido un personaje típico del sindicalismo oficial, obediente a las instrucciones superiores y practicante de los vicios tradicionales de ese ámbito.

Buscador, por ejemplo, de la gubernatura de su entidad, fue desplazado groseramente por el actual mandatario, Maximiliano Silerio Esparza, en declaraciones pronunciadas en los días definitivos para la postulación del candidato priísta a gobernar aquella entidad, sin que el afectado asumiera una defensa decorosa de sus intereses.

Hoy, mientras la resistencia ferrocarrilera protesta en la terminal Valle de México y en el edificio de Buenavista, y mientras las autoridades y los legisladores siguen viendo para otro lado, Víctor Flores, aliado con el cetemismo de La güera-Periquín-Cuñado-Difunto, intentará acrecentar su poder sirviendo de ariete para el derribamiento de Valdés Romo.

Y así seguirá creciendo este Frankenstein obrero.

Astillas: Elegir de manera abierta el candidato priísta a gobernador de Tamaulipas tendría cuando menos las siguientes consecuencias: le daría un buen margen de maniobra al gobernador Manuel Cavazos Lerma para impulsar a su candidato Tomás Yarrington, volvería muy difícil el ambiente para el senador Marco Antonio Bernal (a quien no acepta Cavazos Lerma) y le daría más oportunidades a Oscar Loubbert, el actual presidente municipal de Reynosa.

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